Los resultados de las elecciones del pasado domingo no son más que la confirmación de un desastre anunciado, motivado por el enorme descontento de la ciudadanía con las políticas realizadas por el gobierno socialista.
Se ha hablado ya tanto del asunto -- y lo que nos queda por oir --, que no quiero repetir argumentos pero sí señalar algunas de las razones de tan tremendo fracaso, al menos según mi modesta opinión.
Zapatero salió la noche de las elecciones a hacerse cargo del desastre --del que era sin duda el máximo responsable--, pero echó toda la culpa a la crisis. ¡No estoy de acuerdo! Claro que la crisis ha tenido mucho que ver, pero a los gobiernos también se les elige para que, si surgen crisis, las resuelvan de la mejor manera posible, o al menos se enfrenten a ellas con políticas positivas.
Creo que las razones del desastre hay que buscarlas antes de la crisis, en lo que entonces se pudo hacer y no se hizo; en lo que se tardó en reconocer que existía una crisis ante la que había que adoptar una determinada política y, posteriormente, en la gestión de esta crisis. Los ocho años de legislatura de Zapatero preparan y ayudan a la consecución de los resultados del 22-M.
¿Por qué no se adoptaron, en su momento, medidas en el campo ecónomico que permitieran cambiar el modelo y pinchar esa burbuja inmobiliaria que todos sabíamos que, tarde o temprano, iba a estallar? En su lugar se mantuvo el modelo, porque nos permitía presumir del alta renta per cápita, de alcanzar a Italia, de bajo índice de paro... Pero nada real. Nuestro índice de coste de la vida estaba por encima del de ¡¡Alemania!! Qué insensatez.
Ayer Jordi Sevilla hacía en EL PAÍS una descripción muy convincente de la política del gobierno en ese momento, "el poder político empieza a ser entendido y practicado entonces, desde el Gobierno, como un juego de sombras chinescas donde la apariencia predomina sobre la realidad, la emoción sobre la razón, el símbolo sobre la pedogogía y la sorpresa permanente sobre el proyecto conocido y trabajado".
Y en eso, llegó la crisis. Y Zapatero no la quiso reconocer. Cómo decirles a los españoles que no se podía comprar pisos como si fueron churros, que no era verdad que fuéramos más ricos y más guapos que nadie, que seguiamos siendo una economía de segunda y con muchos problemas. Y decidió negar que estábamos en crisis, seguramente porque tanto poder le había hecho creer a él mismo que no era posible que estuviese haciendo las cosas mal. Y las cosas se fueron poniendo peor y desoyó, no uno, sino muchos avisos sensatos de que no se podía seguir así.
Hasta que "los mercados" le dijeron que se acabó la fiesta y le dictaron lo que habia que hacer: ayudar a los bancos para que no quebraran, reducir el sueldo de los funcionarios, aumentar la edad de jubilación..., es decir, aumentar las diferencias sociales, hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
Y después de esto, ¿alguien se sorprende de los resultados del domingo?
Ahora el PSOE se debate entre si hay que hacer primarias o un congreso extraordinario. Lo primero que deben hacer es reconocer los errores cometidos, analizarlos con espitritu autocrítico y, sobre todo, escuchar a los ciudadanos. Oir sus necesidades, sus exigencias, sus problemas, y buscar soluciones, aunque eso moleste a los "mercados". No parece tan difícil.
Muchas gracias.
Se ha hablado ya tanto del asunto -- y lo que nos queda por oir --, que no quiero repetir argumentos pero sí señalar algunas de las razones de tan tremendo fracaso, al menos según mi modesta opinión.
Zapatero salió la noche de las elecciones a hacerse cargo del desastre --del que era sin duda el máximo responsable--, pero echó toda la culpa a la crisis. ¡No estoy de acuerdo! Claro que la crisis ha tenido mucho que ver, pero a los gobiernos también se les elige para que, si surgen crisis, las resuelvan de la mejor manera posible, o al menos se enfrenten a ellas con políticas positivas.
Creo que las razones del desastre hay que buscarlas antes de la crisis, en lo que entonces se pudo hacer y no se hizo; en lo que se tardó en reconocer que existía una crisis ante la que había que adoptar una determinada política y, posteriormente, en la gestión de esta crisis. Los ocho años de legislatura de Zapatero preparan y ayudan a la consecución de los resultados del 22-M.
¿Por qué no se adoptaron, en su momento, medidas en el campo ecónomico que permitieran cambiar el modelo y pinchar esa burbuja inmobiliaria que todos sabíamos que, tarde o temprano, iba a estallar? En su lugar se mantuvo el modelo, porque nos permitía presumir del alta renta per cápita, de alcanzar a Italia, de bajo índice de paro... Pero nada real. Nuestro índice de coste de la vida estaba por encima del de ¡¡Alemania!! Qué insensatez.
Ayer Jordi Sevilla hacía en EL PAÍS una descripción muy convincente de la política del gobierno en ese momento, "el poder político empieza a ser entendido y practicado entonces, desde el Gobierno, como un juego de sombras chinescas donde la apariencia predomina sobre la realidad, la emoción sobre la razón, el símbolo sobre la pedogogía y la sorpresa permanente sobre el proyecto conocido y trabajado".
Y en eso, llegó la crisis. Y Zapatero no la quiso reconocer. Cómo decirles a los españoles que no se podía comprar pisos como si fueron churros, que no era verdad que fuéramos más ricos y más guapos que nadie, que seguiamos siendo una economía de segunda y con muchos problemas. Y decidió negar que estábamos en crisis, seguramente porque tanto poder le había hecho creer a él mismo que no era posible que estuviese haciendo las cosas mal. Y las cosas se fueron poniendo peor y desoyó, no uno, sino muchos avisos sensatos de que no se podía seguir así.
Hasta que "los mercados" le dijeron que se acabó la fiesta y le dictaron lo que habia que hacer: ayudar a los bancos para que no quebraran, reducir el sueldo de los funcionarios, aumentar la edad de jubilación..., es decir, aumentar las diferencias sociales, hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
Y después de esto, ¿alguien se sorprende de los resultados del domingo?
Ahora el PSOE se debate entre si hay que hacer primarias o un congreso extraordinario. Lo primero que deben hacer es reconocer los errores cometidos, analizarlos con espitritu autocrítico y, sobre todo, escuchar a los ciudadanos. Oir sus necesidades, sus exigencias, sus problemas, y buscar soluciones, aunque eso moleste a los "mercados". No parece tan difícil.
Muchas gracias.