domingo, 13 de diciembre de 2015

Llegamos a Hanoi

Nos levantamos muy pronto y volamos para Hanoi, via Bangkok, ya que no hay vuelo directo desde Chiang Mai.

Vietnam es, desde hace años, uno de los países que más me apetecía conocer. Primero porque todas las referencias que tenía de amigos que lo habían visitado eran excelentes y también - para las personas como yo que habíamos crecido "luchando" contra la guerra de Vietnam- para conocer cómo había evolucionado después de la unificación.

Llegamos a Hanoi y nos sorprendió la multitud en la calle, la algarabía, el ruido. Lo primero que hizo nuestro guía fue enseñarnos a cruzar la calle. Lo hacíamos cogidos de la mano y sin dar jamás un paso atrás. No era fácil, incluso para un madrileño como yo, poco adepto a las normas y acostumbrado a cruzar por cualquier sitio.

Las calles de Hanoi son de las motos, no solo las calzadas sino también las aceras donde están aparcadas, Se anda sorteando motos, unas veces en movimiento y otras paradas, pero siempre se camina entre ellas. Motos que sirven para todo: llevar a cinco personas como la de la foto,o transportar todo tipo de objetos por voluminosos que sean, como colchones o auténticas montañas de cajas.

El programa incluía una vuelta en bicicleta -no conducida por nosotros sino por un musculoso joven (o no tan joven) que podía con nosotros sentados en un carrito detrás.  Este paseo nos permitió hacernos una idea de toda la ciudad, especialmente su parte antigua. Pudimos ver los bonitos edificios oficiales, el teatro, el museo nacional de Bellas Artes, el lago  - por el que en otro momento, dimos un estupendo paseo.

Más tarde, y ya por nuestra cuenta, nos acercamos a la catedral -construida por los franceses al estilo de Notre Dame de Paris- que estaba iluminada, al pie de una enorme montaña que parecía querer protegerla.

Me llamó la atención (y ésta fue una constante en todo el país) la escasa presencia de policías en las calles, a pesar del barullo que las dominaba.

Este primer día en Vietnam nos sirvió para comprobar la amabilidad de sus gentes y nos abrió el apetito para continuar con nuestro viaje.









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