Los allegados al presidente del gobierno nos han contado, a través de los medios de comunicación, lo que le ha costado adoptar la decisión de reformar la Constitución para introducir el control del déficit presupuestario. “Ha sido una de las decisiones más difíciles de su vida”, nos dicen. Rodríguez Zapatero ya nos avisó de que haría lo que tuviese que hacer, “me cueste lo que me cueste”.
Una buena parte de la ciudadanía votante de izquierda, y de su propio partido, recibimos la noticia con extrañeza, desilusión y bastante rechazo. Bueno, pensaron muchos, si esta medida va a “tranquilizar a los mercados”, como se nos dice, y va a permitir que podamos respirar tranquilos y sin sobresaltos en el futuro, aceptémosla, aunque sea a regañadientes y tapándonos la nariz.
La medida se adopta y ¡he aquí la sorpresa! los famosos “mercados” la reciben sin inmutarse, la prima de riesgo por la venta de deuda sigue en los mismos índices, la bolsa no sube y seguimos teniendo los mismos sobresaltos. ¿Qué pasa?
Parodiando la famosa frase sobre la economía, podríamos decir, ¡es el crecimiento, estúpido! Y es que lo que los “mercados” esperan, y la sociedad española también, es ver que nuestra economía crece, que se crea empleo y que volvemos a ser un socio fiable, al que se le puede prestar dinero.
Quien presta dinero quiere comprobar que se lo vas a poder devolver, y eso, sea una persona, una empresa o un estado, tiene que ver con tu capacidad para generar riqueza. De ahí ese dicho popular, “cuanto más dinero tienes, más endeudado estás”.
Sin embargo, con la reforma de la Constitución vamos a frenar la posibilidad de crecimiento, ya que para ello y para cambiar nuestro modelo económico --condición previa imprescindible-- necesitamos inversión del Estado, inversión en I+D+i, inversión en obras públicas, inversión en educación. Y todo ello va a ser más difícil con una economía ralentizada y un techo de déficit.
Este gobierno es el primero en cumplir con las “decisiones” de la Unión Europea (léase intereses de Alemania y Francia) y, sin embargo, somos los últimos en adoptar medidas que favorezcan la creación de empleo. ¿Por qué no intentamos compararnos con Alemania en bienestar social, en capacidad de generar empleo y crecimiento, y no sólo en introducir el control del deficit en la Constitución?
Muchas gracias.
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