martes, 12 de marzo de 2013

California, la Bella

Sentado alrededor de una mesa de hierro forjado, bajo la sombra de un viejo roble del que cuelgan jirones de lo que aquí llaman "musgo español", semejando el llanto lento y dolorido del propio árbol, mis amigos americanos me preguntan por la situación en España. La preocupación es grande en todos ellos, que aman a España y lamentan su tragedia. Yo trato de explicarles lo que no consigo entender y les transmito mi tristeza y desasosiego por el camino tan duro y difícil que llevamos.

Estamos en Monterey, tomando un vino español que me he preocupado de llevar, y disfrutando de la compañía, de la excelente temperatura a mediados de marzo y del precioso paisaje que esta zona de Estados Unidos nos ofrece. Hablando de España en Monterey, surge el tema de la herencia española en este país. Les insisto en algo que he dicho en repetidas ocasiones, sobre todo cuando vivía aquí, que el pasado de España en este país está olvidado, oculto como si fuera algo que no conviene recordar. Mucho Mayflower, mucho Thanksgiving, mucho St. Patrick's´Day y muy poco de los primeros pobladores españoles de este país, anteriores a los famosos del Mayflower, que vinieron desde lo que hoy es México.
Monterey, San Leandro, San José, Cabrillo, San Antonio... y cientos de nombres españoles que recorren los pueblos y ciudades del sur de Estados Unidos, California, Arizona, Nuevo México o Tejas, son suficientes razones para acordarse de la herencia española.

Hoy hemos estado en Carmel, famoso sobre todo porque tuvo a Clint Eastwood como alcalde.  Hemos recorrido el valle del río, hemos bajado hacia el Big Sur y hemos disfrutado de las diferentes perspectivas que el Pacífico nos ofrecía: espectaculares acantilados, playas con dunas, árboles --especialmente cipreses-- modelados por el viento con formas que difícilmente podría emular un gran escultor, laderas agrietadas por el viento conformando caprichosas formas, parques espectaculares convertidos en lugares protegidos.  En definitiva, belleza en cada rincón, en cada lugar en el que la vista descansa. Belleza es lo que uno se encuentra recorriendo California; una belleza, además, a la que nuestros ojos de españoles no es ajena pues tiene mucha similitud con nuestro paisaje, sobre todo el del norte. Por si el tema de la herencia lo hubiéramos olvidado, terminamos el día en la Misión de Carmel, una de las veinte misiones que los franciscanos dejaron de sur a norte de California, en el llamado Camino Real.

La primera vez que visité Estados Unidos, hace ya más de treinta años, estuve en California y me impresionó tanto como ahora. Siempre que vuelvo revivo esas sensaciones de placer, de belleza conocida, de mar que te atrae, de verde insultante que te domina. En aquella ocasión continué mi viaje hacia el sur y traspasé la frontera mexicana, visitando la Baja California, la parte de la península que sigue perteneciendo a México. Recuerdo que me impactó la diferencia entre ambas Californias, ambas iguales desde el punto de vista geológico y geográfico, pues solo las separa la artificial linea de la frontera creada por el hombre y, sin embargo, qué distintas: una un vergel, rica y llena de vida, y la otra un desierto, bella, pero muerta. En aquel entonces esa era la frontera con mayor desigualdad del mundo --desigualdad originada exclusivamente por la acción humana.  Hoy esa frontera horrible la tenemos en España y es la que separa nuestro país de Marruecos y, detrás de todo, Africa.

Disfrutando de la belleza que hoy me ha proporcionado ese corto viaje por California, no he podido menos que pensar en nosotros, en la especie humana, tan capaz de crear lo mejor y lo peor. ¿Seremos capaces alguna vez de crear solo lo bueno?

Muchas gracias.




No hay comentarios:

Publicar un comentario