Acabo de pasar unos días en Barcelona, ciudad que me encanta y a la que suelo ir siempre que puedo. Tengo allí muchos amigos y muchos recuerdos agradables de estancias anteriores.
En esta ocasión mi estancia ha coincidido con un momento álgido del independentismo y os puedo asegurar que lo he notado intensamente.
Paseando por la Rambla me encontré con un numeroso grupo de jóvenes con la estelada sobre sus hombros que lanzaban gritos a favor de la independencia mientras cortaban el tráfico y dificultaban el paseo de los que transitábamos por allí.
En otro momento mientras me tomaba un café, a la vez que admiraba la bella portada de la iglesia de Santa María del Pi, un numeroso grupo -también de jóvenes (obviamente estudiantes)- pasaban en dirección a la plaza de Sant Jaume, mientras coreaban consignas independentistas.
No soy quien se va a quejar de que las personas se manifiesten, sea por la causa que sea, pues yo mismo lo he hecho en multitud de ocasiones y en circunstancias, a veces, bastante más difíciles. Es un derecho que tenemos reconocido y que es positivo ejercer siempre que lo estimemos oportuno.
Otra cosa es lo que me ocurrió el día que me venía de vuelta a Madrid. Tenía un billete para volver en el AVE a las seis de la tarde. Estando en la estación a la espera de abordar el tren, un numeroso grupo -de nuevo de estudiantes- entró en la estación ocupando las vías del tren e impidiendo su salida. El resultado fue que se suspendió el servicio, no pude volver a Madrid, me tuve que buscar un hotel que me costó pagar de mi bolsillo y viajar el día siguiente. Una mujer, que estaba a mi lado en la estación, me preguntaba desolada "¿Y que hago ahora si tengo que estar en Madrid mañana a las nueve?" Como ella todos los pasajeros de ese tren, y de los siguientes, tuvimos que cambiar nuestros planes gracias a la labor de estos jóvenes independentistas. Se había convocado huelga general ese día, pero ningún trabajador la siguió y los estudiantes decidieron hacer la huelga impidiendo la salida de los trenes.
Mi estancia en Barcelona estos días me ha servido para constatar algunas cuestiones:
- Los turistas están desapareciendo de Barcelona. Ya no se encuentran tan masivamente como antes. La mayoría de los cruceros que paraban en la ciudad han dejado de hacerlo para irse a Valencia.
- Las acciones de los independentistas no responden a la improvisación, o al cabreo por la situación, sino que están perfectamente diseñadas y se realizan con una precisión milimétrica. La ocupación de la estación de Sants fue un ejemplo claro: por un lado entraron como 500 estudiantes de golpe a las vías y, en paralelo, todos los trenes de cercanías que llegaban en esos momentos a la estación venían repletos de estudiantes que se unían a la ocupación.
- El hartazgo de una gran parte de la ciudadanía respecto a la situación es evidente. Todos los amigos con los que hablé me lo confirmaron, así como la división que han producido en la sociedad: familias que no se hablan, amigos que no quieren comentar la situación...
Y yo me pregunto, ¿adonde conduce esta locura? A arruinar Cataluña quizás, a aumentar el paro, a que la ciudadanía viva peor... Eso es el independentismo.
En esta ocasión mi estancia ha coincidido con un momento álgido del independentismo y os puedo asegurar que lo he notado intensamente.
Paseando por la Rambla me encontré con un numeroso grupo de jóvenes con la estelada sobre sus hombros que lanzaban gritos a favor de la independencia mientras cortaban el tráfico y dificultaban el paseo de los que transitábamos por allí.
En otro momento mientras me tomaba un café, a la vez que admiraba la bella portada de la iglesia de Santa María del Pi, un numeroso grupo -también de jóvenes (obviamente estudiantes)- pasaban en dirección a la plaza de Sant Jaume, mientras coreaban consignas independentistas.
No soy quien se va a quejar de que las personas se manifiesten, sea por la causa que sea, pues yo mismo lo he hecho en multitud de ocasiones y en circunstancias, a veces, bastante más difíciles. Es un derecho que tenemos reconocido y que es positivo ejercer siempre que lo estimemos oportuno.
Otra cosa es lo que me ocurrió el día que me venía de vuelta a Madrid. Tenía un billete para volver en el AVE a las seis de la tarde. Estando en la estación a la espera de abordar el tren, un numeroso grupo -de nuevo de estudiantes- entró en la estación ocupando las vías del tren e impidiendo su salida. El resultado fue que se suspendió el servicio, no pude volver a Madrid, me tuve que buscar un hotel que me costó pagar de mi bolsillo y viajar el día siguiente. Una mujer, que estaba a mi lado en la estación, me preguntaba desolada "¿Y que hago ahora si tengo que estar en Madrid mañana a las nueve?" Como ella todos los pasajeros de ese tren, y de los siguientes, tuvimos que cambiar nuestros planes gracias a la labor de estos jóvenes independentistas. Se había convocado huelga general ese día, pero ningún trabajador la siguió y los estudiantes decidieron hacer la huelga impidiendo la salida de los trenes.
Mi estancia en Barcelona estos días me ha servido para constatar algunas cuestiones:
- Los turistas están desapareciendo de Barcelona. Ya no se encuentran tan masivamente como antes. La mayoría de los cruceros que paraban en la ciudad han dejado de hacerlo para irse a Valencia.
- Las acciones de los independentistas no responden a la improvisación, o al cabreo por la situación, sino que están perfectamente diseñadas y se realizan con una precisión milimétrica. La ocupación de la estación de Sants fue un ejemplo claro: por un lado entraron como 500 estudiantes de golpe a las vías y, en paralelo, todos los trenes de cercanías que llegaban en esos momentos a la estación venían repletos de estudiantes que se unían a la ocupación.
- El hartazgo de una gran parte de la ciudadanía respecto a la situación es evidente. Todos los amigos con los que hablé me lo confirmaron, así como la división que han producido en la sociedad: familias que no se hablan, amigos que no quieren comentar la situación...
Y yo me pregunto, ¿adonde conduce esta locura? A arruinar Cataluña quizás, a aumentar el paro, a que la ciudadanía viva peor... Eso es el independentismo.
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