miércoles, 10 de octubre de 2012

Noche mágica en París

El domingo por la tarde fuimos a dar una vuelta por el Quartier Latin. Nuestro primer objetivo: visitar el Instituto del Mundo Árabe. Caminando en su busca, nos encontramos con la Faculté des Sciences --donde pasé un año yendo a clases--: vetusta y abandonada, al igual que mis recuerdos.

El espléndido edificio del Instituto del Mundo Árabe, diseñado por Jean Nouvel y encargado por Mitterand, es parada obligada durante una estancia en París. La fachada principal con esas 16.000 (creo que son) "ventanas", que a través de un dibujo con motivo árabe, permiten y regulan la entrada de luz en el edificio, constituye un cuadro digno de la mano de un gran artista.

Más adelante nos sentamos en uno de los bancos de la plaza de la Sorbonne, donde la paz solamente la rompe el ruido de la fuente que mana agua cada cierto tiempo. Desde allí, con la mirada fija en la puerta de la universidad, venían a mi mente los momentos vividos en su interior durante Mayo del 68. Qué lejos los recuerdos pero qué vivas las experiencias.

Cerca de allí la plaza del Panteón es otro lugar que te deja sobrecogido. Inmensa plaza, el Panteón en el centro, a un lado la biblioteca en la que Erasmus de Rotterdam vivió en la segunda mitad del siglo XV, enfrente la maravillosa iglesia de Santa Genevieve y al otro lado el fastuoso edificio de la alcaldia del distrito V de París.

Después de cenar muy bien, como casi siempre en Paris, y con el cuerpo satisfecho, salimos a dar una vuelta antes de regresar a casa. Cruzamos el Sena y nos dirigimos a la catedral de Notre Dame.  Ya habíamos estado de día, pero queriamos verla iluminada. No sé qué visión de los tres pórticos de Notre Dame es mejor, la diurna o la nocturna. Nos sentamos enfrente.

Una música de guitarra española sonaba en el ambiente y aumentaba el misterio de la noche. Observaba fijamente uno de los pórticos cuando mi vista tropezó con algo que no supe identificar. Una silla electrica, de las que usan los tetrapléjicos con poca o nula movilidad, estaba en mitad de la calle, justo delante de la catedral. Sobre ella, y en parte tapándola, habia un hombre delgado de entre cuarenta a cincuenta años, que hablaba continuamente:  Yo no sabía con quién, hasta comprobar que con su cuerpo ocultaba a la persona que estaba en la silla, una mujer que solo podía mover la cabeza. No pude resistir observar más en detalle la escena: el hombre no solo hablaba en un tono cariñoso, sino que regularmente abrazaba esa cabeza, la besaba, le contaba algo al oido, acariciaba sus brazos inmóviles...Y todo ello, en mitad de la calle, delante de la majestuosa portada de Notre Dame. Todo el que pasaba volvía la cabeza para confirmar que lo que creia ver era realidad. Y el hombre seguía inmutable, como si ellos dos estuvieran solos en el mundo y su única razón en la vida fuese decirle cosas agradables y acariciar a su amada.

La música de guitarra continuaba, acompañando a la pareja sin saberlo. Decenas de japoneses, con su guía enarbolando un paraguas, pasaban por delante de la catedral haciendo sus fotos, a pesar de que eran más de las diez de la noche. Ellos también volvían su cara incrédula ante la escena. La temperatura era perfecta, la música continuaba, la magia de París no se acababa.

Muchas gracias.
 

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