El martes tuve la suerte de asistir, gracias a un buen amigo, a un espectáculo en la Sala Negra de los teatros del Canal: “Maridaje Sonoro”. Maridaje suena a vinos y de eso se trataba —una cata de vinos organizada po las Bodegas Santa Cecilia—, y si era sonoro quiere decir que la música estaba presente, en este caso a través del cuarteto Diapente.
Probamos cuatro excelentes vinos —un blanco y tres tintos— y escuchamos cuatro piezas musicales de María Teresa Prieto, Mozart, Shostakovich y Dvorak. Cada cosa por separado. Los vinos y la música eran excelentes, pero, juntos y a la vez, fueron un autentico espectáculo sensorial. Todos los sentidos actuando y disfrutando.
Tener una copa de vino en la mano, tocarla, acariciarla y moverla para observar cómo el vino se desliza y se mueve por la copa, descubrir los matices de su color y su textura; llevártelo a la nariz para captar los olores que desprende —a frutas, a flores, a especias, a maderas… Tengo que reconocer que siempre que voy a una cata de vinos me quedo asombrado de la capacidad de los buenos enólogos —de nariz fina y educada— de captar olores que mi pobre nariz no llega ni a vislumbrar. Para mí es como si estuviera en un espectáculo de magia que me deja admirado, pero que soy incapaz de comprender.Si a todas estas sensaciones unimos el escuchar una música apropiada, elegida especialmente por el Maestro José Ramón Encinar para cada vino, el disfrute sensorial es completo,
No puedo dejar de anotar los vinos que catamos: un blanco “de hielo Gramona”, un Rioja Alta 904, añada 2001, un Pesquera Reserva de 2003 y un Priorato Terrases de 2011. Todos espléndidos. Gracias a las Bodegas Santa Cecilia por su generosidad, y especialmente a Maite Santa Cecilia, su propietaria y excelente comunicadora; gracias a José Ramón Encinar y al cuarteto Diapente; gracias a los Teatros del Canal; y gracias sobre todo a mi amigo que me llevó a disfrutar esa tarde.
En el mismo momento de la cata se jugaba el derbi futbolístico entre Real Madrid y Atlético. La Sala Negra no se llenó.
Muchas gracias.
Probamos cuatro excelentes vinos —un blanco y tres tintos— y escuchamos cuatro piezas musicales de María Teresa Prieto, Mozart, Shostakovich y Dvorak. Cada cosa por separado. Los vinos y la música eran excelentes, pero, juntos y a la vez, fueron un autentico espectáculo sensorial. Todos los sentidos actuando y disfrutando.
Tener una copa de vino en la mano, tocarla, acariciarla y moverla para observar cómo el vino se desliza y se mueve por la copa, descubrir los matices de su color y su textura; llevártelo a la nariz para captar los olores que desprende —a frutas, a flores, a especias, a maderas… Tengo que reconocer que siempre que voy a una cata de vinos me quedo asombrado de la capacidad de los buenos enólogos —de nariz fina y educada— de captar olores que mi pobre nariz no llega ni a vislumbrar. Para mí es como si estuviera en un espectáculo de magia que me deja admirado, pero que soy incapaz de comprender.Si a todas estas sensaciones unimos el escuchar una música apropiada, elegida especialmente por el Maestro José Ramón Encinar para cada vino, el disfrute sensorial es completo,
No puedo dejar de anotar los vinos que catamos: un blanco “de hielo Gramona”, un Rioja Alta 904, añada 2001, un Pesquera Reserva de 2003 y un Priorato Terrases de 2011. Todos espléndidos. Gracias a las Bodegas Santa Cecilia por su generosidad, y especialmente a Maite Santa Cecilia, su propietaria y excelente comunicadora; gracias a José Ramón Encinar y al cuarteto Diapente; gracias a los Teatros del Canal; y gracias sobre todo a mi amigo que me llevó a disfrutar esa tarde.
En el mismo momento de la cata se jugaba el derbi futbolístico entre Real Madrid y Atlético. La Sala Negra no se llenó.
Muchas gracias.
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