Ayer tuve la suerte, el privilegio y el placer de visitar el aula de Astronomía de Fuenlabrada. Para los que no sepáis de qué os hablo, os contaré que se trata de un espacio (creo que era un antiguo colegio) dedicado en su totalidad al aprendizaje de la astronomía por parte de los alumnos de la Comunidad de Madrid, desde los cuatro años hasta el Bachillerato. Allí dan clases de astronomía cuatro maestros, todos los días, en sesiones de mañana y tarde, y pasan por esas aulas ¡18.000 alumnos! al año.
Uno podría pensar, ¡qué buena idea!, ¿a qué autoridad se le ocurrió dedicar un espacio para el aprendizaje práctico de la astronomía? A ninguna, porque este espacio es el resultado del trabajo duro y continuado de un grupo de entusiastas maestros durante más de veinte años.
A base de esfuerzo personal, de dedicarle mucho tiempo y estudio, construyendo manualmente cada uno de los aparatos con los que uno se encuentra en el aula, peleando contra viento y marea, resistiendo, poniendo al mal tiempo buena cara y enfrentando a las adversidades la convicción y el cariño a la profesión y a los alumnos, este grupo de maestros ejemplares de la escuela pública han conseguido crear un espacio absolutamente especial.
Y han conseguido convencer a las autoridades, al Ayuntamiento de Fuenlabrada que les da una subvención y a la Comunidad de Madrid, que mantiene cuatro plazas de maestros en el aula, que no siempre lo vieron claro. Hoy en día ese esfuerzo se ha convertido en un modelo del que pueden presumir tanto el ayuntamiento como la comunidad. Pero lo importante, no lo olvidemos, es que 18.000 estudiantes todos los años comprenden mejor por qué se producen el día y la noche y las diferentes estaciones, qué son las constelaciones y cómo se mueven las estrellas.
Como los viejos rockeros que nunca mueren, los buenos maestros pueblan nuestro sistema público y nos recuerdan, cada vez que nos los encontramos, que la educación de nuestros jóvenes es la tarea más importante de un gobierno, y que, gracias a ellos, les apoyen o no las autoridades de turno, la profesión de educador sigue siendo admirable.
Bastaba escuchar ayer al maestro --y amigo-- que nos explicaba las diferentes secciones del aula de Astronomía, cómo habían construido con sus propias manos la mayoría de los instrumentos que utilizaba y cómo los alumnos aprendían astronomía a través de sus explicaciones, para reconciliarse con la educación, para reforzar el convencimiento que uno ya tiene de que la educación pública es el principal motor de equidad de nuestra sociedad y la necesidad de defenderla frente a los que, como nuestro ministro Wert, trabajan para destruirla.
Ministro , ¿por qué no te das una vuelta por Fuenlabrada y, en vez de promover la LOMCE, promueves iniciativas como la de estos maestros y les premias por su excelente trabajo?
Muchas gracias.
Uno podría pensar, ¡qué buena idea!, ¿a qué autoridad se le ocurrió dedicar un espacio para el aprendizaje práctico de la astronomía? A ninguna, porque este espacio es el resultado del trabajo duro y continuado de un grupo de entusiastas maestros durante más de veinte años.
A base de esfuerzo personal, de dedicarle mucho tiempo y estudio, construyendo manualmente cada uno de los aparatos con los que uno se encuentra en el aula, peleando contra viento y marea, resistiendo, poniendo al mal tiempo buena cara y enfrentando a las adversidades la convicción y el cariño a la profesión y a los alumnos, este grupo de maestros ejemplares de la escuela pública han conseguido crear un espacio absolutamente especial.
Y han conseguido convencer a las autoridades, al Ayuntamiento de Fuenlabrada que les da una subvención y a la Comunidad de Madrid, que mantiene cuatro plazas de maestros en el aula, que no siempre lo vieron claro. Hoy en día ese esfuerzo se ha convertido en un modelo del que pueden presumir tanto el ayuntamiento como la comunidad. Pero lo importante, no lo olvidemos, es que 18.000 estudiantes todos los años comprenden mejor por qué se producen el día y la noche y las diferentes estaciones, qué son las constelaciones y cómo se mueven las estrellas.
Como los viejos rockeros que nunca mueren, los buenos maestros pueblan nuestro sistema público y nos recuerdan, cada vez que nos los encontramos, que la educación de nuestros jóvenes es la tarea más importante de un gobierno, y que, gracias a ellos, les apoyen o no las autoridades de turno, la profesión de educador sigue siendo admirable.
Bastaba escuchar ayer al maestro --y amigo-- que nos explicaba las diferentes secciones del aula de Astronomía, cómo habían construido con sus propias manos la mayoría de los instrumentos que utilizaba y cómo los alumnos aprendían astronomía a través de sus explicaciones, para reconciliarse con la educación, para reforzar el convencimiento que uno ya tiene de que la educación pública es el principal motor de equidad de nuestra sociedad y la necesidad de defenderla frente a los que, como nuestro ministro Wert, trabajan para destruirla.
Ministro , ¿por qué no te das una vuelta por Fuenlabrada y, en vez de promover la LOMCE, promueves iniciativas como la de estos maestros y les premias por su excelente trabajo?
Muchas gracias.
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