Uno que fue marxista desde su más tierna infancia, siempre creyó que la economía era el factor dominante en la sociedad; la estructura económica determinaba las clases, y por ende, la vida de las personas. Pero también creía, y me gustaría seguir creyendo, que la política permitía modificar esa situación, bien fuese a través de una política revolucionaria --capaz de transformar radicalmente la estructura social-- o de una política reformista --socialdemócrata la llamaríamos-- que permitia hacer reformas y dirigir la sociedad en un cierto sentido.
Los acontecimientos que venimos viviendo en los últimos años han dejado como único protagonista a los mercados. El dinero, el capital que diría Marx, se ha hecho global, internacional, actúa allí donde ve mayor rentabilidad, y destroza sociedades y gobiernos.
La experiencia de estos días en Europa es muy significativa, pues el capital no sólo ha derrocado dos gobiernos legitimamente elegidos por sus ciudadanos (mal que nos pese en el caso de Berlusconi) sino que además ha exigido que se ponga al frente del nuevo gobierno a uno de los suyos, es decir, a un economista que comulgue con el predominio del dinero y que no ponga ningún reparo a sus planes por duros que sean para la ciudadanía.
¿De qué sirven pues la elecciones? ¿Cómo podemos no estar de acuerdo con los indignados del 15 M, cuando afirman que los políticos no nos representan? ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación?
Estamos pagando las consecuencias de las acciones de unos políticos, desde la Thatcher pasando por Reagan, Bush o los Merkozy, que han llevado tan lejos su papel de lacayos del gran capital que éste ya no los necesita y los va a despedir.
En su afán de mantenerse en el poder, que es casi lo único que hoy preocupa a los políticos, han llegado al extremo de ser tan obedientes y sumisos a las órdenes que recibían que han cavado su propia tumba.
Estamos en una situación tan difícil que sólo la acción de la ciudadanía, rebelándose ante ella, puede abrirnos el camino a la superación. Hay que enfrentar a los políticos con esta realidad, de que se están cavando su propia tumba. Hay que hacerles ver que la situación ha cambiado radicalmente, que la democracia tiene que cambiar para adaptarse a la nueva realidad de un mundo globalizado, que los partidos tal como hoy están estructurados son muertos vivientes que se convertirán en polvo ante el próximo soplido de los mercados.
Y a nosotros, los ciudadanos, nos toca protagonizar ese cambio, exigirlo, porque en ello nos va nuestra propia supervivencia como ciudadanos libres, dignos y críticos.
Muchas gracias.
Los acontecimientos que venimos viviendo en los últimos años han dejado como único protagonista a los mercados. El dinero, el capital que diría Marx, se ha hecho global, internacional, actúa allí donde ve mayor rentabilidad, y destroza sociedades y gobiernos.
La experiencia de estos días en Europa es muy significativa, pues el capital no sólo ha derrocado dos gobiernos legitimamente elegidos por sus ciudadanos (mal que nos pese en el caso de Berlusconi) sino que además ha exigido que se ponga al frente del nuevo gobierno a uno de los suyos, es decir, a un economista que comulgue con el predominio del dinero y que no ponga ningún reparo a sus planes por duros que sean para la ciudadanía.
¿De qué sirven pues la elecciones? ¿Cómo podemos no estar de acuerdo con los indignados del 15 M, cuando afirman que los políticos no nos representan? ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación?
Estamos pagando las consecuencias de las acciones de unos políticos, desde la Thatcher pasando por Reagan, Bush o los Merkozy, que han llevado tan lejos su papel de lacayos del gran capital que éste ya no los necesita y los va a despedir.
En su afán de mantenerse en el poder, que es casi lo único que hoy preocupa a los políticos, han llegado al extremo de ser tan obedientes y sumisos a las órdenes que recibían que han cavado su propia tumba.
Estamos en una situación tan difícil que sólo la acción de la ciudadanía, rebelándose ante ella, puede abrirnos el camino a la superación. Hay que enfrentar a los políticos con esta realidad, de que se están cavando su propia tumba. Hay que hacerles ver que la situación ha cambiado radicalmente, que la democracia tiene que cambiar para adaptarse a la nueva realidad de un mundo globalizado, que los partidos tal como hoy están estructurados son muertos vivientes que se convertirán en polvo ante el próximo soplido de los mercados.
Y a nosotros, los ciudadanos, nos toca protagonizar ese cambio, exigirlo, porque en ello nos va nuestra propia supervivencia como ciudadanos libres, dignos y críticos.
Muchas gracias.
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