Nuestro futuro presidente del gobierno, Mariano Rajoy, en su aparición este fin de semana en Marsella, ha rendido pleitesía a las condiciones impuestas por Angela Merkel para "resolver" la crisis.
Bueno es preguntarse adónde nos llevan esas condiciones y, para ello, recordar, aunque sea brevemente, la historia. Los comienzos del siglo XX estuvieron marcados por la necesidad del capitalismo alemán --en fuerte desarrollo-- de encontrar nuevos mercados en un momento en que las antiguas potencias coloniales, especialmente el Reino Unido, los tenían copados. Esta búsqueda de mercados nos llevó a la I Guerra Mundial. El resultado: millones de muertos y Alemania derrotada y fuertemente castigada por las potencias aliadas.
Poco más de 20 años después Alemania, recuperada nuevamente, y con las mismas necesidades de expansión económica --aderezadas con otros elementos nacionalistas de horrible recuerdo-- se propuso resolver sus problemas igual que en la anterior crisis. La solución nuevamente fue la misma: la guerra. En esta ocasión mucho más sangrienta y terrible.
Nuevamente castigada por las fuerzas aliadas, inició otro proceso de recuperación económica. En esta ocasión había un nuevo país dominante, los Estados Unidos, y una conciencia europea (después del horror) de que no podía volver a repetirse la tragedia de la II Guerra Mundial.
En ese contexto nació la Unión Europea, como una solución pacifica a los problemas planteados por el expansionismo alemán. Pero Alemania, una vez más, siguió creciendo y buscando nuevos mercados. No nos olvidemos, Alemania es una potencia exportadora y en eso radica su poderío económico. Surgió una primera solución que resolvió momentáneamente esa necesidad: la reunificación alemana. Durante unos años, después de 1989, ese ha sido un objetivo prioritario al que se han dedicado todos los esfuerzos. Con la reunificación conseguida, sin embargo, Alemania era ya un país de 90 millones de habitantes con un potencial económico tremendo. Así que, una vez más, y con mayores necesidades, buscaba nuevos mercados.
La solución fue la ampliación de la Unión Europea. La conversión de la Unión en un conjunto de 27 países, de los cuales muchos no cumplian las condiciones mínimas para entrar (nada parecido a lo que se nos pidió a España para ser miembro) fue una exigencia alemana. Exigencia que destrozó en gran medida el proceso de construcción política europea que se venía realizando desde hacía años.
Pero hasta esa ampliación a veintisiete, en pocos años (cuatro o cinco), resultó insuficiente, y nos encontramos en la situación actual: Alemania sigue necesitando nuevos mercados y la guerra (¡menos mal!) ya no es la solución. Ahora se trata de empobrecer al resto de los países, o al menos a unos cuántos, para que no tengan capacidad de competir o, en el mejor de los casos, se conviertan en satélites suyos.
Ya no estamos caminando hacia una Europa unida sino hacia una Alemania ampliada. Uno ha estado siempre de acuerdo con la pérdida de soberanía a nivel estatal siempre que ello redundara en un reforzamiento de la unidad europea. Pero no es eso lo que nos piden. Lo que nos piden hoy en día, y que el futuro presidente Rajoy acepta a pies juntillas, es convertirnos en un protectorado alemán.
Y yo me pregunto, ¿qué opina el PSOE? No se sabe. Desgraciadamente el partido socialista ni está ni se le espera.
Muchas gracias.
Bueno es preguntarse adónde nos llevan esas condiciones y, para ello, recordar, aunque sea brevemente, la historia. Los comienzos del siglo XX estuvieron marcados por la necesidad del capitalismo alemán --en fuerte desarrollo-- de encontrar nuevos mercados en un momento en que las antiguas potencias coloniales, especialmente el Reino Unido, los tenían copados. Esta búsqueda de mercados nos llevó a la I Guerra Mundial. El resultado: millones de muertos y Alemania derrotada y fuertemente castigada por las potencias aliadas.
Poco más de 20 años después Alemania, recuperada nuevamente, y con las mismas necesidades de expansión económica --aderezadas con otros elementos nacionalistas de horrible recuerdo-- se propuso resolver sus problemas igual que en la anterior crisis. La solución nuevamente fue la misma: la guerra. En esta ocasión mucho más sangrienta y terrible.
Nuevamente castigada por las fuerzas aliadas, inició otro proceso de recuperación económica. En esta ocasión había un nuevo país dominante, los Estados Unidos, y una conciencia europea (después del horror) de que no podía volver a repetirse la tragedia de la II Guerra Mundial.
En ese contexto nació la Unión Europea, como una solución pacifica a los problemas planteados por el expansionismo alemán. Pero Alemania, una vez más, siguió creciendo y buscando nuevos mercados. No nos olvidemos, Alemania es una potencia exportadora y en eso radica su poderío económico. Surgió una primera solución que resolvió momentáneamente esa necesidad: la reunificación alemana. Durante unos años, después de 1989, ese ha sido un objetivo prioritario al que se han dedicado todos los esfuerzos. Con la reunificación conseguida, sin embargo, Alemania era ya un país de 90 millones de habitantes con un potencial económico tremendo. Así que, una vez más, y con mayores necesidades, buscaba nuevos mercados.
La solución fue la ampliación de la Unión Europea. La conversión de la Unión en un conjunto de 27 países, de los cuales muchos no cumplian las condiciones mínimas para entrar (nada parecido a lo que se nos pidió a España para ser miembro) fue una exigencia alemana. Exigencia que destrozó en gran medida el proceso de construcción política europea que se venía realizando desde hacía años.
Pero hasta esa ampliación a veintisiete, en pocos años (cuatro o cinco), resultó insuficiente, y nos encontramos en la situación actual: Alemania sigue necesitando nuevos mercados y la guerra (¡menos mal!) ya no es la solución. Ahora se trata de empobrecer al resto de los países, o al menos a unos cuántos, para que no tengan capacidad de competir o, en el mejor de los casos, se conviertan en satélites suyos.
Ya no estamos caminando hacia una Europa unida sino hacia una Alemania ampliada. Uno ha estado siempre de acuerdo con la pérdida de soberanía a nivel estatal siempre que ello redundara en un reforzamiento de la unidad europea. Pero no es eso lo que nos piden. Lo que nos piden hoy en día, y que el futuro presidente Rajoy acepta a pies juntillas, es convertirnos en un protectorado alemán.
Y yo me pregunto, ¿qué opina el PSOE? No se sabe. Desgraciadamente el partido socialista ni está ni se le espera.
Muchas gracias.
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