Llevo toda la tarde con la última novela de Vargas Llosa entre las manos. Leyendo con avidez las pocas páginas que me quedaban para terminarla y, por otro lado, deseando que no llegase el final y con él el placer que la lectura me estaba proporcionando.
"El héroe discreto" se lee de un tirón, cuesta dejarla y se disfruta mucho: hasta alguna carcajada me he oído a mí mismo. En esta novela, Vargas Llosa recupera su mejor estilo. Reaparecen personajes como el sargento Lituma o Don Rigoberto que nos hicieron disfrutar hace años y les vemos manejarse en ese nuevo Perú de nuestros días.
También reaparecen los espacios conocidos de Piura y Lima, aunque transformados por la acción del tiempo y, sobre todo, de la capacidad creativa del autor. "El héroe discreto", que es una novela de madurez nos presenta a personajes y lugares del pasado tamizados por la sabiduría literaria que ha ido adquiriendo Vargas Llosa con los años. También en esta novela hay una recuperación del lenguaje popular del Perú, el "che guá" de Piura, diversos giros en los que Vargas Llosa es un maestro. Utiliza el cincel de su experiencia y de su dominio del idioma, para esculpir una obra llena de matices y sutilezas.
Felícito Yanaqué, es un héroe discreto porque ha decidido vivir siempre con la cabeza bien alta, sin hacer nada de lo que tener que avergonzarse. Su padre, un humilde campesino, le dijo en su lecho de muerte "nunca te dejes pisotear por nadie". Esa fue la única herencia que recibió y la ha practicado durante toda su vida, independientemente de los problemas que en más de una ocasión le ha podido causar. Junto a él otros personajes como el empresario Ismael Carrera, el propio Don Rigoberto o Narciso el chofer de Don Ismael, completan esa panoplia de héroes discretos que integran la novela.
Vargas Llosa describe un buen retrato de la sociedad de nuestros días y, frente a la podredumbre que la caracteriza, resalta el valor y la heroicidad de esos personajes anónimos que mantienen cada día la importancia de la amistad, de la palabra dada, del amor, de la rectitud del comportamiento, del trabajo y del respeto a los demás. La novela es un alegato frente a la mentira y la falsedad de la sociedad actual, un alegato que- como la vida misma- nos hace reír, disfrutar con historias de amor y que contiene, también, su parte de melodrama y de historia con final feliz.
Mario Vargas Llosa, gracias por permitirnos disfrutar con tu escritura. Amigos, no dejéis de leer esta novela. No os vais a arrepentir.
Muchas gracias.
"El héroe discreto" se lee de un tirón, cuesta dejarla y se disfruta mucho: hasta alguna carcajada me he oído a mí mismo. En esta novela, Vargas Llosa recupera su mejor estilo. Reaparecen personajes como el sargento Lituma o Don Rigoberto que nos hicieron disfrutar hace años y les vemos manejarse en ese nuevo Perú de nuestros días.
También reaparecen los espacios conocidos de Piura y Lima, aunque transformados por la acción del tiempo y, sobre todo, de la capacidad creativa del autor. "El héroe discreto", que es una novela de madurez nos presenta a personajes y lugares del pasado tamizados por la sabiduría literaria que ha ido adquiriendo Vargas Llosa con los años. También en esta novela hay una recuperación del lenguaje popular del Perú, el "che guá" de Piura, diversos giros en los que Vargas Llosa es un maestro. Utiliza el cincel de su experiencia y de su dominio del idioma, para esculpir una obra llena de matices y sutilezas.
Felícito Yanaqué, es un héroe discreto porque ha decidido vivir siempre con la cabeza bien alta, sin hacer nada de lo que tener que avergonzarse. Su padre, un humilde campesino, le dijo en su lecho de muerte "nunca te dejes pisotear por nadie". Esa fue la única herencia que recibió y la ha practicado durante toda su vida, independientemente de los problemas que en más de una ocasión le ha podido causar. Junto a él otros personajes como el empresario Ismael Carrera, el propio Don Rigoberto o Narciso el chofer de Don Ismael, completan esa panoplia de héroes discretos que integran la novela.
Vargas Llosa describe un buen retrato de la sociedad de nuestros días y, frente a la podredumbre que la caracteriza, resalta el valor y la heroicidad de esos personajes anónimos que mantienen cada día la importancia de la amistad, de la palabra dada, del amor, de la rectitud del comportamiento, del trabajo y del respeto a los demás. La novela es un alegato frente a la mentira y la falsedad de la sociedad actual, un alegato que- como la vida misma- nos hace reír, disfrutar con historias de amor y que contiene, también, su parte de melodrama y de historia con final feliz.
Mario Vargas Llosa, gracias por permitirnos disfrutar con tu escritura. Amigos, no dejéis de leer esta novela. No os vais a arrepentir.
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