El Partido Socialista perdió más de cuatro millones de votos en las elecciones de noviembre de 2011, lo que supuso el peor resultado de su historia. Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo siguieron su camino como si nada hubiera ocurrido. Debieron pensar que podría haber sido aún peor.
Unos meses después se celebraron las elecciones en Andalucía y Asturias. Los socialistas volvieron a perder varios cientos de miles de votos, pero, como también perdió muchos el PP, consiguieron gobernar --con alianzas-- en ambas comunidades. Consecuencia de ello: sacaron pecho. Se iniciaba la recuperación.
Se acaban de celebrar las elecciones en Galicia y el País Vasco y el descalabro del PSOE ha sido monumental. "Al mal tiempo buena cara", han debido pensar; así que Rubalcaba ha estado varios días sin aparecer y, cuando lo ha hecho, ha sido para decir que continúa y que "seguirá trabajando para ganarse la confianza de los ciudadanos".
No hay que ser un brillante analista político para vaticinar un descalabro aún mayor en las próximas elecciones catalanas. Da la impresión de que los socialistas han adoptado el principio de seguir celebrando "victorias" hasta la derrota final.
"Hay que volver a ganarse la confianza perdida de los electores"; este es el mantra que utilizan frecuentemente los dirigentes socialistas. Bueno, vamos a creernos que eso es lo que pretenden hacer.
Situémosnos en la vida real: dos amigos que confiaban plenamente el uno en el otro. Algo ocurre y Emilio desconfía de Alfredo. Alfredo se da cuenta de ello y quiere volver a recuperar la confianza de su amigo. Lo primero que hace es acercarse a Emilio para conocer las razones de su desconfianza, una vez que confirma que se debe a algo que hizo mal, lo reconoce, le pide disculpas y le asegura que no volverá a cometer ese error. Inmediatamente Alfredo cambia de actitud y trata de ganarse la confianza de Emilio, actuando correctamente y demostrando, con los hechos, que ha cambiado. Manteniéndose en esa actitud positiva llega un momento en que Emilio reconoce que vuelve a confiar en Alfredo. Este sería el comportamiento en la vida real, pero desgraciadamente sabemos que los políticos españoles saben poco, y no quieren saber, de la vida real.
Lo primero que tienen que hacer los socialistas, si quieren recuperar la confianza perdida, es reconocer los errores cometidos, analizarlos con seriedad, exigir responsabilidades a los "culpables" y, en consecuencia, aprender de ellos. Eso es condición indispensable para poder iniciar un período de recuperación. Hay que reconocer que no se puede hacer política económica de derechas (eso ya lo hace el PP), que no se puede seguir permitiendo la corrupción en sus filas, que no se puede funcionar como una casta burocrática ajena a los intereses de los ciudadanos y que la política consiste en estar al servicio de los ciudadanos y no de los jefes del partido.
El análisis de estas cuestiones, y muchas otras que surgen en cuanto se juntan varios progresistas desencantados con el PSOE, es imprescindible para empezar a tener cierta credibilidad. Y este análisis implica también cambio de liderazgo. Cuando las mismas personas dicen blanco y luego negro, resulta difícil creerles.
¿Se vislumbra en la posición adoptada por Rubalcaba esta mañana algo que nos indique que ese es el camino que piensa recorrer? Desgraciadamente no. Por tanto, la respuesta a la pregunta que me hacia en el título de esta entrada es clara: ¡MORIR!. Y mira que lo siento, como votante del PSOE y compañero de viaje durante más de 30 años.
Muchas gracias.
Unos meses después se celebraron las elecciones en Andalucía y Asturias. Los socialistas volvieron a perder varios cientos de miles de votos, pero, como también perdió muchos el PP, consiguieron gobernar --con alianzas-- en ambas comunidades. Consecuencia de ello: sacaron pecho. Se iniciaba la recuperación.
Se acaban de celebrar las elecciones en Galicia y el País Vasco y el descalabro del PSOE ha sido monumental. "Al mal tiempo buena cara", han debido pensar; así que Rubalcaba ha estado varios días sin aparecer y, cuando lo ha hecho, ha sido para decir que continúa y que "seguirá trabajando para ganarse la confianza de los ciudadanos".
No hay que ser un brillante analista político para vaticinar un descalabro aún mayor en las próximas elecciones catalanas. Da la impresión de que los socialistas han adoptado el principio de seguir celebrando "victorias" hasta la derrota final.
"Hay que volver a ganarse la confianza perdida de los electores"; este es el mantra que utilizan frecuentemente los dirigentes socialistas. Bueno, vamos a creernos que eso es lo que pretenden hacer.
Situémosnos en la vida real: dos amigos que confiaban plenamente el uno en el otro. Algo ocurre y Emilio desconfía de Alfredo. Alfredo se da cuenta de ello y quiere volver a recuperar la confianza de su amigo. Lo primero que hace es acercarse a Emilio para conocer las razones de su desconfianza, una vez que confirma que se debe a algo que hizo mal, lo reconoce, le pide disculpas y le asegura que no volverá a cometer ese error. Inmediatamente Alfredo cambia de actitud y trata de ganarse la confianza de Emilio, actuando correctamente y demostrando, con los hechos, que ha cambiado. Manteniéndose en esa actitud positiva llega un momento en que Emilio reconoce que vuelve a confiar en Alfredo. Este sería el comportamiento en la vida real, pero desgraciadamente sabemos que los políticos españoles saben poco, y no quieren saber, de la vida real.
Lo primero que tienen que hacer los socialistas, si quieren recuperar la confianza perdida, es reconocer los errores cometidos, analizarlos con seriedad, exigir responsabilidades a los "culpables" y, en consecuencia, aprender de ellos. Eso es condición indispensable para poder iniciar un período de recuperación. Hay que reconocer que no se puede hacer política económica de derechas (eso ya lo hace el PP), que no se puede seguir permitiendo la corrupción en sus filas, que no se puede funcionar como una casta burocrática ajena a los intereses de los ciudadanos y que la política consiste en estar al servicio de los ciudadanos y no de los jefes del partido.
El análisis de estas cuestiones, y muchas otras que surgen en cuanto se juntan varios progresistas desencantados con el PSOE, es imprescindible para empezar a tener cierta credibilidad. Y este análisis implica también cambio de liderazgo. Cuando las mismas personas dicen blanco y luego negro, resulta difícil creerles.
¿Se vislumbra en la posición adoptada por Rubalcaba esta mañana algo que nos indique que ese es el camino que piensa recorrer? Desgraciadamente no. Por tanto, la respuesta a la pregunta que me hacia en el título de esta entrada es clara: ¡MORIR!. Y mira que lo siento, como votante del PSOE y compañero de viaje durante más de 30 años.
Muchas gracias.