La decisión del Tribunal Supremo, exigiendo que el castellano sea reintroducido como lengua vehicular en Cataluña, ha levantado la polémica sobre su sistema de inmersión lingüística. Los nacionalismos de ambos signos han desenterrado sus hachas, dispuestos a iniciar una guerra lingüística.
Enseñar en catalán o enseñar en castellano, ¿es ese el problema? No lo creo.
¿Qué es, pues, lo que se pretende: enfrentar las lenguas de forma que una sea claramente dominante sobre la otra porque la ideología nacionalista lo exige, o conseguir que nuestros jóvenes sean competentes en castellano y catalán y, a ser posible, también en inglés?
La Unión Europea defiende la necesidad de conocer dos lenguas, además de la materna. Está sobradamente demostrado, desde el punto de vista científico, que el conocimiento de otras lenguas refuerza y afianza el conocimiento de la lengua materna. Hoy está ampliamente extendido, en España y en toda Europa, lo que se llama el “aprendizaje integrado de contenidos y lenguas extranjeras” (AICLE), es decir aprender materias en otra lengua distinta de la lengua vehicular. ¿Es razonable que nadie se queje de que su hijo aprenda matematicas o ciencias en inglés y sí lo haga si lo hace en catalán?
Ante esta realidad, lo que mejora el aprendizaje de lenguas son los planteamientos plurilingües en los que el aprendizaje de una lengua se apoya en el de las demás, en el que se difuminan los conceptos de lengua materna, lengua vehicular o lengua extranjera, y predomina que el alumno adquiera competencia lingüística en todas ellas.
Las guerras lingüísticas, el dominio de una lengua sobre otra por motivos ideológicos, la enseñanza de cada lengua de forma separada y, a veces, enfrentada a las demás, están en la raíz de los pobres resultados en lenguas, incluida la materna, de nuestros estudiantes en las pruebas internacionales.
Dejémonos de guerras y ayudemos a nuestros jóvenes a ser competentes en catalán, castellano e inglés.
Muchas gracias.
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