jueves, 22 de noviembre de 2012

Thanksgiving Day

No es un día normal.  La calma, la tranquilidad, la espera recorren las horas de este día especial.  Desde la ventana que tengo enfrente diviso la calle y lo que en ella ocurre: casi nada, tan solo calma.

El día es precioso. Es uno de esos días de San Francisco en que el clima quiere negar esa versión negativa de que siempre hace mal tiempo en esta ciudad. El cielo azul, una temperatura agradable, casi calor a pesar de estar a finales de noviembre, y un sol que ilumina de manera particular las calles y los edificios.

Dentro de casa el olor de la buena comida, esos aromas tradicionales que tantos recuerdos me traen, impregna todas las habitaciones. Se puede estar escribiendo, como lo estoy haciendo yo, en el piso de arriba, y a la vez disfrutar de esos olores que anuncian una agradable y sabrosa cena.

Todo está en calma. Los únicos coches que de vez en cuando aparcan en los alrededores abren sus puertas a familias enteras que llevan grandes bandejas de comida o bolsas con botellas de vino. Thanksgiving es una fiesta familiar y se desplazan para pasar el día juntos.

Nosotros también esperamos a que lleguen nuestros invitados. Todo está preparado: la mesa del comedor con la vajilla de los días de fiesta, las copas de cristal, los cubiertos de plata.  En la cocina todo listo, a la espera del momento de iniciar el ágape.

Es el día de Acción de Gracias. Esta tranquilidad que se respira es un buen momento para agradecer ¿a quién?  Digamos que a nosotros mismos, que tengamos una familia tan estupenda y que todo nos vaya bastante bien a pesar de las desgracias que nos rodean. Día de agradecer que vamos a tener otro niet@ y que seguimos compartiendo tantas cosas con tantos amigos.

Día de agradecer a los amigos su compañía y su cariño y a mis lectores que todavía me sigan.

Muchas gracias.


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