Estimada Presidenta:
Soy un ferviente admirador de las medidas que se están adoptando en la Comunidad de Madrid para conseguir que todos nuestros hijos, sea el que sea su origen social, dominen la lengua de Shakespeare. Le dirijo esta carta con la ilusión de que llegue a leerla y le proporcione alguna idea más para alcanzar ese loable objetivo.
Comparto su interés por el inglés. ¿Qué se puede hacer en la vida sin saber inglés? ¿Se imagina a ese 50 por 100 de nuestros jóvenes que no encuentran trabajo sin saber inglés? ¿Cómo vamos a recuperar nuestra maltrecha economía del ladrillo sin que los futuros albañiles sepan inglés?
Y si ese predominio del inglés en el sistema educativo supone un cierto perjuicio para otras materias como la lengua española, las matemáticas o la historia, ¡qué le vamos a hacer! Que nuestros hijos manejen mal el español o no conozcan su historia no es tan grave, si al final todos nos vamos a entender en inglés.
Usted misma, Señora Presidenta, es el paradigma de la importancia del inglés: lo habla perfectamente y mira qué bien le ha ido en la vida. Es verdad que lo aprendió en el Colegio Británico, que es un auténtico centro bilingüe, pero claro, lleva razón cuando nos dice que no tenemos dinero para que todos los colegios de Madrid sean como el Británico.
Ayer en el periódico EL PAÍS venía un reportaje titulado "El inglés en mil parrandas". Creo que proporciona algunas ideas para mejorar el aprendizaje de inglés de nuestros hijos, y como no estoy seguro de que se lo hayan transmitido adecuadamente sus colaboradores, me voy a permitir hacerlo yo. Estas son algunas ideas que le propongo:
Le saluda atentamente un profesor que ya no necesita convertirse en mago o hacer cursos de cocina.
Soy un ferviente admirador de las medidas que se están adoptando en la Comunidad de Madrid para conseguir que todos nuestros hijos, sea el que sea su origen social, dominen la lengua de Shakespeare. Le dirijo esta carta con la ilusión de que llegue a leerla y le proporcione alguna idea más para alcanzar ese loable objetivo.
Comparto su interés por el inglés. ¿Qué se puede hacer en la vida sin saber inglés? ¿Se imagina a ese 50 por 100 de nuestros jóvenes que no encuentran trabajo sin saber inglés? ¿Cómo vamos a recuperar nuestra maltrecha economía del ladrillo sin que los futuros albañiles sepan inglés?
Y si ese predominio del inglés en el sistema educativo supone un cierto perjuicio para otras materias como la lengua española, las matemáticas o la historia, ¡qué le vamos a hacer! Que nuestros hijos manejen mal el español o no conozcan su historia no es tan grave, si al final todos nos vamos a entender en inglés.
Usted misma, Señora Presidenta, es el paradigma de la importancia del inglés: lo habla perfectamente y mira qué bien le ha ido en la vida. Es verdad que lo aprendió en el Colegio Británico, que es un auténtico centro bilingüe, pero claro, lleva razón cuando nos dice que no tenemos dinero para que todos los colegios de Madrid sean como el Británico.
Ayer en el periódico EL PAÍS venía un reportaje titulado "El inglés en mil parrandas". Creo que proporciona algunas ideas para mejorar el aprendizaje de inglés de nuestros hijos, y como no estoy seguro de que se lo hayan transmitido adecuadamente sus colaboradores, me voy a permitir hacerlo yo. Estas son algunas ideas que le propongo:
- Realizar sesiones de "bootcamp" en inglés. Podríamos sacar a los alumnos de la clase (después de todo, se aburren estudiando historia) y llevarles al Retiro o a cualquiera de los parques de nuestra ciudad para que ejerciten su cuerpo a las marciales ordenes de ¡one!, ¡two!, ¡one!, ¡two!
- Cursos de cocina en inglés para que aprendan a hacer perritos calientes y hamburguesas. Bastaría con convertir uno de los laboratorios de ciencias, que no se usan por los recortes, en una cocina americana y que el profesor aprendiese a hacer perritos calientes, algo bastante más fácil que las "complicadas" ciencias naturales.
- Otra idea interesante sería reconvertir a algunos profesores (de los que sobran) en magos y actores, de forma que, en vez de la aburrida clase, hicieran magia bilingüe.
- O llevar a los alumnos a bares en versión original. Que el botellón se promocione siempre que se beba en inglés.
- Y ¿qué tal si favorecemos el ligue entre nuestros alumnos, pero en inglés? Organizar un sistema de citas cortas con rotaciones. pero eso sí, ¡prohibido hablar español!
Le saluda atentamente un profesor que ya no necesita convertirse en mago o hacer cursos de cocina.
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