Ayer disfruté viendo "Los idus de Marzo", la última película dirigida y coprotagonizada por George Clooney. Fue un placer que recomiendo a todos los amigos. Clooney, con gran habilidad y un excelente plantel de actores, abre con un preciso bisturí las carnes de la política y de los políticos y deja al descubierto sus contradicciones, sus grandezas y sus miserias.
Aparecen en la película las grandes ideas fuerza que mueven la acción política:
Los ideales: Stephen, un joven idealista (interpretado brillantemente por Ryan Gosling) --ayudante del jefe de la campaña electoral para las primarias presidenciales en Estados Unidos--, en cuanto se le presenta el dilema entre esos ideales y sus intereses personales, no duda en olvidarse de aquellos.
La lealtad, que no es a las ideas, como uno podría suponer, sino a las personas, salta hecha añicos. La utiliza como bandera Paul (interpretado por Philip Seymour Hoffman) para despedir a Stephen en cuanto sospecha que le puede hacer sombra.
"La politica es mi vida", le responde Stephen cuando su jefe le comunica que le despide, pero no se refiere a los ideales que dice defender sino al poder que va a perder. Y para no perderlo no duda un instante en chantajear al progresista gobernador. Un gobernador que defiende en sus mítines ante los ciudadanos lo contrario de lo que hace en su vida personal y política. Asegura que no traspasará determinadas lineas rojas que va dejando atrás paso a paso.
Y cuando uno sale del cine, con ese sabor amargo que la película te deja en relación con la política, se pregunta si lo que te han contado es una exageración o una versión critica de la realidad. Y termina --al menos en mi caso-- aceptando que la política es así, que no puede ser de otra manera. Que cuando se ponen en juego ambiciones tan grandes las personas necesariamente no son leales y anteponen la consecución del poder a cualquier otra consideración. ¿Quizás pensando que una vez que consigan el poder podrán cambiar la sociedad en la dirección que le marcan sus ideales? o simplemente ¿cuando consigan el poder harán todo lo posible por seguirlo manteniendo?
Escribo este comentario el 15 de marzo, el dia que los romanos llamaban los idus de Martius, y que traía buenos augurios. Augurios que no siempre se cumplían, como le ocurrió a Julio Cesar que creyó tanto en ellos que no hizo caso del vidente que le avisaba de lo que le iba a ocurrir: su asesinato en el Senado a manos, entre otros, de su hijo adoptivo Bruto.
Hoy en nuestro país tenemos que hacer nuestra la frase que Shakespeare hizo famosa: "Cuídate de los idus de marzo", porque estos idus vaticinan que están en peligro logros que nos han costado a los españoles muchos años de luchas y sacrificios. Cuando los políticos que hoy nos gobiernan dicen que una de las líneas rojas que no van a traspasar es la sanidad pública, podemos tener la seguridad de que van a acabar con nuestro sistema de salud tal como lo hemos disfrutado. Cuando insisten en que no tocarán la educación, preparémosnos para el desmantelamiento de la escuela pública.
Y al contrario que Julio Cesar, cuya confianza en los buenos augurios que los idus vaticinaban le llevó confiadamente a la muerte, nosotros debemos hacer oidos sordos de esos idus y poner cuantas barreras sean necesarias para impedir que acaben con el incipiente estado de bienestar que tanto nos ha costado conseguir.
Muchas gracias.
Aparecen en la película las grandes ideas fuerza que mueven la acción política:
Los ideales: Stephen, un joven idealista (interpretado brillantemente por Ryan Gosling) --ayudante del jefe de la campaña electoral para las primarias presidenciales en Estados Unidos--, en cuanto se le presenta el dilema entre esos ideales y sus intereses personales, no duda en olvidarse de aquellos.
La lealtad, que no es a las ideas, como uno podría suponer, sino a las personas, salta hecha añicos. La utiliza como bandera Paul (interpretado por Philip Seymour Hoffman) para despedir a Stephen en cuanto sospecha que le puede hacer sombra.
"La politica es mi vida", le responde Stephen cuando su jefe le comunica que le despide, pero no se refiere a los ideales que dice defender sino al poder que va a perder. Y para no perderlo no duda un instante en chantajear al progresista gobernador. Un gobernador que defiende en sus mítines ante los ciudadanos lo contrario de lo que hace en su vida personal y política. Asegura que no traspasará determinadas lineas rojas que va dejando atrás paso a paso.
Y cuando uno sale del cine, con ese sabor amargo que la película te deja en relación con la política, se pregunta si lo que te han contado es una exageración o una versión critica de la realidad. Y termina --al menos en mi caso-- aceptando que la política es así, que no puede ser de otra manera. Que cuando se ponen en juego ambiciones tan grandes las personas necesariamente no son leales y anteponen la consecución del poder a cualquier otra consideración. ¿Quizás pensando que una vez que consigan el poder podrán cambiar la sociedad en la dirección que le marcan sus ideales? o simplemente ¿cuando consigan el poder harán todo lo posible por seguirlo manteniendo?
Escribo este comentario el 15 de marzo, el dia que los romanos llamaban los idus de Martius, y que traía buenos augurios. Augurios que no siempre se cumplían, como le ocurrió a Julio Cesar que creyó tanto en ellos que no hizo caso del vidente que le avisaba de lo que le iba a ocurrir: su asesinato en el Senado a manos, entre otros, de su hijo adoptivo Bruto.
Hoy en nuestro país tenemos que hacer nuestra la frase que Shakespeare hizo famosa: "Cuídate de los idus de marzo", porque estos idus vaticinan que están en peligro logros que nos han costado a los españoles muchos años de luchas y sacrificios. Cuando los políticos que hoy nos gobiernan dicen que una de las líneas rojas que no van a traspasar es la sanidad pública, podemos tener la seguridad de que van a acabar con nuestro sistema de salud tal como lo hemos disfrutado. Cuando insisten en que no tocarán la educación, preparémosnos para el desmantelamiento de la escuela pública.
Y al contrario que Julio Cesar, cuya confianza en los buenos augurios que los idus vaticinaban le llevó confiadamente a la muerte, nosotros debemos hacer oidos sordos de esos idus y poner cuantas barreras sean necesarias para impedir que acaben con el incipiente estado de bienestar que tanto nos ha costado conseguir.
Muchas gracias.
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