viernes, 11 de diciembre de 2015

Una visita a los elefantes

Volvemos a levantarnos temprano porque a las ocho tenemos que salir en dirección al templo Wat Phrathat Doi Suthep, -una hora de coche-, construido en 1383 y localizado a 1.050 metros de altura. Consta de una hermosa pagoda dorada, que contiene las reliquias de Buda. Nuestra guía nos comenta algunas cuestiones sobre el budismo: hay unos 300.000 monjes y 50.000 monjas en Tailandia.  Muchos viven de la caridad del pueblo.  Hay 227 normas de monjes; entre ellas, ser célibes. Desde el templo hay unas maravillosas vistas de la ciudad de Chiang Mai y del valle Ping.

También visitamos un invernadero de orquídeas. con unos 50 tipos diferentes de esta preciosa flor.


Nos resulta muy curiosa la forma en que se crían estas flores, con sus raíces al aire y colgadas de unos clavos. A su alrededor miles de mariposas completan el hermoso espectáculo.

De las orquídeas nos pasamos a los elefantes. Visitamos el Maesa Elephant Camp. Asistimos a un "show" en el que los elefantes hacen casi de todo lo que uno pueda imaginarse y más: juegan al fútbol, giran con su trompa un aro de "hula-hoop" e incluso pintan cuadros con una habilidad artística muy por encima de la mía. Cuadros que luego se venden por precios no precisamente baratos.

Vemos a los elefantes bañarse en un río y Karen se atreve a darles de comer unos plátanos. Empezó pelándolos pero prefieren comérselos enteros. Terminamos la visita con un paseo de una hora a lomos de uno de esos elefantes.

Montado encima es como uno se da cuenta de la envergadura de estos animales. Subir y bajar cuestas 
por caminos difíciles te confirma que son un medio de transporte seguro y eficaz. eso sí, un poco lento.

Hay unos 6.000 elefantes en Tailandia; de ellos 2.000 salvajes en el norte.  Son más pequeños que los de Sudáfrica. Comen unos 100 kgs./día y lo hacen durante 20 horas; solo duermen 4 horas.  Los elefantes en este campamento tienen entre 10 y 50 años y ya no trabajan.  Son solo para turistas.  Este animal puede vivir hasta los 70 años. 

De vuelta en el hotel aprovechamos, ya que es pronto, para dar una vuelta por la ciudad, concretamente vamos a ver el "night bazar". Para ello cogemos un taxi colectivo al que más adelante se suben tres chicos jóvenes (una chica y dos chicos). Son norteamericanos. Se dedican a la creación de páginas webs y les resulta más interesante-- y más barato-- vivir en Chiang Mai que en California. No les debe ir mal porque, siendo bastante jóvenes, nos cuentan que tienen una casa en Cuenca (Ecuador) que alquilan y otra en Los Ángeles. Ellos prefieren vivir en Chiang Mai. Ese encuentro nos produce la reflexión de que podríamos hacer algo similar; con nuestra pensión viviríamos como reyes en este país.

Después de un buen paseo por el pueblo decidimos cenar en un restaurante que había visto en Trip Advisor como el mejor de la ciudad. Después de perdernos bastante, conseguimos encontrarlo: Casa Diverso. Está bien, pero quizás no para compensar el esfuerzo que nos costó dar con él. Volvemos al hotel en un tuk-tuk. Somos cuatro y el vehículo tiene espacio escasamente para tres. Gabriel tiene que ir agarrado al conductor, como si fuera su amante. Nos divertimos un rato con esta anécdota.

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