miércoles, 5 de junio de 2013

Unos minutos de felicidad

Ayer, sentado en mi sillón, veía las noticias de la noche en la tele. Nada nuevo: corrupción, paro, mentiras... malas y desagradables informaciones como cada día. De pronto me quedé paralizado, porque no daba crédito a lo que estaba viendo: algo estaba ocurriendo en la entrega de diplomas a los estudiantes galardonados con el Premio Nacional Fin de Carrera 2009-10, acto que presidía el ministro Wert.

Todo discurría con cierta normalidad: los premiados subían al estrado y el ministro les entregaba el diploma y les daba la mano. De pronto subió un premiado con camiseta verde (primera sorpresa), que recogió su diploma y le negó la mano al ministro. Y así diez más. Ver la cara que ponía el prepotente Wert fue un espectáculo muy gratificante. En los tiempos que corren no tenemos muchas ocasiones de disfrutar con las noticias.

 Este desaire es un eslabón más en la larga cadena de rechazos que ha generado este ministro: desde los rectores de universidad que le dejaron plantado, pasando por consejeros de educación de su propio partido, padres, profesores, alumnos...

Supongo que el ministro, con la clarividencia que le caracteriza, habrá pensado que los jóvenes de hoy en día, ya se sabe, son muy maleducados. Esa es la educación que les ha proporcionado el gobierno socialista. Aunque a lo mejor prefiere pensar que forman parte de esa izquierda radical que se ha propuesto rechazar su positiva --y moderna-- ley. Hasta nuestros licenciados más brillantes forman parte de esa minoría radical.

¿No va siendo hora de que el ministro y su equipo se pregunten por qué genera tanto rechazo su ley?, ¿que acepten la posibilidad de que se están equivocando?, ¿que rectifiquen?  Eso sería suponer que el ministro Wert quiere mejorar la educación en este país, y eso es lo que está fuera de toda duda. Está ahí justamente para llevar a cabo ese trabajo sucio, que consiste en cargarse la educación pública y favorecer la enseñanza concertada religiosa.

Querido ministro, te ha tocado bailar con la más fea, y eso siempre tiene un precio. Rebaja mucho la autoestima y suele durar poco. Así que vete preparando.

Muchas gracias.
 

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