Es un lugar común en el mundo de la enseñanza la afirmación sobre el excesivo número de reformas que ha sufrido nuestro sistema educativo y las consecuencias negativas que este hecho tiene sobre la educación de nuestros hijos. Aunque no todos contemplan este tema de la misma manera, existe un sector de la sociedad que no ve mal esta proliferación de reformas: las editoriales de libros de texto.
Como señalaba hace unos días un portavoz de la Asociación de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele), la patronal que agrupa a 30 empresas del sector, "si hay una nueva ley, tiene que haber un cambio del material". Dicho en román paladino, si hay una nueva ley tenemos más negocio.
Sin embargo, parece que ese chollo se está poniendo en cuestión dadas las difíciles circunstancias por las que están pasando muchos ciudadanos en nuestro país. Cuando es una prioridad abrir los comedores escolares durante el verano, porque si esto no ocurre un buen número de niños dejarán de hacer su comida principal, resulta como mínimo vergonzoso plantearse cambiar los libros el curso próximo, lo que puede significar un gasto familiar de 180 euros por alumno.
Son ya ocho las comunidades autónomas que se han negado a cambiar los libros de texto de primero, tercero y quinto de Primaria (que son los cursos que tendrán que aplicar la LOMCE el próximo curso). Los editores se quejan: "Hay regiones que adjudican su decisión a que la LOMCE no supone muchos cambios de contenidos, sino de pedagogía y didáctica. Como si eso no fuese una razón para adaptar los materiales". "¿La LOMCE se puede aplicar con material docente que no incluya las novedades de la ley?" se preguntan.
Pues habrá que hacer un esfuerzo, les diría yo. Desde luego lo que no es posible es pretender cargar a las familias con ese gasto. Y parece que ni el ministerio está dispuesto a ampliar la cuantía de las becas para libros --que más bien han sido fuertemente reducidas-- ni los colegios tienen fondos para comprar nuevos libros para todos sus alumnos.
El libro de texto debe reconducirse a su papel como un instrumento más --y no imprescindible-- de apoyo al profesorado, y dejar de ser un inmenso negocio para las editoriales. La crisis puede ser un buen momento para replantearse la función del libro de texto, máxime cuando tenemos infinidad de materiales gratuitos en la red.
Muchas gracias.
Como señalaba hace unos días un portavoz de la Asociación de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele), la patronal que agrupa a 30 empresas del sector, "si hay una nueva ley, tiene que haber un cambio del material". Dicho en román paladino, si hay una nueva ley tenemos más negocio.
Sin embargo, parece que ese chollo se está poniendo en cuestión dadas las difíciles circunstancias por las que están pasando muchos ciudadanos en nuestro país. Cuando es una prioridad abrir los comedores escolares durante el verano, porque si esto no ocurre un buen número de niños dejarán de hacer su comida principal, resulta como mínimo vergonzoso plantearse cambiar los libros el curso próximo, lo que puede significar un gasto familiar de 180 euros por alumno.
Son ya ocho las comunidades autónomas que se han negado a cambiar los libros de texto de primero, tercero y quinto de Primaria (que son los cursos que tendrán que aplicar la LOMCE el próximo curso). Los editores se quejan: "Hay regiones que adjudican su decisión a que la LOMCE no supone muchos cambios de contenidos, sino de pedagogía y didáctica. Como si eso no fuese una razón para adaptar los materiales". "¿La LOMCE se puede aplicar con material docente que no incluya las novedades de la ley?" se preguntan.
Pues habrá que hacer un esfuerzo, les diría yo. Desde luego lo que no es posible es pretender cargar a las familias con ese gasto. Y parece que ni el ministerio está dispuesto a ampliar la cuantía de las becas para libros --que más bien han sido fuertemente reducidas-- ni los colegios tienen fondos para comprar nuevos libros para todos sus alumnos.
El libro de texto debe reconducirse a su papel como un instrumento más --y no imprescindible-- de apoyo al profesorado, y dejar de ser un inmenso negocio para las editoriales. La crisis puede ser un buen momento para replantearse la función del libro de texto, máxime cuando tenemos infinidad de materiales gratuitos en la red.
Muchas gracias.
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