miércoles, 24 de agosto de 2011

Sociedad civil solidaria

Transcribo literalmente un párrafo del último correo que ha enviado mi hija Lina sobre la recuperación de su marido de su infarto: "Sigue durmiendo bien por la noche y está con apetito, así que come bien.  Creo que os comenté que cada noche una familia de Clarendon nos trae comida.  Ayer cenamos ruso. Es increible el apoyo de la gente".

Clarendon es el colegio al que asisten mis nietos. Como colegio público perteneciente al sistema escolar de San Francisco, está sometido a contínuos recortes presupuestarios que los padres tratan de resolver conforme a sus posibilidades. El que puede da más y el que no tiene ofrece su tiempo o lo que tenga.  Así han conseguido que continúe el programa bicultural y bilingüe en japonés, y que la educación que imparten sea de excelente calidad. Cuando el terremoto en Japón consiguieron montar en tres días un festival benéfico con el que obtuvieron $60.000 para los damnificados.

Es un centro en el que enseñan a sus alumnos a ser solidarios, entre otros valores y, lo que es más importante, dan ejemplo cada día profesores, alumnos y padres. Las alegrías, y también las desgracias cuando ocurren, son compartidas por todos. Esta es la sociedad civil americana que he tenido muchas ocasiones de conocer y vivir.

Hace unos días, mientras leía en el patio de mi casa del pueblo, ví como una persona metía a su perro --un pastor alemán-- en la poza natural que tenemos delante, y dónde nos bañamos cientos de personas diariamente. No había nadie, porque era temprano, y aunque sabía que el enorme cartel prohibiendo bañar perros tenía que haberlo visto, me acerqué al dueño a pedirle que, por favor, sacara al perro de la piscina. Os ahorro los improperios que pude recibir por mi acción. El energúmeno me comunicó que el perro se iba a quedar en la piscina hasta que le diera la gana y que si me parecía mal, llamara a la Guardia Civil. Actitud solidaria, ¿no os parece?

¿Cuántos años tendrán que pasar para que la democracia, el respeto, la tolerancia y el espíritu solidario sean los valores que dominen nuestra sociedad? ¿Estamos condenados a ser esa sociedad individualista, anárquica y fratricida que hemos sido durante siglos y que constituye el tópico con que se nos ve en algunos ambientes exteriores?

Llevamos más de treinta años de democracia, más de veinticinco siendo miembros de la Europa ancestral --ya no se puede decir que Europa acaba en los Piriineos, como se afirmaba el siglo pasado -- y, sin embargo, en lo más profundo de nuestra sociedad siguen manifestándose actitudes del pasado.

Cuando escuchamos los sapos y culebras que salen cada día de la boca del portavoz del Partido Popular, Esteban González Pons, o de los medios de comunicación afines, comprendemos por qué esta situacion permanece: porque hay muchos interesados en mantenerla, porque ese odio, esa falta de tolerancia, es el caldo de cultivo que necesita la derecha más retrograda para seguir subsistiendo.

Necesitamos una regeneración de nuestra sociedad.  Necesitamos que la democracia arraigue en lo más profundo de nuestro ser, que el respeto, la toleramcia y la solidaridad sean nuestras auténticas señas de identidad. ¿Serán nuestros políticos capaces de liderar esta regeneración?  No lo sé, y en muchas ocasiones lo dudo.  Lo que no dudo es que tendremos que hacerla nosotros, a nuestro ritmo y con nuestros medios.

Muchas gracias.

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