lunes, 23 de abril de 2012

¡No son recortes!, es racionalizar

El ministro Wert, experto tertuliano y, por tanto, se supone que hábil usuario de la palabra, nos ha presentado las medidas que aprobó el pasado Consejo de Ministros sobre educación como "medidas urgentes de racionalización del gasto público".

Uno que no es un experto tertuliano y que le gusta llamar "al pan, pan y al vino, vino", tengo que reconocer que me he quedado un poco desconcertado, pues a mi las medidas me han parecido recortes de gasto, puro y duro. Inmerso en mi confusión, he acudido al diccionario de la Real Academia Española para tratar de salir de dudas y me he encontrado con esto:

Racionalización: Organizar la producción o el trabajo de manera que aumente los rendimientos o reduzca los costes con el mínimo esfuerzo.

Recortar: disminuir o hacer más pequeño algo material o inmaterial.

Con estas dos definiciones del diccionario en la cabeza, me he puesto a analizar las medidas adoptadas, con el objetivo, en palabras del ministro Wert, "de conjugar los irrenunciables objetivos de calidad y eficiencia del sistema educativo con el cumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria". Veamos las medidas:
  • Ampliación de la ratio de alumnos por aula, hasta un 20 por 100. Quiere esto decir que las aulas de Infantil y Primaria tendrán 30 alumnos y las de Secundaria 36. Volvemos a las cifras de la Ley General de Educación de 1970 y se irán al paro un importante número de interinos. No se aumentará el rendimiento de los alumnos, según todos los expertos, ni se mantendrá la calidad y eficiencia del sistema educativo y, en cambio, disminuirá notablemente el número de profesores. Es, sin niguna duda, ¡UN RECORTE!
  • Aumento de la jornada lectiva de los profesores: 25 horas para los maestros y 20 para los profesores de secundaria, como mínimo. Esta medida significa menos tiempo para la preparación de las clases, menos desdobles, menos atención a las recuperaciones, menos actividades extraescolares... y, desde luego, menos profesores y más interinos al paro. Es una medida que no aumenta el rendimiento ni mejora la eficiencia del sistema. Es UN RECORTE EN EL GASTO DE PROFESORADO.
  • Sustituciones a partir de diez días lectivos. Si un profesor está enfermo durante dos semanas no se le sustituye. Eso quiere decir que le sustituye el profesor de guardia --si es que hay suficientes, dado el aumento del número de horas lectivas-- y, como ese posible profesor no será de la materia o área del que sustituye, el alumno estará dos semanas sin clase. Obviamente sin clases no se aumenta el rendimiento del alumnado ni se mejora la eficiencia del sistema educativo. Una vez más, es UN RECORTE.
  • No obligatoriedad de ofrecer dos bachilleratos. Esta medida tiene serias dificultades para aplicarse, por un lado porque requiere la reorganización de los mapas escolares y, además, porque en centros pequeños puede plantear dificultades para completar horarios en algunas materias. En cualquier caso, nada tiene que ver con la eficiencia del sistema sino que se trata de una reducción pura y dura de efectivos. ES UN RECORTE.
  • Retraso en la aplicación de los módulos de Formación Profesional de 2.000 horas hasta el curso 2014-2015.  No tiene otro objetivo más que reducir gasto aunque sea a costa de dañar a la Formación Profesional, un sector tan importante en este período de crisis.
Señor Ministro, no debe usted tomar por tontos a la ciudadanía y mucho menos a la comunidad educativa. Ya no es usted un tertuliano al que se le permite que diga cualquier barbaridad, incluso cuantas más barbaridades diga, más popular, porque las palabras se las lleva el viento y la función de un tertuliano es entretener al personal.

Como Ministro de Educación tiene la enorme responsabilidad de la formación de nuestros hijos, de las generaciones futuras, y eso no se puede tomar a la ligera, como suele hacer usted.  Si la misión que le han encargado como ministro es recortar, dígalo sin tapujos, defiéndalo y déjese de palabrería hueca. Ya no estamos en la radio.

Muchas gracias.

viernes, 20 de abril de 2012

Estados Unidos, ¿un país avanzado?

Durante estas semanas que he pasado en el imperio --en la primera potencia mundial--, me he preguntado en diferentes ocasiones si realmente estaba en el país más avanzado de la tierra. Y donde más veces me he hecho esa pregunta ha sido en los varios aeropuertos por los que me ha tocado pasar.
Como muestra valga este botón:

Llego al aeropuerto internacional de Washington Dulles y me dirijo al mostrador para sacar mi tarjeta de embarque y facturar las maletas. Doscientas personas haciendo una tremenda cola. No exagero, ¡doscientas, como mínimo!, ante el mostrador de una sola compañía y en un aeropuerto no excesivamente grande. Tampoco me extraña porque no es la primera vez que me pasa.

¿Por qué va tan lenta la cola? La tarjeta de embarque hay que obtenerla a través de una máquina. Existe una serie de ellas donde se supone que uno debe personalmente conseguir su tarjeta, pero ¡oh casualidad! junto a cada máquina hay un trabajador de la compañía. Me dirijo a una de estas máquinas, meto mi pasaporte por un scaner (es lo que me pide que haga) y me sale un anuncio de que necesito ayuda de un operario. Abandono la máquina y me acerco al mostrador.

Creo que mi caso no es el único. ¿Para qué está la máquina?, me pregunto. Probablemente para hacer más lento el proceso y para que la cola sea más larga.

Salgo por fin de este laberinto y me dirijo a pasar el control de seguridad. Ahí la cola ya es de 300 personas; la tecnología americana sigue ganado adeptos. Me dirigen, despúes de una larga espera, a una fila en la que están experimentando un nuevo aparato para controlar los pasaportes. Pienso que he tenido suerte, pues al ser una máquina moderna, será más rápida; pues no, yerro totalmente. Estoy 10 minutos delante del policía. Introduce una y otra vez mi pasaporte en una especie de scaner, la máquina hace un ruido como de no gustarle, el policía mira el pasaporte con una lupa... y después de un rato --y yo creo que desesperado-- decide dejarme pasar. Yo ya empezaba a impacientarme y a pensar que terminaría en alguna celda sometido a un duro interrogatorio.

Pasada esta barrera nos acercamos a la siguiente, el control de seguridad: pasar los equipajes de mano y nosotros mismos por difentes artilugios de alta tecnología. Colas de nuevo --me estoy convenciendo de que los EEUU es el país de las colas. Hay que quitarse casi todo, zapatos incluidos, y luego pasar por una especie de rayos X desde el que te hacen una fotografía con los brazos detrás de la nuca. Y con un poco de suerte, como me pasó a mí, eres elegido para analizar tus zapatos. Después de haber pasado por el scaner, se los entregas a un individuo que hace un detallado estudio de sus caracteristicas. No sé si estarán investigando las tendencias terroristas de un sujeto en base a sus zapatos.

Tras ser sometido a toda esta tecnología de alta gama, uno queda exhausto y dispuesto a no volver a viajar por la gran potencia.

Pero sobre todo, una vez pasada la experiencia y el avión volando, uno se pregunta por el objetivo de tanta tecnologia. No tengo una respuesta clara pero sí hay algo de lo que estoy seguro: nada tiene que ver con hacer más cómodo el viaje al usuario, ni tan siquiera con la seguridad. Creo, cada vez estoy más convencido, que tiene como objetivo amedrentar a los ciudadanos, llevarles a la conciencia de que la llamada "seguridad" es motivo más que suficiente para cualquier vejación, para que no respeten tus derechos, para que te sientas maltratado y, sin embargo, no se te ocurra protestar.

En definitiva, se trata de que te olvides de que eres un ciudadano y te conviertas en un manso cordero que sigue fielmente a su pastor.

Muchas gracias.

jueves, 12 de abril de 2012

Estados Unidos: dos visiones

Warren Buffett, norteamericano y uno de los hombres más ricos del mundo, explicó hace unos meses que pagaba, porcentualmente, menos impuestos que su secretaria. Era una manera de señalar que las leyes fiscales de Estados Unidos, como las de nuestro país y muchos más, favorecen a los más ricos.
En estos momentos de crisis, donde los ciudadanos vienen sufriendo paro, recortes en sus salarios y en sus prestaciones sociales, resulta demoledor saber que a los más ricos no solo no les afecta la crisis sino que pueden sortearla con mayor facilidad.

El Presidente Obama, apoyado por el propio Buffett y una docena más de "patriotas" multimillonarios, presentó hace unos días la llamada "Buffett Rule", una ley que permitirá aumentar los impuestos a aquellos que ganen más de un millón de dólares al año.

Los republicanos se oponen radicalmente a esa medida y su jefe de presupuestos, Paul Ryan, propone para reducir el deficit que sean los ciudadanos que utilizan Medicaid y Medicare, justamente los jubilados con menos recursos, los que paguen buena parte de estos servicios. ¿No os suena al copago? Paul Ryan insiste en que la actitud de Obama no tiene otro objetivo que el de justificar una posterior subida de impuestos generalizada y que Buffett tiene los mismos derechos en Medicaid y Medicare que cualquier otro, con la diferencia que él nunca los va a utilizar.

Cuando se analiza esta polémica desde la perspectiva española, como es mi caso, le surgen a uno muchas preguntas. La primera, ¿cómo es posible que en España, donde tenemos el mismo problema, donde las SICAV permiten que las grandes empresas prácticamente no paguen impuestos, no estemos discutiendo de lo mismo? ¿cómo es posible que el PSOE haya permitido esa situación durante tantos años y ni tan siquiera se haya propuesto el incremento de los impuestos para las personas con mayores ingresos? ¿es que no hay otra salida que los recortes, el copago en la sanidad, la subida de las tasas académicas, la eliminación de derechos sociales?

¿Qué pasa con los empresarios españoles? ¿Dónde están los Botin, los Amancio Ortega... dispuestos a sacrificarse en momentos de crisis? ¿Dónde están sus propuestas de apretarse el cinturón, de aumentar los impuestos que pagan o reducir sus beneficios?

Una vez más es la ley del embudo la que se aplica. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?

Muchas gracias.


miércoles, 11 de abril de 2012

San Francisco desde la ventana

Son las once de la mañana. Luce el sol, casi un milagro en esta ciudad, y dan ganas de salir a dar un paseo. Caminamos un par de manzanas hasta nuestra "cafetería" preferida. Caminar por San Francisco siempre es un buen ejercicio: subes, bajas, casi nunca vas recto.

Llegamos a nuestro destino. Un "cafe latte" y un "capuccino" y nos sentamos con nuestras novelas en unos sillones con orejeras, junto a unas plantas de interior, en medio de las cuales una fuentecita deja correr el agua, que acompaña con su música nuestra lectura.

¡Cómo ha cambiado la cultura del café en este país!  De ese cafe bastante malo, el llamado "café americano", que conseguías en un Dunkin Donuts o en un McDonald´s, se ha pasado a elegir de una larga lista de combinaciones de cafe, cada día más sofisticadas. En vez de tomártelo mientras caminas, quemándote los labios y con un sabor horrible, ahora te sientas en un cómodo sillon y lo vas degustando mientras te dedicas a cualquier otra actividad apetecible. De ese cambio ha sido principal protagonista y casi exclusivo motor "Starbucks", esa compañía que ya tenemos también en nuestras ciudades españolas.

Las "cafeterías" americanas son lo más parecido al salón de tu casa: sofás un poco raidos, sillas de diferente tipo y color, mesas de centro junto a mesas de bar, cuadros en las paredes y un ambiente agradable que te anima a disfrutar el momento.

Antes de iniciar la lectura de mi novela, no puedo evitar echar un vistazo a mi alrededor: una joven asiática con ordenador y un libro trabaja árduamente; a mi izquierda, una pareja de motoristas de Harley Davidson, con sus zamarras de cuero, conversan animadamente; a mi espalda otra joven trabaja con su ordenador; justo al lado de la puerta un anciano con su gorra de béisbol acaba de levantarse para salir.

Cojo la novela pero mi intención de iniciar la lectura se ve truncada por la llegada de un personaje que me interesa: es un hombre de unos cuarenta años, pelo rapado, mochila al hombro, que entra en un patinete  --¡sí, en un patinete como los que teníamos cuando éramos niños!--, "aparca" su patinete entre dos sillones y pide lo que, para mi, sería una suculenta comida. Son las once y media de la mañana. Se sienta justo detrás de mí y el olor de su comida me acompaña todo el tiempo.

Me pongo a leer "Live Wire" de Harlan Coben. A pesar del interés que siempre me proporciona la novela negra, no puedo evitar echar un vistazo a la calle, desde la espléndida vitrina en la que estoy situado: una mujer joven pasa corriendo, empujando un carrito con sus dos gemelos, un señor mayor renquea, arrastrando su andador, el autobús para justo delante de mi mirador y se suben varias mujeres mayores, casi todas asiaticas, un chico joven pasa como una exhalación encima de su "skateboard".

Retorno a mi lectura. El sol me calienta a través del ventanal, el agua de la fuentecita sigue corriendo, la gente pasa delante de mí como si de una película muda se tratase.  Todo anima a disfrutar. San Francisco es, sin duda, una ciudad amigable.

Muchas gracias.

martes, 3 de abril de 2012

Un viaje en autobús por la ciudad de San Francisco

Hace unos meses escribía sobre la experiencia de un viaje en tren por Marruecos, concretamente de Tanger a Rabat. De un viaje así uno puede esperar emociones y sorpresas.  No parece, en cambio, que un trayecto en autobús por una ciudad tan emblemática como San Francisco pueda deparar otra cosa que paisajes bonitos. Sin embargo, como podreis comprobar si seguís leyendo, la realidad es muy otra. ¿Dónde está el Tercer Mundo? ¿en los trenes marroquíes o en los autobuses norteameicanos?

Esta mañana decidimos acercarnos al museo de Arte Moderno de la ciudad: SF MOMA. Habiamos intentado entrar en otra ocasión, pero con tan mala fortuna que cuando ya estabamos en la puerta comprobamos que ese dia cerraba.

Hoy, tras confirmar previamente que abría y, además, que era el único día del mes que la entrada era gratis --casualidad compensatoria por nuestra desgracia en el pasado--, nos pusimos en camino en autobús, pues no disponiamos de coche en ese momento.

Subir a un autobús en Estados Unidos y también en esta ciudad, a pesar de ser una de las que mejor transporte público tiene, es una experiencia vital. Mal acostumbrado a mis autobuses madrileños -- modernos, limpios, todo automatizado y con aire acondionado o calefacción --  entrar en un autobús en San Francisco consiste en retroceder varios decenios en mi memoria, pues decenas de años tienen los autobuses.  El sistema es bien rudimentario: se avisa, por ejemplo, de parar tirando de un cordón (algún lector de edad "madura" como yo se acordará de ese sistema), la suciedad es manifiesta y los asientos son de plástico.

Una vez acomodado, mirar el paisaje sería lo adecuado en una ciudad tan preciosa como San Francisco, pero no es lo que se hace, ya que lo interesante se encuentra en el paisanaje. Un gordo afroamericano, de mas de 150 kilos, va dormitando enfrente de mí. Delante de él va sentado un señor mayor, de movimientos lentos, que lleva en la mano una botella de agua que, sin saber cómo, se le abre y se le derrama por todo el asiento. Con el culo mojado se levanta y, con la ayuda del vecino gordo, trata de absorber el agua con un trozo de papel que no seca nada y luego con un pañuelo que se empapa.  Sigue habiendo agua en el asiento. Termina echándola al suelo y volviéndose a sentar pues si ya tiene el culo mojado, ¡qué importa mojárselo un poco más!

Sin haber terminado esta operación, se sienta a nuestro lado un "cowboy" auténtico: patillas largas, sombrero tapándole media cara, botas altas y mal olor, muy mal olor, no sé si de las vacas o, lo que es más probable, de no lavarse.

Mientra observamos a nuestro nuevo vecino, se sube al autobús un nuevo personaje, una mujer negra que va vestida como una jovencita pero debe tener más de 70 años. Nada más entrar discute con el conductor, parece que no quiere pagar, el otro la recrimina y ella le llama de todo menos bonito. El conductor la conmina a que se baje del autobús pero ella se niega y el conductor para el vehiculo hasta que ella se baje. Después de una colección de insultos que aumentaron mis conocimientos de la lengua inglesa, la individua, chillando a la vez que habla por un móvil, decide abandonar el autobús. Estaba completamente loca, pero tengo que recordar que en Estados Unidos los locos no están en hospitales psiquiátricos, que son muy caros, sino en la calle.

El resto del paisanaje: asiáticos, afroamericanos, "homeless" y en general gente sin recursos que no tiene coche, ni tan siquiera de tercera mano, se mantenían hieráticos, como si eso fuera el pan nuestro de cada día, que estoy seguro lo es.

En el trayecto de vuelta la fotografía del paisanaje se completó con una pareja, chico y chica.  El chico vestía una falda de vuelo con lunares y la chica unos "jeans". La falda le permitía al chico mostrar unos hermosos tatuajes en sus piernas, uno de ellos de una chica desnuda. También contamos con un joven que debía hacer unos minutos que se había escapado del hospital, pues aún llevaba las cintas de plástico que te ponen en la muñeca para reconocerte. En un día más bien frio iba en camiseta, sin mangas, y su cara de loco evidenciaba su condición.

Para conocer lo que da de sí la sociedad norteamericana basta con subirse un día a un autobús en cualquier ciudad de Estados Unidos y mirar en derredor. Eso no suele salir en las películas; hay que venir aquí para verlo.

Muchas gracias.

domingo, 1 de abril de 2012

Estados Unidos es diferente

Desde que llegué a este país hace unos días, sigo con mucho interés la polémica en torno a la ley sobre el sistema de salud, propiciada por el presidente Obama.  Es un tema sobre el que, en muchas ocasiones, había conversado con norteamericanos --de todos los colores-- y casi siempre me había sorprendido su manera de enfocar este asunto.

Los datos son claros y estremecedores:
  • Unos 40 millones de personas en Estados Unidos no tienen ningún tipo de seguro médico. Obviamente, si les viene una enfermedad grave, larga o costosa, les significa su ruina. He oído y leído multitud de historias sobre familias que han terminado en la calle, como "homeless", por este motivo.
  • La medicina en Estados Unidos es una de las más caras del mundo.
  • Las compañías de seguros son extraordinariamente poderosas en este país y sus "lobbies" tienen una gran fuerza.
Bien, Obama ha intentado solucionar este grave problema estableciendo una ley que, de forma resumida, obliga a todos los ciudadanos a tener un seguro médico, pagando el Estado el de los que no lo puedan pagar.  A la vez ha puesto algunas limitaciones a los precios, muchas veces abusivos, de las aseguradoras.  De esta manera todos los ciudadanos tendrían asegurada su salud ante una eventualidad.

Un sector importante de la sociedad americana ve esta medida como "la llegada del socialismo " al país y se opone frontalmente. De hecho, en estos momentos el Tribunal Supremo (equivalente a nuestro Tribunal Constitucional) está discutiendo sobre la constitucionalidad de la Ley y, por lo que aparece en prensa, es posible que la declaren inconstitucional.

Lo más sorprendente para un europeo es que la posible base de esa inconstitucionalidad de la Ley consiste en lo que que aquí llaman "el mandato", es decir, el que el gobierno --Estado-- obligue a todos los ciudadanos a que tengan un seguro. Se afirma que el Estado no puede obligar a un ciudadano a "comprar" un seguro.

Es decir, lo que en Europa es un derecho --"el derecho a la salud"--, que se concreta en que todos los ciudadanos tienen acceso a un seguro medico que les proteja, aqui en el imperio es una intromisión del Estado en la libertad de los individuos de elegir si quieren o no un seguro. Sorprendente, pero cierto.

El problema, como casi siempre, tiene que ver con la economía, con los grandes negocios de las aseguradoras, los hospitales y los laboratorios farmaceuticos, pero se enmascara en esa defensa de la libertad individual, tan querida en este país. Veremos si no le cuesta la presidencia a Obama. Ya hubo algunos precedentes de fracasos: Clinton lo intentó en su momento y tuvo que abandonarlo derrotado.

Muchas gracias