lunes, 16 de septiembre de 2013

China: su gente

Aunque digamos con frecuencia que nuestro país está lleno de chinos, Madrid especialmente, lo cierto es que nuestro trato con ellos es muy reducido --una tienda, un restaurante-- y la imagen que tenemos es bastante subjetiva. Un viaje de tres semanas por diferentes ciudades chinas, aunque no entendamos su idioma y solo hayamos podido hablar con los guías, nos ha dado una visión subjetiva también, pero algo más completa.

"Todos los chinos son iguales".  Esa es la primera impresión que tenemos los occidentales, pero que es completamente falsa, como es lógico. Hemos visto chinos altos y bajos, fuertes y delgados, guapos y feos, con rostros que se podían diferenciar claramente.

Hablan un idioma fonéticamente muy alejado de los idiomas occidentales. A veces da la sensación de que hablan con el estomago, como los ventrílocuos. Sus sonidos son fuertes y altos. Un diálogo entre amigos se parece más a una discusión que a una charla amigable. Son ruidosos, bulliciosos. Nos superan a los españoles en cuanto al ruido que hacen cuando están en grupo.

Desde criterios occidentales parecen "maleducados".  No hacen colas fácilmente, te empujan si es necesario, escupen con demasiada frecuencia, te atropellan cuando caminas por una calle con aglomeraciones. Sin embargo, son muy amables, se prestan fácilmente a ayudarte si entienden lo que les pides. En uno de los autobuses que montamos se levantaban para cedernos el sitio.

Son tremendamente curiosos, sobre todo con los occidentales.  Da la sensación de que la mayoría no ha visto un occidental en su vida y les llama mucho la atención. Nos pedían sacarse fotos con nosotros. No una vez sino muchas. Cuando íbamos por calles concurridas parecíamos artistas de cine. Hemos tenido un sinfín de anécdotas curiosas con gente que nos ha pedido fotografiarse con nosotros: muchas jovencitas, un señor que nos puso delante a su madre que iba en silla de ruedas, una familia al completo. Muchos nos hacían fotos discretamente, a escondidas, pero siempre con amabilidad y mucha ingenuidad

El tráfico en las grandes ciudades es un horror. Conducen como quieren, la inmensa mayoría de los conductores son novatos, pues la posesión de automóviles es algo muy reciente. Las normas de conducir no existen o no se cumplen. Cada cual hace lo que le parece conveniente, que no siempre, o más bien casi nunca, es lo correcto. Sin embargo no vimos ningún accidente. Siempre hay uno que cede ante la tropelía del momento y el sentido común prevalece.

Nos hemos venido con la pena de que el desconocimiento del idioma no nos haya permitido conocer mejor al pueblo chino, que en todo lo que hemos necesitado ha tenido la paciencia de intentar entendernos, a pesar de no conocer una palabra de inglés y menos aún de español.

Continuará.

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