Hace un mes quince personas murieron intentando alcanzar una vida mejor, quince personas que seguro dejan tras de sí historias de dolor y de sufrimiento y, a la vez, de fuerza, de empeño para huir del horror de sus países y proporcionar a sus familias y a ellos mismos una vida digna.
Los ciudadanos españoles y, a la cabeza, los políticos (y especialmente el gobierno) deberíamos estar de luto, apesadumbrados por la magnitud de la tragedia e interesados en conocer sus causas. Deberíamos exigir responsabilidades por los errores cometidos y adoptar las medidas necesarias para que no vuelva a ocurrir. Parece de cajón que disparar pelotas de goma y botes de humo contra personas que están en el agua --la inmensa mayoría sin saber nadar y sujetas por un rudimentario salvavidas-- puede producir desconcierto y miedo, generar nerviosismo y aumentar la dificultad para mantenerse a flote. Es decir, puede haber sido la causa del hundimiento y posterior muerte de estas personas. Investigar los hechos y reclamar responsabilidades forma parte del buen hacer democrático.
Sin embargo, el gobierno ha decidido darle otro enfoque al problema. Según ellos, "investigar las causas, exigir responsabilidades" no es una obligación democrática sino una manifestación de ataque a la Guardia Civil y de rompimiento del necesario Pacto de Estado (o pacto de silencio frente a los errores) que debe haber sobre el tema de la inmigración. Y, por si fuera poco, la culpa de todo la tiene, además del Partido Socialista, Bruselas.
El Partido Popular, a dos meses de las elecciones europeas y con las encuestas a la baja, ha convertido esta tragedia en un acto electoral --que dura ya un mes-- en el que el ministro Fernández Díaz no deja de arengar a sus fieles en defensa de la Guardia Civil frente a esos "rojos" que vuelven, una vez más, a calumniarla. Sus encuestas les dicen que esa posición les da votos y sobre todo evita que se le vayan votos por la extrema derecha.
Y esto lo protagoniza el ministro supercatólico del gobierno, Jorge Fernández Díaz, que, mientras invoca frecuentemente a una u otra virgen, no pestañea ante la muerte de quince personas por su deficiente actuación.
Eso sí, su conciencia estará tranquila porque los muertos eran infieles.
Muchas gracias.
Los ciudadanos españoles y, a la cabeza, los políticos (y especialmente el gobierno) deberíamos estar de luto, apesadumbrados por la magnitud de la tragedia e interesados en conocer sus causas. Deberíamos exigir responsabilidades por los errores cometidos y adoptar las medidas necesarias para que no vuelva a ocurrir. Parece de cajón que disparar pelotas de goma y botes de humo contra personas que están en el agua --la inmensa mayoría sin saber nadar y sujetas por un rudimentario salvavidas-- puede producir desconcierto y miedo, generar nerviosismo y aumentar la dificultad para mantenerse a flote. Es decir, puede haber sido la causa del hundimiento y posterior muerte de estas personas. Investigar los hechos y reclamar responsabilidades forma parte del buen hacer democrático.
Sin embargo, el gobierno ha decidido darle otro enfoque al problema. Según ellos, "investigar las causas, exigir responsabilidades" no es una obligación democrática sino una manifestación de ataque a la Guardia Civil y de rompimiento del necesario Pacto de Estado (o pacto de silencio frente a los errores) que debe haber sobre el tema de la inmigración. Y, por si fuera poco, la culpa de todo la tiene, además del Partido Socialista, Bruselas.
El Partido Popular, a dos meses de las elecciones europeas y con las encuestas a la baja, ha convertido esta tragedia en un acto electoral --que dura ya un mes-- en el que el ministro Fernández Díaz no deja de arengar a sus fieles en defensa de la Guardia Civil frente a esos "rojos" que vuelven, una vez más, a calumniarla. Sus encuestas les dicen que esa posición les da votos y sobre todo evita que se le vayan votos por la extrema derecha.
Y esto lo protagoniza el ministro supercatólico del gobierno, Jorge Fernández Díaz, que, mientras invoca frecuentemente a una u otra virgen, no pestañea ante la muerte de quince personas por su deficiente actuación.
Eso sí, su conciencia estará tranquila porque los muertos eran infieles.
Muchas gracias.
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