lunes, 29 de julio de 2013

El Lago de Sanabria o cómo olvidarse de Rajoy

Para salir de la ciénaga maloliente que Rajoy, Bárcenas y demás adláteres nos ofrecen cada día, nada mejor que venirse a los espacios abiertos del Parque Nacional del Lago de Sanabria.

Acabo de subir de la terraza de la casa rural en la que estoy alojado, donde he pasado un par de horas leyendo y tomándome una tónica, mientras escuchaba las disputas de una partida de tute, veía pasear por la carretera a las lugareñas o escuchaba la conversación de dos vecinas que se preocupaban por la salud del marido de una de ellas.

Esta mañana nos dimos un paseo por uno de los senderos establecidos en el parque. Soledad, aire puro, paisaje abierto de montaña, un valle glaciar extraordinario, el sonido de algún pájaro que nunca soy capaz de identificar. Nos cruzamos con algunos senderistas que buscaban lo mismo que nosotros: paz, belleza y tranquilidad de espíritu.

Más tarde nos hemos dado una vuelta por Portugal. Fuimos por una carretera estrecha, llena de curvas y de hermosura, con pueblos tan insólitos como Rionor de Castilla o su contraparte portuguesa, Rio Onor, donde una vecina con pañuelo a la cabeza lavaba su ropa en un lavadero en el río y la tendía sobre la hierba, tal como lo hacían sus antepasados durante generaciones. Un pueblo con casas construidas con piedras apiladas y con tejas de pizarra sobrepuestas.

Por todas partes donde fuimos nos encontramos con paisajes humanos, entornos preciosos con hombres y mujeres trabajando, haciendo lo necesario para vivir. Personas que trabajan, que tienen su familia a la que cuidan lo mejor que pueden, que no pretenden amasar dinero y mucho menos a costa de los demás. Personas que se merecen una vida digna, que tienen derecho a ello y que, sin embargo, son los principales afectados de la desigualdad social que produce la avaricia, la irresponsabilidad y la desvergüenza de unos pocos.

Es verdad que estos días, estos paisajes y esta gente me han hecho olvidar la ciénaga, pero no es menos cierto que también me han reforzado en la convicción de que no podemos permitir tanta podredumbre, y que estos días aquí son un respiro para seguir luchando para reforzar la calidad democrática de nuestra sociedad y de sus instituciones. Esta crisis nos tiene que servir para eso.

Muchas gracias.

viernes, 26 de julio de 2013

Alba

Son las once de la mañana y estoy sentado en el patio de mi casa del pueblo, leyendo a la sombra de un frondoso aliso. Me acompaña el cric-crac de las cigarras y el sonido del agua fluyendo por el arroyo que bordea mi vivienda. Me acompaña también Alba, mi última nieta, sentada a mi izquierda en su hamaquita.

Alba no ha cumplido aún los tres meses, es rubia, aunque cuando le da el sol parece pelirroja, tiene unos ojos azules que brillan como zafiros, piel blanca, sonrosada después de varios días al aire libre, y un cuerpecito muy bien formado.

Estoy leyendo "En la orilla" de Rafael Chirbes; su prosa brillante y dura necesita de descansos que aprovecho para observar a Alba. Me mira fijamente; yo creo que me ve --al menos esa es la ilusión que me hago cuando compruebo que responde a mis estímulos. Mientras, trato de interpretar su lenguaje corporal, que es el único que domina, el movimiento de sus brazos y piernas, sus miradas, los sonidos que emite. Todo me resulta difícil de descifrar a la vez que interesante, placentero y gratificante. Me puedo pasar largos ratos observándola, haciendo carantoñas para que reaccione, y me da respuestas que no siempre entiendo. Me gusta ver cómo se estira o abre la boca o se despereza. Y me pregunto qué pasará por su cabecita cada vez que realiza uno de esos movimientos.

Vuelvo a mi lectura, a esa descripción dura, pero realista, que Chirbes hace del momento que vivimos, a esa visión desesperanzada de nuestro futuro, y me viene Alba a la cabeza. ¿Qué le deparará el futuro?  Será en la década de los treinta cuando ella tenga que abrirse camino en la vida. ¿Qué se encontrará? ¿Qué le habremos dejado? ¿Esta sociedad podrida que ahora tenemos? Espero que no.

Vuelvo la mirada a la hamaquita, a la sonrisa de Alba --se sonríe mucho--, a su cuerpecito por formar, y me reafirmo en que se merece un futuro digno y un mundo más decente. Se lo tenemos que ir preparando desde ahora, a ella y a todos nuestros hijos y nietos. Esa es nuestra tarea.

Muchas gracias.
 

jueves, 25 de julio de 2013

"En la orilla"

Estoy leyendo "En la orilla", la última novela de Rafael Chirbes, y no he podido resistir el impulso de animaros a su lectura.

Después de una ya larguísima temporada repleta de Bárcenas, Gúrtel, EREs y demás casos de corrupción -sin que nadie explique por qué se producen-, resulta gratificante encontrarse con una novela que nos da muchas pautas para comprender lo que estamos viviendo.

La excelente pluma de Chirbes se convierte en un bisturí que, con precisión y profundidad, disecciona la realidad en que vivimos. Y lo hace con un dominio del lenguaje, y un conocimiento de la naturaleza humana, que nos deja sorprendidos a la vez que extasiados.

Chirbes es un escritor realista, no precisamente mágico, -pues la magia brilla por su ausencia en la realidad que describe-, que penetra con gran habilidad y excelente pluma en el interior de la naturaleza humana, en sus contradicciones, en su maldad y en su inocencia.

Valenciano de nacimiento y gran conocedor de ese banco de pruebas de la corrupción que ha sido la comunidad valenciana nos describe con brillantez la codicia, el poder, la mentira  y la infamia que rodean la vida de esos "triunfadores" que han conseguido empobrecer a nuestro país. Nos describe también la envidia, la condescendencia, la permisividad con que se ha visto esta plaga que nos azota.
La trama de la novela, situada en ese mundo imaginario que ya utilizara en "Crematorio" de Misent y Olba, -tan realista por otro lado que lo podemos identificar con cualquier zona del litoral valenciano-, se desarrolla en torno a personajes que se han enriquecido al calor del boom inmobiliario, y que a su vez son los hijos de los que se enriquecieron al calor del franquismo.

Un elemento central en la novela es el pantano, el marjal, como muchos de los que hay en esa zona. Allí se tira lo que no sirve, allí se caza o se pesca, allí se esconde uno cuando lo necesita, allí se vive -en medio de ese fango-. Allí nos quieren mandar a vivir los que han convertido este país en una ciénaga nauseabunda y pestilente.

Muchas gracias.
 

lunes, 15 de julio de 2013

Ministro Wert: ¡¡un listillo!!

El ministro Wert, que venía precedido de su fama como tertuliano, capaz de defender una cosa y la opuesta o de retorcer un argumento hasta dejarlo sin sentido, está aplicando estos saberes al diseño de la nueva Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Y como muestra valga un botón.

Nuestro sistema educativo tiene un serio problema con el abandono escolar prematuro que, por cierto, no es achacable al propio sistema sino al mercado de trabajo que ofrecía al personal sin cualificación un puesto remunerado en la construcción. Estamos en torno al 25% de tasa de abandono y la Unión Europea nos pide que para 2020 nos situemos en el 10%. Tenemos también un problema menor, pero que conviene resolver, que consiste en aumentar el número de jóvenes en la educación secundaria postobligatoria hasta el 85%. Estas son exigencias europeas. Por otro lado, la ideología del esfuerzo imperante en la concepción de la LOMCE sugiere que todos los jóvenes tienen talento, pero que una parte de ellos debe dirigir ese talento a la formación profesional y que cuanto antes lo hagan será más rentable para ellos.

Resulta, en principio, difícil de combinar la reducción del abandono temprano y el aumento del porcentaje de alumnos en la secundaria postobligatoria con la segregación del alumnado a los 15 años, pero un trilero como el Sr. Wert es capaz de resolver este problema.

He aquí la solución: Se introduce en 3º de la E.S.O. dos itinerarios, uno de ellos conducente a la Formación Profesional. Creamos una Formación Profesional Básica de dos años. Esto significa que estos alumnos han estado escolarizados 11 años (9 en la educación obligatoria y 2 más), por tanto, ya están en educación postobligatoria y obtienen un título CINE 3. En román paladino, han convertido a los alumnos de los antiguos PCPI, cuya mayoría no titulaba y por tanto se contabilizaban como abandono temprano, en titulados postobligatorios, aunque no hayan aprobado la ESO y tengan que presentarse a la reválida para obtener el título. Teniendo en cuenta que se espera que vayan a la Formación Profesional Básica entre el 10 y el 12 por ciento del alumnado (es el porcentaje que ahora se dirige a las PCPI), quiere decir que, con esta obra de ingeniería contable (conocida como la magia del trilero), habrán rebajado el nivel de abandono escolar en unos 10-12 puntos.

Pero eso no es todo, porque al ser la Formación Profesional Básica estudios de CINE 3, también aumentará varios puntos el porcentaje de alumnos que se mantienen en la educación secundaria postobligatoria. ¿Alguien duda de la capacidad trilera de Wert?  ¿Es que, acaso, no es esto una auténtica mejora de la calidad de la educación?

La operación tiene un pequeño fallo, de escasa importancia: esos chicos que saldrán de la Formación Profesional Básica con un certificado de profesionalidad de nivel 1, lo más probable es que vayan directamente al paro o a la marginación. Bueno, son daños colaterales, pero se habrán cumplido los objetivos europeos, que es lo importante.

Muchas gracias.