martes, 16 de septiembre de 2014

Ministro Wert, !te va a crecer la nariz!

Hace tiempo que había abandonado a uno de los personajes principales de mi blog: el ministro Wert. La razón era sencilla: las barbaridades que estaba haciendo con el sistema educativo español no me producían ninguna risa y el personaje se me había convertido en demasiado antipático. Pero ayer hizo unas declaraciones en relación con el presupuesto del ministerio para becas que han sido el hazmereír en todos los medios de comunicación y me han traído al personaje de nuevo a este blog.

La historia es conocida, pues la han reflejado periódicos, emisoras de radio y televisión. El presupuesto del ministerio para becas para 2014-2015 --según lo señalado en el informe "Datos y cifras. Curso 2014-2015" presentado por el propio ministro-- es de 1.465,8 millones de euros, lo que significa --tras un sencillo cálculo-- que si en el curso 2011-12 era de 1.748 millones, la disminución está en torno al 15 por 100.

Sin embargo el ministro, un genio de las matemáticas, no lo ve así, y ha insistido en que "se trata de la partida más alta de toda la serie histórica". ¿Usted lo entiende? Yo no y se ve que los periodistas que asistían a la rueda de prensa, tampoco, dado el desconcierto que se creó.

Sin embargo para el ministro el tema es clarísimo.  Lo siento, pero soy incapaz de repetir el argumento estrafalario que utilzó. Tanto cachondeo se ha montado en torno a estas declaraciones que el ministerio ha tenido que sacar hoy un comunicado "aclarándolas", bueno, es un decir:
  1. "El presupuesto para becas generales y ayudas al estudio del año 2014 supone la partida más alta de toda la serie histórica.
  2. El anterior sistema de becas era insostenible porque sistemáticamente se gastaba una cantidad notablemente superior a la presupuestada, generando una deuda que se aproxima a los 1.000 millones de euros.
  3. El nuevo modelo puesto ahora en práctica garantiza la sostenibilidad del sistema de becas, manteniendo, sin embargo, las becas como un derecho para los estudiantes"
Tratemos de entender el "mensaje".  El primer punto es la mentira que hay que sostener para no "enmendalla". Los otros dos significan que el presupuesto de becas se recorta "para que sea sostenible". Es decir, para que cueste menos, porque sostenible ha sido siempre ya que los becarios han cobrado y el país no se ha hundido.

El resultado de esta mentira es una verdad que afecta a muchos jóvenes: hay 693.111 ayudas menos (el 40%), según datos del ministerio, y la cuantía de las becas universitarias ha caído una media de 300 euros en el último curso, mientras las matrículas han subido hasta un 60 por 100 en algunas comunidades autónomas.

Si las mentiras del ministro fueran solo palabras que demuestran su ineptitud y su prepotencia (se piensa que basta con que él lo diga para que todos --bobos-- lo creamos) no nos importarían demasiado, pero significan recortes de derechos para miles de jóvenes que tienen en la educación la única salida posible para incorporarse a la sociedad.

Ministro Wert, ya está bien. ¡¡Dimite!!

Muchas gracias.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Ya tengo setenta años, ¿y ahora, qué?

Ya se sabe que lo peor de una fiesta es el día de después. Y ese día inexorablemente llegó.
Primero con un aviso recordatorio de los años cumplidos: una colonoscopia que tenía prevista tiempo atrás. Por si acaso se me había olvidado la edad.

También llegó la resaca de tanta fiesta. Una resaca con dos caras; por un lado un sinfín de recuerdos, "vamos a ver las fotos de la fiesta", de felicitaciones de amigos contándome lo bien que se lo habían pasado, de dificultades para conciliar el sueño, de emociones y de cansancio físico de tanta celebración, tanta comida, tanto alcohol --un recordatorio de que el cuerpo no perdona.  Por otro, la satisfacción de lo conseguido, la conciencia de que todo lo que vale la pena cuesta esfuerzo y dedicación, el agradecimiento a los que, como Luis, me ayudaron a que todo fuese más fácil, el placer de sentirme a gusto, cansado, feliz, tanto casi como mi amigo Antonio.

Y ahora a continuar. Mañana a levantarme a las siete y media para ir al gimnasio; es mi manera de disciplinarme-- yo que suelo ser bastante anarquista en ese terreno. A continuar haciendo lo que me interesa: leer, seguir la política de este país y, sobre todo, la educación.  Seguir con mi blog y mis otros proyectos con la misma ilusión que les he puesto siempre en mi ya larga vida. Continuar haciendo planes, como si tuviera toda la vida por delante ¿o es que acaso no la tengo?

Y como siempre, volver a mis raíces, seguirlas regando para que crezcan y fructifiquen. Cuidar de mis amigos, dejar que ellos cuiden de mí y dedicarles el tiempo que haga falta para que sigamos disfrutando de esa mutua compañía.

Y no olvidarme de transmitir, a aquellos que están interesados en conocer mi experiencia, todo lo que sé, lo que he aprendido con no pocas dificultades. Tanto en educación, a la que he dedicado muchísimos años de mi vida, como en otros temas en los que sabemos más por "viejos".

Y en ese panorama, como veis arduo, difícil y complejo, también está mi familia, mis hijas, mis yernos --para ir a ver un partido de baloncesto con Manu, por ejemplo--, y especialmente mis nietos.
¿Pensáis que tendré tiempo suficiente para tanta tarea?  Yo espero que sí.

Muchas gracias.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Hoy cumplo setenta años

Setenta años dan para mucho, así titulaba mi querida Karen el reportaje fotográfico que preparó para la fiesta que tuvimos ayer. Y, efectivamente, dan para mucho. Para compartir cuarenta y ocho años con mi compañera del alma, las penas --pocas-- y las alegrías --muchas--. Para traer a la vida tres hijas, verlas crecer y madurar y quererlas intensamente. Para estar rodeado de ocho nietos que me dan alegría cada día.

Setenta años me han permitido vivir en multitud de circunstancias, más de tres años en la cárcel y seis como diplomático en la embajada de España en Estados Unidos, participar en París en el mayo del 68 y asumir la presidencia de la Unión Europea en educación en 1988, dirigir el Instituto Español de Casablanca y ser cesado por criticar la presencia de España en la guerra de Irak, ser profesor de a pié en mi instituto de Carabanchel Alto y dirigir durante cinco años los programas europeos de educación en España...

Pero, sobre todo, setenta años me han permitido tener muchos amigos, gestados en circunstancias bien distintas, pero cuidados siempre con el máximo cariño. Y eso pude apreciarlo, una vez más, ayer en la fiesta que tuvimos en casa para celebrar mi cumpleaños. Gracias a todos por la tarde llena de emociones que me ofrecisteis ayer.

Miguel y Fina --Tánger y mi época de estudiante--, Juan Ángel y Concha --una amistad con tantos años y satisfacciones como nuestras hijas-- , mi paso por Guinea --Javi, cuánto ha llovido y bien- , Antonio, Maria Paz, Joaquín, May, Jorge y Nina --la ORT de nuestros amores y desdichas--, José Luis --más de treinta años trabajando por la educación de este país y disfrutando con ello a pesar de todo--, Jose Antonio, Pilar y Pepe --recuerdos de mi paso por Marruecos--,  Javier, Antonio, Ángeles, Blanca, Jose Luis y Pilar --trabajando juntos potenciamos los programas europeos en España, nos hicimos amigos, y nos convertimos en tertulianos y mucho más, añadiendo al grupo nuevas adquisiciones estupendas: Helena, Alberto y María Jesús, Carmen y Adela. Y por último, pero no menos importante, mi pianista preferido y el "sudaca" al que más quiero y respeto, Carlos.

Gracias a todos por el día de ayer. Sé que la inmensa mayoría leéis este blog, así que lo aprovecho para daros las gracias por vuestra presencia, por vuestros variados y originales regalos y, sobre todo, por vuestro cariño.

martes, 9 de septiembre de 2014

Visita al Hermitage o por qué la revolución se produjo en Rusia

Una de las virtudes de este crucero era que nos permitía visitar varias atractivas ciudades --Tallinn, San Petersbrugo, Helsinki y Estocolmo-- sin necesidad de andar haciendo y deshaciendo maletas, cambiando de hotel o subiendo y bajando de aviones o autobuses. Resultaba muy agradable echarse a dormir y amanecer en otra ciudad sin más esfuerzo que bajar la escalinata del barco y ponerse a caminar.

Así llegamos a San Petersburgo. Las autoridades rusas exigen a los europeos un visado que es costoso y difícil de conseguir, con lo que no nos quedó más remedio que apuntarnos a dos excursiones organizadas --una cada día.   La primera, de cinco horas, tenía como objetivo la visita al Hermitage.

El museo Hermitage, según nos informó la guía, es el segundo más grande del mundo, después del Louvre de París.  Está formado por el Palacio de Invierno, que era la residencia habitual de los zares, y otros cinco edificios anexos. En su interior se albergan más de un millón de objetos de arte, de manera que, si uno pretendiera verlos todos y dedicar a cada uno un minuto, necesitaría más de siete años para conseguirlo.

La visita que hicimos fue francamente buena. La guía consiguió que aprovecháramos el tiempo y en poco más de cuatro horas recorriéramos las salas más importantes: la "Gold Room" (una sala llena de artículos de oro, la mayoría regalos a los zares de sus nobles), Leonardo da Vinci, Rafael, los flamencos, algunos españoles y los impresionistas y postimpresionistas. Todas ellas salas espectaculares.

Pero no es solo la pinacoteca lo que llama la atención en este museo --sobre todo si has podido ver el Louvre y el Prado en muchas ocasiones-- sino, de manera especial, el lujo del propio palacio. El Palacio de Invierno, residencia oficial de los zares hasta que fueron derrocados, tiene más de mil habitaciones y no sé (he olvidado el dato), pero creo que más de nueve mil ventanas.

Además, las colecciones de arte que encierran eran para el uso personal de los zares, adquiridas mediante compras por toda Europa y, en algunas casos, aprovechando alguna incursión militar.
Fue Nicolas I, en la segunda mitad del siglo XIX, quien decidió convertirlo en Museo Estatal y aceptar la entrada a visitantes, aunque solo nobles y clases altas.

Mientras deambulaba por eso pasillos dorados, con cuadros maravillosos en todas partes, me acordaba de mis lecturas de los clásicos rusos, Dostoiewski, Chejov, Turgueniev, que describían la vida del campesinado ruso en esos mismos momentos en que los zares de turno enriquecían el Hermitage.  Me venía a la mente "Crimen y Castigo", la primera novela que compré con mi propio dinero cuando tenia 17 años, los meses que Dostoiewski se pasó encerrado en una de las cárceles que vimos mientras paseábamos por la ciudad, o los años que estuvo deportado en Siberia.

Rusia, en los comienzos del siglo XX era, sin duda, el país donde las diferencias sociales eran más brutales y el Palacio de Invierno es la mejor muestra. Por eso fueron los rusos, y no otros, quienes asaltaron el Palacio de Invierno.

¿Cuántos "Palacios de Invierno" quedan por asaltar?

Muchas gracias.

domingo, 7 de septiembre de 2014

El "Norwegian Star"

Allí estábamos los dos --parados y sin maletas (ya nos las había recogido)-- y con la boca abierta.   La visión del "Norwegian Star" era espectacular. Había visto fotos y alguna descripción escrita, pero nada que ver con la realidad de tenerlo enfrente a unos pasos. Decidimos entrar y buscar nuestro camarote: muy fácil de encontrar en la planta cuarta.

Nos sorprendió agradablemente. Su utilización del espacio era perfecta. Tenía todo lo necesario: una buena cama, un baño justito pero bien, armarios, cajones, mesas. Lo más destacable era lo bien diseñado que estaba todo. Se podían apreciar muchas horas de trabajo para sacar el máximo rendimiento del espacio.

Reconocido el camarote, decidimos recorrer el barco para hacernos una idea de dónde estaba cada cosa. Entramos en el ascensor y comprobamos que había !!14!! pisos. Decidimos subir hasta el último e ir bajando uno a uno por las escaleras. Íbamos de sorpresa en sorpresa, como unos catetos que llegan por primera vez a una gran ciudad.

Conformes subíamos se nos presentaba una visión de cada piso, ya que los ascensores tenían una parte de cristal, como ocurre en los grandes hoteles americanos. Es difícil describir todo lo que fuimos descubriendo: una zona de piscina, "The Oasis", con cuatro jacuzzis y más de trescientas tumbonas para tomar el sol; un circuito para correr (cada cuatro vueltas una milla) y otro para caminar; un campo para jugar al baloncesto, un gimnasio perfectamente dotado en el que pude hacer ejercicio en varias ocasiones; un spa...

En otro orden de cosas en el barco había 11 restaurantes distintos, alguno con capacidad para varios cientos de comensales, 10 bares diferentes, un teatro para mas de !!1000!! personas donde cada noche pudimos asistir a un espectáculo diferente y, en general, de gran calidad. Resumiendo, el barco transportaba a unos 2.300 pasajeros y más de 1.000 trabajadores.

Era todo tan grande y tan espectacular que después de diez días encontrar cualquier sitio al que queríamos ir no era fácil y seguíamos perdiéndonos cada vez que lo intentábamos, nunca sabíamos si estaba en la proa o en la popa.

Y, a pesar de la grandiosidad y del volumen, todo funcionaba como un reloj. Podíamos ir a comer cuando nos apetecía, nunca tuvimos que hacer grandes colas y siempre encontrábamos sitio en los espectáculos.

Pensamos en muchas ocasiones en la logística que debe existir para dirigir un barco-hotel de estas características. Realmente impresionante.  La vida en el barco nos resultó cómoda y agradable incluidos los días de navegación en que todos los pasajeros estábamos a bordo.

Pero el crucero no era solo el barco, sino también las preciosas ciudades que tuvimos ocasión de visitar.

(Continuará)

viernes, 5 de septiembre de 2014

Un crucero por el mar Báltico

"Pero, Karen, ¿dónde crees que voy a poder meter todo esto?" Acababa de entrar en la habitación de invitados, y la cama --una de 1,50-- estaba desbordada de ropa femenina: vestidos, chaquetones, zapatos... !!Es imposible llevar tanta ropa!!... Karen me contestaba recordándome que siempre digo lo mismo cuando hacemos un viaje.

Así empiezan mis viajes familiares y tengo que reconocer que siempre consigo introducir todo en las maletas correspondientes. Bien es verdad que eso es gracias a mi sentido espacial, adquirido con mi formación matemática. Quince minutos y las maletas estaban hechas. Empezaba nuestro viaje.

Llevábamos mucho tiempo pensando en hacer un crucero y al final nos decidimos por el Mar Báltico: Rostock, Tallinn, San Petersburgo, Helsinki y Estocolmo nos ofrecían suficiente atractivo.  El viaje en crucero en sí era una incógnita para nosotros: teníamos muchos mensajes positivos de amigos que lo habían hecho, pero nos preocupaba el asunto de marearse (Karen es propicia a ello) en el que encontrábamos diversidad de opiniones.

Un viaje por los países bálticos hace tiempo que pensaba haberlo hecho en coche con amigos, partiendo desde Berlin, pero no llegó a concretarse, así que optamos por el crucero.

Teníamos que coger un avión que volaba a Copenhagüe a las 8.00 de la mañana, pues de allí salía el crucero. Teniendo en cuenta que en media hora estamos desde casa en un mostrador de Barajas (gracias a la linea de metro), ¿a que no os parece normal levantarse a las 5.00?  A mi tampoco, pero esa es otra de las características de nuestros viajes familiares: hay que ponerse en marcha un montón de horas antes.

Con tanta previsión (americana) llegamos al aeropuerto con mucha anticipación y con la seguridad de que no perderíamos el avión. Facturamos, dímos una vuelta por el aeropuerto, compramos EL PAÍS y ya estábamos de viaje.

Las tres horas que tarda el avión en llegar a Copenhagüe nos fueron muy útiles para leer, dormitar un rato y conversar sobre lo que nos esperaba --todo desconocido para nosotros--, hasta llegar a nuestro destino. Como jubilados que somos, había estudiado la manera de ir al puerto de la ciudad en transporte público: tren y luego un autobús.  Y eso hicimos.  El tren muy bien, aunque tuvimos algún problema con el sistema para sacar los billetes, pero del autobús mejor no hablar:.  Nos volvimos locos: subimos en el que correspondía, pero que, al parecer, no iba hasta el final, y nos dejó en un descampado donde estuvimos casi una hora esperando al autobús correcto. Eso si, no estábamos solos, es decir, no éramos los únicos inútiles que nos habíamos despistado; nos acompañaban en la desgracia otras cinco parejas que iban al mismo sitio que nosotros.

Todo tiene un final y también nuestra aventura. Llegamos al barco: el "Norwegian Star". Nos quedamos estupefactos. Allí íbamos a pasar los próximos diez días.
(Continuará)