miércoles, 18 de septiembre de 2013

China: miscelánea final

El viaje a China nos ha proporcionado un sinfín de anécdotas, recuerdos y sensaciones que me resulta difícil de transmitir tanto por lo limitado del espacio como por mi incapacidad a la hora de escribir. Para remediarlo, y a modo de capítulo final de esta miniserie dedicada a China, trataré de recordar algunas de ellas.

"Las compras".  Comprar es uno de los objetivos principales de un viaje a China. Comprar, sobre todo copias de marcas conocidas, pero también productos típicos de allí, como seda, perlas y todo tipo de baratijas. Comprar en China es regatear. Mis muchos años de vida en Marruecos me han convertido en un experto regateador y, en consecuencia, en un buen comprador en China. Su desconocimiento del idioma, no solo del español sino también del inglés, hace que las transacciones se realicen con una calculadora delante para indicar la cifra que ofreces por el producto. Las vendedoras chinas saben, sin embargo, las cuatro palabras de español que necesitan, y esto permite que la negociación sea más divertida. "Tú tacaño", "tú guapo", te dicen, según vaya la negociación. Me han llamado muchas veces "tacaño" y he comprado barato bastantes cosas.

"La comida". Hemos comido muy bien en China. Platos variados, siempre con cerveza china porque el vino es bastante caro. Mucha verdura, poca o nada de grasa. Compartiendo los platos con ese sistema colectivo que utilizan los chinos para comer: la mesa giratoria, que no siempre te permite comer lo que quieres y, sobre todo, en el orden que quisieras. Comer en China es muy barato. Hemos cenado muy bien, en más de una ocasión, por 3 o 4 euros. El máximo que hemos llegado a pagar por una comida ha sido en torno a los 15 euros. Comer con palillos, que nos apetecía por su novedad y en algunos sitios por necesidad, te ayuda a comer menos --sobre todo cuando no los manejas con mucha habilidad--, algo que algunos hemos agradecido.

"Las propinas". El primer día que estuvimos en Shanghái cenamos en un restaurante cerca del hotel. La cena fue excelente y el servicio inmejorable, por lo que decidimos dejar una propina. Conforme salíamos a la calle el camarero vino corriendo hacia nosotros para devolvernos lo que habíamos dejado. Nos volvió a pasar un par de veces, aunque es verdad que en la mayoría de las ocasiones en que dejamos una propina, la recibieron con gran alegría. El asunto nos dejó sorprendidos.

"Los paisajes". Algunas de las zonas que hemos recorrido nos han ofrecido un paisaje absolutamente excepcional, diferente a lo que habíamos visto en otros lugares. Recuerdo el trayecto que hicimos en barco por el río Li, de Guilin a Yangshou. Cuatro horas de paseo por un afluente del Yangtse, meandros que al recorrer una zona kárstica habían horadado en las montañas un paisaje muy peculiar. Los búfalos de agua en la orilla, las formas caprichosas de las rocas que semejaban la obra de un escultor, las barquitas de los pescadores chinos remando de pié sobre ellas, la paz y el sosiego del lugar, son imágenes que han quedado grabadas en mi mente para siempre.

También la contraparte de ese paisaje idílico de los ríos de China que constituye el "skyline" de Shanghái, por ejemplo. Un conjunto de rascacielos, de bella factura e impresionante altura, que, vistos desde el paseo marítimo de la ciudad, nos dan la imagen de la nueva China, potente económicamente y dispuesta a ponerse a la cabeza del mundo.

Ambas Chinas, la tradicional y la moderna, coexisten de momento sin contradicciones demasiado visibles. Alguna sí vimos, como, por ejemplo, gente --al parecer procedente de las zonas rurales-- que dormían en la estación de tren. También es verdad que solo nos encontramos con alguna persona, dos o tres, pidiendo por la calle, y siempre en sitios turísticos.

Muchas gracias

No hay comentarios:

Publicar un comentario