viernes, 31 de agosto de 2018

El valle de Franco


Llevamos unos días -demasiados, en mi opinión- con la noticia de la exhumación del cadaver del dictador en lugar preeminente de noticieros televisivos, periódicos o boletines informativos de radio.

Que el dictador no debería estar enterrado en un lugar que han denominado como "valle de los caídos" parece obvio, pues no solo no es un "caído" -puesto que murió "dulcemente" en su cama- sino el culpable de miles de caídos durante los cuarenta años de dictadura.

Resulta, cuando menos curioso, que sea ahora -después de cuarenta años de democracia- cuando se plantee qué hacer con los restos del dictador. En los más de veinte años de gobiernos socialistas a ningún gobernante se le ocurrió pensar en ello. "Había cosas más importantes que hacer", nos dirían si les preguntásemos. Pues sí, es verdad.

Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa. ¿Que hacemos con el valle de los caídos? La propuesta que más me ha gustado, y que comparto, es la de Gabriel Rufián: "demolerlo". Puede sonar duro, pero sería lo correcto.

Vamos a suponer que no es practicable. ¿Qué hacer entonces? Pedro Sánchez, que sigue dando una de cal y otra de arena, ha dicho que "tiene que ser un lugar de reposo, un cementerio civil para las víctimas de la contienda y el franquismo" olvidándose de lo que siempre dijo el PSOE: "convertir el Valle de los Caídos en centro nacional de Memoria, desde donde se impulsara la cultura de la reconciliación y el reconocimiento de las víctimas a través de proyectos museísticos y de investigación".

Esta mañana, Jorge M. Reverte en EL PAÍS, hacía una propuesta que me ha parecido atractiva: "no tengo ninguna idea que aportar, salvo la de que nuestro Congreso de los Diputados se diera a sí mismo la capacidad de declarar lugares como de "ninguna parte".

De esta manera el problema de a quien le damos la custodia de ese lugar desaparecería pues al ser de ninguna parte no necesita custodia. Nos evitaríamos también el tener que ofrecer esa custodia a la Iglesia, que después de la denuncia de abusos a menores de Irlanda, no está para custodiar nada.

¿Quién iba a querer visitar un "lugar de ninguna parte"? ¿Cómo llegar a él? Bastaría con cerrar el monumento y en la valla de la entrada poner un cartel que dijera "este lugar es de ninguna parte"




jueves, 30 de agosto de 2018

El olvido


Sentado en el porche de mi casa del pueblo, -disfrutando del rumor del agua que corre por la garganta y del verde de las hojas que se resisten a caer, a pesar de la proximidad del otoño-, me ha llegado un correo al móvil en el que me recordaban si quería mantener la suscripción a los comentarios de mi blog.

Tengo que reconocer que te tenía completamente olvidado. Sí, se me había olvidado hasta tu existencia. No ha sido cuestión de tiempo ni de ganas de escribir, simplemente habías dejado de existir en mi memoria. 

En eso consiste el olvido. De pronto, algo o alguien que ha estado muy presente en tu vida cotidiana, sin saber muy bien cómo ni por qué, desaparece sin dejar rastro, como si nunca hubiera existido.

¿Realmente es así?, me pregunto. ¿Hay cosas, personas, que se olvidan sin darse uno cuenta o siempre existe una razón que lo justifica? Ese dilema me ha traído el nuevo contacto con mi blog. Y junto con el dilema, la reflexión.

Creo que el olvido es un acto consciente, fruto de la voluntad o la decisión de querer o no recordar. A veces los recuerdos son dolorosos, como los que tienen que ver con la pérdida de seres queridos y uno prefiere irlos olvidando, y otros, como los sufrimientos bajo una dictadura, conviene recordarlos. Y más en momentos como los actuales en que hay intereses en que no se recuerde, como el esfuerzo que se viene haciendo por parte de algunos políticos para que olvidemos los horrores de la dictadura franquista.

Pero los recuerdos son personales, y el olvido también, de forma que, por mucho que se intente, los que sufrimos esa dictadura no la olvidamos.

No olvidar es el mejor antídoto para evitar que la historia se repita. Y no vamos a olvidar por muchos cantos de sirena que nos ofrezcan,

jueves, 16 de noviembre de 2017

Violación o "sexo consentido"

Resulta repugnante el tratamiento que algunos medios periodísticos -incluso algunos pretendidamente "progresistas"- y televisivos están ofreciendo en relación con el juicio a los energúmenos que violaron a una joven en los sanfermines del verano pasado. Los hechos son bien conocidos por todos, pero no está de más recordarlos: una chica madrileña que esta pasando los sanfermines en Pamplona va de juerga con un grupo de chicos sevillanos, probablemente beben mas de la cuenta todos -se lo están pasando bien- y, en un momento determinado, la meten en un portal y la violan los cuatro. La chica en estado de shock aparece en un parque y cuenta lo que le ha ocurrido, lo denuncia y la policía detiene a los culpables y les mete en prisión.

Hasta aquí todo normal. Se ha cometido un delito, la policía lo investiga, detiene a los culpables y les mete en la cárcel. Pero este delito, en la sociedad machista dominante, parece no estar claro para algunos. Realmente ¿habrá habido violación?, ya se sabe cómo son las mujeres, que van provocando a todas partes, "seguro que llevaba alguna ropa insinuante", ¿no estará mintiendo? Un presentador televisivo, Nacho Abad en Espejo Público preguntó a su público en Twiter si creía la versión de la denunciante o pensaban que hubo sexo consentido como afirman los violadores. En esa encuesta, que fue rápidamente anulada por su carácter absurdo, contestaron 3.000 personas, de las cuales más de 300 apoyaron la versión de los violadores.

El padre de uno de los acusados puso a un detective privado a seguir a la chica e investigar sus fotos en internet, y lo que es peor el juzgado ha aceptado eso como prueba. Alguien puede responderme ¿qué tiene que ver un hecho concreto -la violación- con la vida que la victima haga a continuación? ¿Qué se espera? Que esté hecha polvo toda su vida? ¿No es lógico que intente hacer una vida normal y olvidar, en la medida que pueda lo que le ha pasado?

Cambiemos de registro para entender mejor lo que está pasando. Imaginémonos  un señor al que le roban en su casa, lo denuncia ante la policía, detienen al culpable y cuando le van a juzgar ponemos en cuestión que el robo sea cierto. ¿No sería que dejó la puerta abierta provocando para que le robaran, o que puso un cartel diciendo me gusta que me roben o quizás pretendía sentirse una victima y así lo conseguía?

Obviamente a nadie se le ocurre pensar esas cosas en un delito de robo, pero sí, y de manera alarmante, en el caso de violación. Todo ello hace que la victima lo vuelva a vivir en nuevas ocasiones: cada vez que tiene que contar lo que ocurrió, en el propio juicio. Queda así marcada para toda su vida, Y lo que es peor frena el que otras victimas denuncien, al ver las dificultades por las que tendrá que pasar.

Según la Fundación Mujeres, cada ocho horas se comete una violación en España, pero solo el 20 por 100 de las veces se produce denuncia y solo el 1 por 100 termina en sentencia. Habrá que hacer algo para frenar este atropello: la educación es básica, pero también medidas legales y policiales que protejan realmente a las mujeres. Si los violados fuéramos los hombres seguro que habríamos tomado ya las medidas necesarias.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

"Presos políticos" o políticos presos

Como consecuencia de las actividades de los separatistas catalanes en su objetivo de declarar la independencia -ahora parece que de manera simbólica-, algunos de sus dirigentes han terminado en la cárcel. A continuación, hemos visto que algunos partidos políticos, asociaciones y manifestantes han solicitado la liberación de los "presos políticos"; dando por supuesto que en España, en democracia, existen "presos políticos".

Tengo que reconocer que a mí, que he sido preso político durante mas de tres años en la etapa franquista, me resulta inapropiada e incorrecta esa denominación y trataré de explicar por qué.

Vaya por delante mi total desacuerdo con la decisión de la juez Lamela de encarcelar a los miembros de govern, cuando lo adecuado habría sido que si considera que ha habido algún delito se les decretara la prisión condicional eludible con una fianza, como ha hecho el juez del Tribunal Supremo con los miembros de la mesa del Parlament y que será lo que se termine haciendo.

Paso a explicar cómo y por qué yo fui preso político:
- Me detuvo un miembro de la brigada político-social poniéndome una pistola en la sien cuando salía de tomar un café a la puerta de mi lugar de trabajo.
- Me tuvieron 3 días en los calabozos de la Dirección General de Seguridad amenazándome y dándome algunas ostias (hubo otros a los que les molieron a palos). Y por si era poco detuvieron también a mi mujer embarazada y a mi hermano, que nada tenían que ver con mi actividad política.
- Me juzgó el Tribunal de Orden Público, aceptando como única prueba el informe de la policía, sin posibilidad de que mi abogado aportara prueba en contra alguna.
- Me condenaron a cinco años por "asociación ilícita" (pertenecer a un partido político) y cuatro más por "propaganda ilegal" (expresar mis ideas).
- Pasé tres años y medio (hasta que murió el dictador) en diferentes cárceles (Carabanchel, Soria y Segovia) viviendo en unas condiciones que nada tienen que ver con las actuales cárceles de Soto del Real o Alcalá-Meco.

A estos políticos no les han enviado a prisión por pertenecer a su partido -que es completamente legal- ni por expresar sus ideas que lo hacen cada día y lo siguen haciendo desde su celda. Les han encarcelado por incumplir leyes que se han aprobado en una sociedad democrática como es la española. De la misma manera que ha habido políticos encarcelados por "chorizos" u otros asuntos.

Presos políticos como yo, durante el franquismo, ha habido varios miles, que luchamos para cambiar este país y para que hoy tengamos una democracia -con sus fallos y defectos, claro que sí, pero democracia- y resulta indignante que se trate de olvidar.

Amigos de Esquerra Republicana, de la CUP, de Unidos Podemos, activistas de la ANC y de Ómnium Cultural, jóvenes estudiantes que cortabais las calles y vías del tren con vuestras banderas esteladas, no os olvidéis que eso lo podéis hacer porque España es una democracia consolidada (que entre todos debemos mejorar) y lo es gracias a esos miles de verdaderos"presos políticos" como yo a los que queréis enterrar en el olvido y, lo que es peor, banalizar con vuestras comparaciones injustas.



 

martes, 14 de noviembre de 2017

¿Adonde nos lleva el independentismo?

Acabo de pasar unos días en Barcelona, ciudad que me encanta y a la que suelo ir siempre que puedo. Tengo allí muchos amigos y muchos recuerdos agradables de estancias anteriores.

En esta ocasión mi estancia ha coincidido con un momento álgido del independentismo y os puedo asegurar que lo he notado intensamente.

Paseando por la Rambla me encontré con un numeroso grupo de jóvenes con la estelada sobre sus hombros que lanzaban gritos a favor de la independencia mientras cortaban el tráfico y dificultaban el paseo de los que transitábamos por allí.

En otro momento mientras me tomaba un café, a la vez que admiraba la bella portada de la iglesia de Santa María del Pi, un numeroso grupo -también de jóvenes (obviamente estudiantes)- pasaban en dirección a la plaza de Sant Jaume, mientras coreaban consignas independentistas.

No soy quien se va a quejar de que las personas se manifiesten, sea por la causa que sea, pues yo mismo lo he hecho en multitud de ocasiones y en circunstancias, a veces, bastante más difíciles. Es un derecho que tenemos reconocido y que es positivo ejercer siempre que lo estimemos oportuno.

Otra cosa es lo que me ocurrió el día que me venía de vuelta a Madrid. Tenía un billete para volver en el AVE a las seis de la tarde. Estando en la estación a la espera de abordar el tren, un numeroso grupo -de nuevo de estudiantes- entró en la estación ocupando las vías del tren e impidiendo su salida. El resultado fue que se suspendió el servicio, no pude volver a Madrid, me tuve que buscar un hotel que me costó pagar de mi bolsillo y viajar el día siguiente. Una mujer, que estaba a mi lado en la estación, me preguntaba desolada "¿Y que hago ahora si tengo que estar en Madrid mañana a las nueve?" Como ella todos los pasajeros de ese tren, y de los siguientes, tuvimos que cambiar nuestros planes gracias a la labor de estos jóvenes independentistas. Se había convocado huelga general ese día, pero ningún trabajador la siguió y los estudiantes decidieron hacer la huelga impidiendo la salida de los trenes.

Mi estancia en Barcelona estos días me ha servido para constatar algunas cuestiones:
- Los turistas están desapareciendo de Barcelona. Ya no se encuentran tan masivamente como antes. La mayoría de los cruceros que paraban en la ciudad han dejado de hacerlo para irse a Valencia.
- Las acciones de los independentistas no responden a la improvisación, o al cabreo por la situación, sino que están perfectamente diseñadas y se realizan con una precisión milimétrica. La ocupación de la estación de Sants fue un ejemplo claro: por un lado entraron como 500 estudiantes de golpe a las vías y, en paralelo, todos los trenes de cercanías que llegaban en esos momentos a la estación venían repletos de estudiantes que se unían a la ocupación.
- El hartazgo de una gran parte de la ciudadanía respecto a la situación es evidente. Todos los amigos con los que hablé me lo confirmaron, así como la división que han producido en la sociedad: familias que no se hablan, amigos que no quieren comentar la situación...

Y yo me pregunto, ¿adonde conduce esta locura? A arruinar Cataluña quizás, a aumentar el paro, a que la ciudadanía viva peor... Eso es el independentismo.

miércoles, 3 de mayo de 2017

"La vida negociable"

Hace unas horas que he terminado de leer la última novela de Luis Landero, "La vida negociable", y sigue revoloteando por mi mente las aventuras y desventuras de Hugo Bayo, ese peluquero -protagonista de la novela- cuya vida ha estado siempre alejada de sus sueños de genio incomprendido.

Landero, como es costumbre, nos deleita con una imaginación desbordante, un lenguaje rico y ajustado y un sin fin de sorpresas y guiños inesperados. "La vida negociable" es una novela oral, una historia narrada por el propio protagonista al estilo de los juglares populares que iban contando sus historias por los pueblos y caminos.

Realmente la vida ¿es negociable?, o por el contrario es fruto del azar, de las coincidencias en las que el ser humano nos vemos obligados a subirnos al tren en marcha o a dejarlo pasar. ¿Cuál es nuestra vida? La que soñamos, la que deseamos vivir o la que realmente vivimos. De todo esto habla esta novela de forma sorprendente, llena de matices y de belleza.

Landero nos enfrenta a situaciones dramáticas, comedia,  épica o folletín y recorre los diferentes géneros y registros de la narración oral. De todo tenemos en esta estupenda novela, cuya lectura recomiendo vivamente.

Hugo Bayo, en las páginas finales de la novela, después de tantas vicisitudes y tantos fracasos como ha vivido, recuerda que su padre siempre le decía "que todo en la vida es negociable" y comenta "y es verdad. Si no con todo, uno tiene que aprender a negociar con muchas cosas, empezando por uno mismo, y también la felicidad se negocia, y los sueños y las ilusiones también se negocian". Esa negociación con uno mismo es la que nos puede llevar a situarnos en este mundo que nos ha tocado vivir.

Con tanta podredumbre con la que nos despertamos quizás nos convenga "negociar",  decidir qué es lo que admitimos y lo que no, dónde nos situamos ante esta avalancha de corrupción y desvergüenza.

Muchas gracias.


martes, 11 de octubre de 2016

Aún se está a tiempo

Ayer hablaba con un buen amigo, militante socialista, sobre la crisis que vive su partido después del bochornoso espectáculo del comité federal del pasado sábado. Y me decía, entristecido y con lágrimas a punto de brotar de sus ojos, que si se cumplía la previsión de que el PSOE se abstuviera en la investidura de Mariano Rajoy, él abandonaría el partido --después de más de treinta años de militancia.

Me consta que no es un caso único. Conozco a más militantes que piensan lo mismo e incluso hemos podido leer en la prensa las historias de "viejos" militantes dispuestos a seguir su ejemplo. Y si nos referimos a los votantes, ¿cuántos millones más perderá el PSOE si apoya al corrupto Rajoy?

Nos están vendiendo la burra de que no hay otra salida, que la abstención permitirá hacer una oposición dura al PP y recuperar la confianza perdida, que las terceras elecciones serían un descalabro para los socialistas.

Tratemos de echar un poco de luz sobre estas afirmaciones:

-"No hay otra salida": mentira. Existía, y no se ha querido desarrollar, la posibilidad de organizar un gobierno del cambio con Podemos y Ciudadanos o los partidos nacionalistas. Esa posibilidad sigue estando; lo que ocurre es que ha sido vetada por la nueva dirección del PSOE, a pesar de que sectores progresistas de la ciudadanía la sigan defendiendo. Hace unos días salía una convocatoria en la prensa firmada por muchas personas de izquierdas y ayer, por ejemplo, la reivindicaba Baltasar Garzón en "El Intermedio". Ya sabemos que su consecución no es fácil, ¿pero quién pretende que reformar la sociedad en una dirección progresista sea fácil?

- "Haremos una oposición dura": mentira. No es que no tengan intención de hacerla, sino que no es posible.  La coalición PP-Ciudadanos, junto con el control del Senado por el PP y las posiciones de derecha de algunos partidos nacionalistas, hacen imposible llevar a cabo, en esas condiciones, ninguna política que favorezca los intereses de los sectores más desfavorecidos de la ciudadanía; y ya no digamos si la pretensión fuera acabar con la corrupción.

- "Las terceras elecciones serán un descalabro para el PSOE". Eso habrá que verlo. Es cierto que las encuestas predicen unos malos resultados --hablan de no llegar a ochenta diputados--, pero ¿debemos fiarnos de las encuestas? Aún es posible poner a un buen candidato, que los hay --y no precisamente esos denominados "barones"--, hacer una buena campaña y volver a atraer a muchos votantes desengañados. Conviene recordar que la pérdida de votos del PSOE corresponde a la segunda --y desastrosa-- legislatura de Rodriguez Zapatero y al periodo de Rubalcaba.  Durante el periodo en que Sánchez fue secretario general solo se perdieron el 0.3 por ciento de los votos. Nunca hay que tener miedo a unas elecciones si se ofrece una política que defienda los intereses de los ciudadanos, si se combate la corrupción, y si se pone uno del lado de los más débiles y no de los poderosos.

Aún se está a tiempo de rectificar. No se trata, como dice la ínclita Susana Diaz, de "coser", sino de defender políticas progresistas, de acabar con las luchas de poder dentro del PSOE y de defender a los ciudadanos y no las parcelas de poder que cada "baron" tiene. En definitiva, se trata de "ser socialistas".

Muchas gracias.