viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Para cuándo reformar nuestro sistema educativo?

El "Panorama de la Educación 2011" de la OCDE, que fué presentado hace un par de días por Mario Berdera, Secretario de Estado de Educación y Formación Profesional, ha vuelto a poner en evidencia los clamorosos deficits de nuestro sistema educativo.

El diario EL PAÍS, comentando este asunto señalaba en un editorial, que "el sistema educativo español necesita una revisión profunda que no pasa necesariamente por la inveterada costumbre de derogar y dictar nuevas leyes". Coincido plenamente con ese análisis.

Los problemas de nuestro sistema, su clara ineficiencia y su mediocridad residen en su propia estructura. ¿Cómo van a aprender –interiorizar, hacer suyos los conocimientos- nuestros alumnos si se pasan ¡15 años! sentados en una silla, escuchando historias totalmente ajenas a sus intereses?  ¿Cómo van a aprender si lo que les enseñan, en muchas ocasiones, no es apropiado a su edad ni adecuado a sus necesidades de aprendizaje?  ¿Cómo van a aprender si los conocimientos que les intentan transmitir no provienen de situaciones reales sino de currículos librescos y desfasados? ¿Cómo van a aprender si se sigue enseñando, en la mayoría de los casos, igual que hace un siglo, olvidándose de que vivimos en una sociedad de la información y la comunicación?
¿Cómo van a funcionar los centros educativos si no están concebidos como comunidades de aprendizaje, si cada profesor –amparándose en la libertad de cátedra- actúa en su clase a su antojo, si el trabajo colectivo brilla por su ausencia?  Los centros educativos, que son la clave para el buen funcionamiento del sistema, se reducen a ser los locales donde se imparten las clases y se celebran  -cuantas menos mejor-  algunas reuniones burocráticas, obligados por la legislación vigente.
A las autoridades educativas sólo les preocupa el número de clases que imparte cada profesor.  Lo estamos viendo con las medidas adoptadas últimamente por varias comunidades autónomas. ¿Es que a nadie se le ha ocurrido pensar que si se aumenta el número de horas lectivas se disminuye el de horas dedicadas a otras tareas, que son tan o más importantes que las primeras?
Ante esta situación, ante el nulo reconocimiento a todo trabajo que no sea dar clases con alumnos, la dinámica que se le impone al profesorado es la de dar esas clases y “olvidarse” de lo demás. Y eso nos lleva irremediablemente a lo que somos: un sistema educativo ineficiente y mediocre. 

Muchas gracias.  

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