domingo, 10 de enero de 2016

¿Para qué votamos?

La respuesta a la pregunta que sirve de título a esta entrada parece fácil: en una democracia analizamos los programas de los diferentes partidos que se presentan a las elecciones, tenemos en cuenta su actuación pasada, su ideología, las personas que lo integran, y les votamos con el convencimiento de que van a cumplir con lo que nos han prometido. Es decir, les votamos para que lleven a la práctica su programa.

¿Es así como funciona nuestra maltrecha democracia? Desgraciadamente no; entre las promesas y la realidad suele haber bastantes diferencias. Hasta ahora ya nos habíamos acostumbrado, muy a nuestro pesar, a que los partidos no cumplieran con sus programas electorales e incluso a que llevaran a cabo acciones en contra de lo que nos habían prometido. ¿Quién no se acuerda de nuestro insigne Rodríguez Zapatero? Pero las últimas noticias que nos llegan de Cataluña sobrepasan con creces esta costumbre.

El honorable expresidente Artur Mas decía ayer, después de haber "dado un paso al lado" (de quién, me pregunto) que "lo que no habían conseguido a través de las urnas lo habían logrado con la negociación", o sea con el pasteleo. Es decir, la ciudadanía no les dio los escaños suficientes para lograr la mayoría absoluta en el Parlamento catalán y la han obtenido por otros medios, violentando la opinión de la ciudadanía. Pero, ¿qué democracia es ésta?

La clave de este despropósito está en la CUP. Nos han explicado por activa y por pasiva, que se trata de una organización anticapitalista, de extrema izquierda, asamblearia y no sé cuántas cosas más. Supongo que quienes la votaron lo hicieron porque estaban en contra de Junts pel si y de Convergencia. Sin embargo sus votos han servido para reforzar justamente a aquellos a los que no querían votar.

Convergencia es un partido minado por la corrupción, que ha sido el primero en poner en práctica los recortes sociales, que representa a la derecha catalana y, sin embrago, los votos de los ciudadanos que optaron por la CUP, por su programa de izquierdas, van a servir para nombrar a un nuevo presidente de Convergencia. Y no es eso lo peor, sino que se han comprometido a no votar en contra de ese gobierno ninguna decisión que pueda ponerle en entredicho, por ejemplo los presupuestos generales donde se marcarán las prioridades en materia social.

Ayer dedicaba este espacio a hablar de la "nueva política". Hoy nos encontramos con otra vuelta de tuerca en esa partida de poker -entre tahúres- en que se ha convertido la política española. ¿Cuál será la próxima? ¿Un gobierno de coalición PP-PSOE, después de asegurar tantas veces que no?  Se admiten apuestas.

Muchas gracias.


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