Carlos madrugó como todos los domingos para cumplir con su cita futbolera de las siete de la mañana. Llamó también a su hijo Marco, futbolista como él, a quien el día anterior había prometido que le acompañaría al campo. A Marco le encanta ver jugar a su padre. Permanece atento en la banda, animándole, aprendiendo del juego de los mayores y disfrutando de un deporte que le apasiona.
Esa mañana el niño observaba que su padre estaba un poco fallón, nada habitual en él, y que incluso alguno de sus compañeros le recriminaba algún pase mal dado. De pronto Carlos, situado en una esquina del campo, se desmoronó y cayó como un fardo sobre el suelo. El juego se suspendió inmediatamente, todos fueron a ver qué pasaba, uno de los compañeros --médico-- le dió la vuelta, comprobó que estaba inconsciente y vió que la posición de la lengua le impedía respirar. Rápidamente corrigió ese problema e inició un masaje cardíaco a la vez que le facilitaba la respiración. Nervios por todas partes, angustia, llamadas a los servicios de emergencia, a la familia.
Marco, que presenciaba desorientado toda esa agitación, suministraba a los compañeros de su padre toda la información que le requerían. Posteriormentele comentaría a su madre, desde la inocencia de sus ocho años, que había ayudado mucho a que su padre se curara.
En pocos minutos llegó la ambulancia, le trasladaron al hospital donde le intervinieron para desatascar la obstrucción (en más de un ochenta por cien) de una de las arterias. La presencia en el campo de un médico y la rapidez con que se actuó y llegaron los servicios médicos, salvaron la vida de Carlos.
Carlos tiene 43 años, es delgado, no tiene un gramo de grasa, no fuma, come sanamente, es deportista, va al gimnasio regularmente... ¿qué es la vida?, me pregunto. ¿Una lotería, como dicen algunos?, ¿un conjunto de situaciones azarosas que no podemos controlar? No lo sé, lo que si sé es que vale la pena vivirla y que la mejor manera de hacerlo es vivir lo más intensamente posible cada día.
Carlos ha estado cinco días en el hospital y ya está en casa recuperándose. Ayer, por fin, pudimos hablar por teléfono con él. ¿Cómo estás?, le pregunté. ¡¡Vivo!!, me contestó.
Hay ocasiones en que las palabras adquieren un realismo estremecedor.
Carlos es mi yerno y Marco un nieto del que estoy muy orgulloso, aunque me gane siempre al ajedrez.
Muchas gracias.
P.D. Los compañeros de futbol de Carlos han decidido hacer todos un curso de primeros auxilios y comprar un desfribilador, que llevárán al campo todos los domingos como parte del botiquin de urgencias.
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