Siempre que se discute públicamente sobre una nueva
reforma educativa (demasiadas llevamos ya en democracia) surge “el problema de
las humanidades”. Y en esta ocasión, con la anunciada ley Wert, no podía dejar
de pasar. Lejos de mí la intención de defender esta ley, que
va a suponer un enorme daño a nuestro sistema educativo, pero no precisamente
porque reduzca el papel de las humanidades.
Dos son los argumentos que los pretendidos
defensores de estas disciplinas, -que son siempre los mismos y a los que se les
ve mucho el plumero corporativo-, utilizan para tratar de convencernos. El
primero es cultural: no es posible adquirir la cultura necesaria para vivir
dignamente sino se tienen amplios conocimientos de latin y griego y de la
cultura clásica. No voy a negar el interés y la importancia de estos
conocimientos pero, pregunto, ¿no es cultura también tener los conocimientos
necesarios para entender los avances científicos y tecnológicos de nuestros
días? ¿no debemos incorporar a la cultura necesaria en estos tiempos el
conocimiento de lenguas extranjeras? Y así podría seguir haciéndome preguntas
similares.
La sociedad en que vivimos ha cambiado profundamente
y, en consecuencia, debe cambiar también lo que aprendemos en la escuela. La
competencia digital, la competencia en lenguas extranjeras, la competencia
matemática son imprescindibles en la vida moderna; y los horarios escolares son
limitados y hay que establecer prioridades. Pretender saber de todo no solo es
imposible sino que es inútil.
El segundo argumento muy utilizado es que las
humanidades estimulan la reflexión y el espíritu crítico en el alumnado. No
estaría yo tan de acuerdo y pongo un ejemplo. En los años sesenta, con los
planes de estudio anteriores a la ley Villar se estudiaban tres años de Latín
obligatorios con 12, 13 y 14 años. ¿Alguien se atreve a afirmar que Franco los
ponía para fomentar el espíritu crítico?
Lo que fomenta el espíritu crítico es la
organización escolar, los valores que se propugnan, la manera en que se enseña
cada disciplina. Claro que las humanidades sirven para fomentar la reflexión y
el espíritu crítico, pero también las matemáticas, las ciencias o la enseñanza
de las nuevas tecnologías. Lo que no fomenta el espíritu crítico es un profesor
hablando excatedra, una enseñanza basada en el aprendizaje memorístico de los
contenidos, unos alumnos pasivos y solamente receptivos y unas evaluaciones
basadas en exámenes de conocimientos aprendidos. Esto es lo que realmente se
debe reformar.
Muchas gracias
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