Ayer los ciudadanos europeos fuimos --o no fuimos-- a votar, y nos acostamos con la preocupación de unos resultados que ponían patas arriba a Europa. Hoy todos los medios de comunicación se han dedicado a realizar sesudos análisis de las consecuencias que estos resultados tendrán para la construcción europea: el auge de los partidos euroescépticos, el populismo de extrema derecha, la debacle del bipartidismo, la fragmentación de la izquierda... No tengo interés en entrar en esta discusión, pero sí me gustaría introducir una visión diferente en el debate.
Estamos sufriendo la crisis económica más dura después de la Gran Depresión de 1929. Curiosamente en los años treinta, consecuencia de esa crisis, también se produjo un auge de los populismos y la xenofobia. En estas elecciones el Frente Nacional de Marine Le Pen ha sido la fuerza más votada en Francia; en los años treinta el Partido Nacional Socialista de Hitler fue la fuerza más votada en Alemania. Desgraciadamente no existen diferencias significativas en lo que supuso la crisis de los años treinta y ésta, en relación con el impulso que supusieron para las formaciones de extrema derecha, racistas y xenófobas.
Sí que hay, en cambio, una diferencia esencial en las consecuencias de esa situación: en los años treinta fue la guerra la "solución"; hoy ha sido - y probablemente siga siendo- la troika, la austeridad en los países del sur, el aumento de la pobreza y la desigualdad... todo terrible, sobre todo para nosotros, pero se ha evitado la muerte de millones de europeos. Hoy en día esos millones son de parados.
La necesidad de nuevos mercados para el imperialismo alemán, que fue el desencadenante de la II Guerra Mundial, se asemeja a la exigencia alemana actual de imponer condiciones que faciliten su dominio económico en la Unión Europea. La diferencia radica en que uno se conseguía a tiros y la otra la han conseguido votando. Y eso es gracias a la existencia de la Unión Europea. No podemos olvidarnos de que si en Europa predominan los gobiernos de derecha es porque los ciudadanos los votan. Y si no, analicémosnos nosotros mismos.
Cambiar la situación es posible. No hace falta derrotar por las armas, y a base de millones de muertos, sino por las urnas, votando a partidos de izquierda que defiendan una Europa más solidaria. Esa Europa ha existido en otros momentos: recordemos la etapa de Jacques Delors en la Comisión Europea y de Felipe González gobernando en España.
Trabajemos en esa dirección. Es posible. ¡¡Podemos!!
Muchas gracias.
Estamos sufriendo la crisis económica más dura después de la Gran Depresión de 1929. Curiosamente en los años treinta, consecuencia de esa crisis, también se produjo un auge de los populismos y la xenofobia. En estas elecciones el Frente Nacional de Marine Le Pen ha sido la fuerza más votada en Francia; en los años treinta el Partido Nacional Socialista de Hitler fue la fuerza más votada en Alemania. Desgraciadamente no existen diferencias significativas en lo que supuso la crisis de los años treinta y ésta, en relación con el impulso que supusieron para las formaciones de extrema derecha, racistas y xenófobas.
Sí que hay, en cambio, una diferencia esencial en las consecuencias de esa situación: en los años treinta fue la guerra la "solución"; hoy ha sido - y probablemente siga siendo- la troika, la austeridad en los países del sur, el aumento de la pobreza y la desigualdad... todo terrible, sobre todo para nosotros, pero se ha evitado la muerte de millones de europeos. Hoy en día esos millones son de parados.
La necesidad de nuevos mercados para el imperialismo alemán, que fue el desencadenante de la II Guerra Mundial, se asemeja a la exigencia alemana actual de imponer condiciones que faciliten su dominio económico en la Unión Europea. La diferencia radica en que uno se conseguía a tiros y la otra la han conseguido votando. Y eso es gracias a la existencia de la Unión Europea. No podemos olvidarnos de que si en Europa predominan los gobiernos de derecha es porque los ciudadanos los votan. Y si no, analicémosnos nosotros mismos.
Cambiar la situación es posible. No hace falta derrotar por las armas, y a base de millones de muertos, sino por las urnas, votando a partidos de izquierda que defiendan una Europa más solidaria. Esa Europa ha existido en otros momentos: recordemos la etapa de Jacques Delors en la Comisión Europea y de Felipe González gobernando en España.
Trabajemos en esa dirección. Es posible. ¡¡Podemos!!
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