Ayer, cuando terminaba de publicar mi enésima entrada sobre las tribulaciones de mi admirado y respetado ministro Wert, comprobé que dicha entrada hacía la número doscientos de este blog.
Cuando lo empecé, hace más de dos años, preguntándome "¿qué hace una persona como yo en un sitio como éste?", no me imaginaba que llegaría tan lejos. Bueno, pues ahí está, y me alegro de ello. Gracias a todos los que me habéis acompañado en esta travesía, pues es vuestro aliento y apoyo lo que me ha permitido seguir.
Casualmente --qué importantes son las casualidades en nuestras vidas--, ayer quedamos a comer con unos amigos --que lo siguen siendo después de leerme--, a los que hacía algunos meses que no veía. Disfrutamos mucho, como siempre, de la compañía y, como comentábamos, parecía que nos habíamos visto el día anterior. "Como decíamos ayer", pudimos empezar nuestra charla, a pesar de que este Madrid tanto se empeña en hacer difícil los encuentros de amigos.
Nos conocimos hace más de treinta y tres años, llevando a nuestras hijas a la guardería, y ayer disfrutábamos en casa con mi nieta Alba de seis meses. Nuevas generaciones que refuerzan viejas amistades.
Por cierto, que comimos en un sitio estupendo, "El Brote", sin ninguna duda el mejor restaurante de setas de Madrid. En esta época bien propicia, disfrutamos de unos boletus, unas trompetitas y otras delicias mientras recordábamos cómo yo les había recibido por primera vez en mi casa, al poco de conocernos, con unas simples patatas fritas.
Hablando de conmemoraciones, hoy cuando he ido al gimnasio me he encontrado con todo el personal disfrazado. Había llegado Halloween. ¿Alguien duda de la influencia de la cultura norteamericana? No solo nos pinchan los teléfonos; también nos exportan sus costumbres. Tengo que reconocer que, habiendo vivido en Estados Unidos, esta fiesta me resultaba graciosa estando allí, pero la encuentro fuera de lugar aquí y más en este momento.
Mejor podíamos recordar a nuestros muertos, sobre todo a aquellos que murieron por la desidia de nuestros empresarios, como las chicas del Madrid Arena del año pasado o más recientemente esos seis mineros leoneses fallecidos por una explosión de grisú. ¿No se podía haber evitado? ¿Seguirá el ministro Soria poniendo en cuestión el sueldo que se ganan? ¿Y la empresa seguirá quejándose de la eficiencia de sus trabajadores? ¿Se imaginan trabajar a seiscientos metros bajo tierra con la angustia de que si algo pasa -- y desgraciadamente pasa-- no hay salida posible? Qué justa la indignación de estos mineros ante la presencia de estos políticos que se acercan a la mina solo para hacerse la foto. ¡¡Compartimos vuestra indignación, compañeros!! Santa Bárbara bendita tralarala, tralara...
Cuando lo empecé, hace más de dos años, preguntándome "¿qué hace una persona como yo en un sitio como éste?", no me imaginaba que llegaría tan lejos. Bueno, pues ahí está, y me alegro de ello. Gracias a todos los que me habéis acompañado en esta travesía, pues es vuestro aliento y apoyo lo que me ha permitido seguir.
Casualmente --qué importantes son las casualidades en nuestras vidas--, ayer quedamos a comer con unos amigos --que lo siguen siendo después de leerme--, a los que hacía algunos meses que no veía. Disfrutamos mucho, como siempre, de la compañía y, como comentábamos, parecía que nos habíamos visto el día anterior. "Como decíamos ayer", pudimos empezar nuestra charla, a pesar de que este Madrid tanto se empeña en hacer difícil los encuentros de amigos.
Nos conocimos hace más de treinta y tres años, llevando a nuestras hijas a la guardería, y ayer disfrutábamos en casa con mi nieta Alba de seis meses. Nuevas generaciones que refuerzan viejas amistades.
Por cierto, que comimos en un sitio estupendo, "El Brote", sin ninguna duda el mejor restaurante de setas de Madrid. En esta época bien propicia, disfrutamos de unos boletus, unas trompetitas y otras delicias mientras recordábamos cómo yo les había recibido por primera vez en mi casa, al poco de conocernos, con unas simples patatas fritas.
Hablando de conmemoraciones, hoy cuando he ido al gimnasio me he encontrado con todo el personal disfrazado. Había llegado Halloween. ¿Alguien duda de la influencia de la cultura norteamericana? No solo nos pinchan los teléfonos; también nos exportan sus costumbres. Tengo que reconocer que, habiendo vivido en Estados Unidos, esta fiesta me resultaba graciosa estando allí, pero la encuentro fuera de lugar aquí y más en este momento.
Mejor podíamos recordar a nuestros muertos, sobre todo a aquellos que murieron por la desidia de nuestros empresarios, como las chicas del Madrid Arena del año pasado o más recientemente esos seis mineros leoneses fallecidos por una explosión de grisú. ¿No se podía haber evitado? ¿Seguirá el ministro Soria poniendo en cuestión el sueldo que se ganan? ¿Y la empresa seguirá quejándose de la eficiencia de sus trabajadores? ¿Se imaginan trabajar a seiscientos metros bajo tierra con la angustia de que si algo pasa -- y desgraciadamente pasa-- no hay salida posible? Qué justa la indignación de estos mineros ante la presencia de estos políticos que se acercan a la mina solo para hacerse la foto. ¡¡Compartimos vuestra indignación, compañeros!! Santa Bárbara bendita tralarala, tralara...
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