Una de las virtudes de este crucero era que nos permitía visitar varias atractivas ciudades --Tallinn, San Petersbrugo, Helsinki y Estocolmo-- sin necesidad de andar haciendo y deshaciendo maletas, cambiando de hotel o subiendo y bajando de aviones o autobuses. Resultaba muy agradable echarse a dormir y amanecer en otra ciudad sin más esfuerzo que bajar la escalinata del barco y ponerse a caminar.
Así llegamos a San Petersburgo. Las autoridades rusas exigen a los europeos un visado que es costoso y difícil de conseguir, con lo que no nos quedó más remedio que apuntarnos a dos excursiones organizadas --una cada día. La primera, de cinco horas, tenía como objetivo la visita al Hermitage.
El museo Hermitage, según nos informó la guía, es el segundo más grande del mundo, después del Louvre de París. Está formado por el Palacio de Invierno, que era la residencia habitual de los zares, y otros cinco edificios anexos. En su interior se albergan más de un millón de objetos de arte, de manera que, si uno pretendiera verlos todos y dedicar a cada uno un minuto, necesitaría más de siete años para conseguirlo.
La visita que hicimos fue francamente buena. La guía consiguió que aprovecháramos el tiempo y en poco más de cuatro horas recorriéramos las salas más importantes: la "Gold Room" (una sala llena de artículos de oro, la mayoría regalos a los zares de sus nobles), Leonardo da Vinci, Rafael, los flamencos, algunos españoles y los impresionistas y postimpresionistas. Todas ellas salas espectaculares.
Pero no es solo la pinacoteca lo que llama la atención en este museo --sobre todo si has podido ver el Louvre y el Prado en muchas ocasiones-- sino, de manera especial, el lujo del propio palacio. El Palacio de Invierno, residencia oficial de los zares hasta que fueron derrocados, tiene más de mil habitaciones y no sé (he olvidado el dato), pero creo que más de nueve mil ventanas.
Además, las colecciones de arte que encierran eran para el uso personal de los zares, adquiridas mediante compras por toda Europa y, en algunas casos, aprovechando alguna incursión militar.
Fue Nicolas I, en la segunda mitad del siglo XIX, quien decidió convertirlo en Museo Estatal y aceptar la entrada a visitantes, aunque solo nobles y clases altas.
Mientras deambulaba por eso pasillos dorados, con cuadros maravillosos en todas partes, me acordaba de mis lecturas de los clásicos rusos, Dostoiewski, Chejov, Turgueniev, que describían la vida del campesinado ruso en esos mismos momentos en que los zares de turno enriquecían el Hermitage. Me venía a la mente "Crimen y Castigo", la primera novela que compré con mi propio dinero cuando tenia 17 años, los meses que Dostoiewski se pasó encerrado en una de las cárceles que vimos mientras paseábamos por la ciudad, o los años que estuvo deportado en Siberia.
Rusia, en los comienzos del siglo XX era, sin duda, el país donde las diferencias sociales eran más brutales y el Palacio de Invierno es la mejor muestra. Por eso fueron los rusos, y no otros, quienes asaltaron el Palacio de Invierno.
¿Cuántos "Palacios de Invierno" quedan por asaltar?
Muchas gracias.