El ministro Wert y su acólita, la Secretaria de Estado de Educación Monserrat Gomendio, llevan unas semanas tratando de convencernos de las virtudes de su "nuevo" sistema de becas. Según sus palabras se trata de "promover un mayor esfuerzo para mejorar el rendimiento".
¿En qué consiste esa novedad? "Habrá dos partes fijas, de 1500 euros cada una. Una relacionada con los ingresos y la otra para aquellos que tengan que salir de su domicilio. El resto se repartirá con una fórmula según la cual a menores rentas tiene más peso la renta y a mayores rentas más el rendimiento". Además, se endurecen los requisitos académicos: ya no basta con aprobar el 80 por 100 de las materias sino que se exige aprobar el curso completo.
Traduzcamos este galimatías a Román paladino. Se exige mayor rendimiento académico, se mantiene el umbral mínimo de renta (39.000 euros para una familia de cuatro miembros) para acceder a las becas y se disminuye la percepción que cada becario recibe (ahora es de 3.500 euros), por tanto, bajará el número de becarios y disminuirá el presupuesto para becas. Nuestro brillante ministro ha descubierto la pólvora: rebajar de manera sensible el presupuesto para becas sin que parezca una decisión política premeditada: "se trata de mejorar el rendimiento". Como siempre, el ministro Wert piensa que los ciudadanos somos idiotas y que su reconocida inteligencia le permite engañarnos siempre que quiera.
Analicemos la realidad. Las tasas universitarias han subido notablemente este año, lo que implica que habrá un número mayor de jóvenes que no puedan pagarlas (estamos viendo esa noticia frecuentemente en los medios de comunicación) y debería, por tanto, aumentarse el número de becas y previsiblemente incrementar su cuantía. Pues se hace justamente lo contrario. Se exige mayor rendimiento a los becarios. Y a los que no lo son, los que pueden pagar las matrículas, a los que se les subvenciona el 80 por 100 de lo que cuesta los estudios universitarios, no se les exige nada y pueden seguir estudiando. ¿Dónde está la defensa del derecho a la educación que promulga la constitución española?
Este sistema de becas, de gran exigencia académica, ya lo hemos vivido en nuestro país. Es el que teníamos durante el franquismo y yo puedo dar fe de ello, pues fui siempre becario durante mis estudios. A la universidad llegaba una minoría privilegiada (como el ministro Wert, por ejemplo) que no superaba el cinco por cien de la población. Y, junto a esa minoría, se toleraba que un reducidísimo grupo de estudiantes especialmente brillantes accediera a la universidad, lo que permitía cacarear la llamada igualdad de oportunidades del franquismo.
Treinta años de democracia han logrado que cambiase el concepto de becario como parte del derecho a la educación de todos los ciudadanos, independientemente de su procedencia social. El sistema de becas que hemos tenido hasta ahora permitía que el acceso a la educación, a cualquier nivel, no estuviera condicionado por la procedencia social o la capacidad adquisitiva de la familia. Este logro, como muchos otros del estado de bienestar, está siendo dinamitado por el actual gobierno, en el que el ministro Wert es una de sus puntas de lanza más afilada.
Y de esta política de becas ya tenemos los primeros resultados: disminuye el número de becarios, más de 3.000 sólo en Andalucía, y el presupuesto destinado a becas no se gasta en su totalidad porque no hay becarios suficientes.
El franquismo ha vuelto en la educación; habrá que volver a luchar como lo hicimos entonces.
Muchas gracias.
¿En qué consiste esa novedad? "Habrá dos partes fijas, de 1500 euros cada una. Una relacionada con los ingresos y la otra para aquellos que tengan que salir de su domicilio. El resto se repartirá con una fórmula según la cual a menores rentas tiene más peso la renta y a mayores rentas más el rendimiento". Además, se endurecen los requisitos académicos: ya no basta con aprobar el 80 por 100 de las materias sino que se exige aprobar el curso completo.
Traduzcamos este galimatías a Román paladino. Se exige mayor rendimiento académico, se mantiene el umbral mínimo de renta (39.000 euros para una familia de cuatro miembros) para acceder a las becas y se disminuye la percepción que cada becario recibe (ahora es de 3.500 euros), por tanto, bajará el número de becarios y disminuirá el presupuesto para becas. Nuestro brillante ministro ha descubierto la pólvora: rebajar de manera sensible el presupuesto para becas sin que parezca una decisión política premeditada: "se trata de mejorar el rendimiento". Como siempre, el ministro Wert piensa que los ciudadanos somos idiotas y que su reconocida inteligencia le permite engañarnos siempre que quiera.
Analicemos la realidad. Las tasas universitarias han subido notablemente este año, lo que implica que habrá un número mayor de jóvenes que no puedan pagarlas (estamos viendo esa noticia frecuentemente en los medios de comunicación) y debería, por tanto, aumentarse el número de becas y previsiblemente incrementar su cuantía. Pues se hace justamente lo contrario. Se exige mayor rendimiento a los becarios. Y a los que no lo son, los que pueden pagar las matrículas, a los que se les subvenciona el 80 por 100 de lo que cuesta los estudios universitarios, no se les exige nada y pueden seguir estudiando. ¿Dónde está la defensa del derecho a la educación que promulga la constitución española?
Este sistema de becas, de gran exigencia académica, ya lo hemos vivido en nuestro país. Es el que teníamos durante el franquismo y yo puedo dar fe de ello, pues fui siempre becario durante mis estudios. A la universidad llegaba una minoría privilegiada (como el ministro Wert, por ejemplo) que no superaba el cinco por cien de la población. Y, junto a esa minoría, se toleraba que un reducidísimo grupo de estudiantes especialmente brillantes accediera a la universidad, lo que permitía cacarear la llamada igualdad de oportunidades del franquismo.
Treinta años de democracia han logrado que cambiase el concepto de becario como parte del derecho a la educación de todos los ciudadanos, independientemente de su procedencia social. El sistema de becas que hemos tenido hasta ahora permitía que el acceso a la educación, a cualquier nivel, no estuviera condicionado por la procedencia social o la capacidad adquisitiva de la familia. Este logro, como muchos otros del estado de bienestar, está siendo dinamitado por el actual gobierno, en el que el ministro Wert es una de sus puntas de lanza más afilada.
Y de esta política de becas ya tenemos los primeros resultados: disminuye el número de becarios, más de 3.000 sólo en Andalucía, y el presupuesto destinado a becas no se gasta en su totalidad porque no hay becarios suficientes.
El franquismo ha vuelto en la educación; habrá que volver a luchar como lo hicimos entonces.
Muchas gracias.
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