domingo, 24 de agosto de 2014

Investigadores, médicos, profesores, ¡¡muchas gracias!!

EL PAÍS de hoy publica una encuesta de Metroscopia, de julio 2014, sobre evaluación ciudadana de las principales instituciones, entidades y grupos sociales. En ella se señala como los grupos con mayor aprobación ciudadana a los investigadores científicos (89%), los médicos de la Sanidad Pública (85%) y los profesores de la enseñanza pública (81%).

Esta alta valoración se consigue en unas condiciones lamentables del ejercicio de estas profesiones. Las condiciones laborales han ido empeorando en los últimos años a la vez que se han ido recortando los presupuestos destinados a cada sector. El porcentaje del PIB destinado a I+D+i ha disminuido notablemente, los presupuestos destinados a la sanidad pública se han rebajado a la vez que se privatizaba su gestión en muchas autonomías, los fondos destinados a educación se han reducido en varios miles de millones de euros.

Debido a estos recortes, la sanidad y la educación públicas se están deshaciendo y perdiendo su eficiencia y alto rendimiento. Ya se nota, en esta misma encuesta, a la hora de valorar a la Sanidad Pública --como institución-- con un 49%, cuando siempre había estado en cotas mucho más altas. Algo similar pasaría si se preguntase por la educación pública como institución. Deshacer estos baluartes del Estado de Bienestar forma parte sustancial de la política de este gobierno. A pesar de todo ello y de los ataques continuos al funcionariado, los profesionales han mantenido su nivel de trabajo y de responsabilidad hacia la sociedad. Y eso no ha sido reconocido por las diferentes administraciones.

Lo peor es que se está hipotecando el futuro. La investigación y la educación son los pilares básicos para construir un futuro digno para nuestro país. A los políticos se les llena la boca diciendo que hay que desarrollar un nuevo modelo productivo para España, pero ese modelo --que efectivamente es muy necesario-- solo puede conseguirse potenciando la educación y la investigación. Ese es el camino, y las medidas que viene adoptando este gobierno, utilizando el mantra de la crisis, van justamente en la dirección contraria.

Si los ciudadanos valoramos altamente a los investigadores, a los médicos y a los profesores de la educación pública, y el gobierno se dedica a maltratar y destrozarlos, impidiendo su desarrollo, ¿no ha llegado el momento de que resolvamos esta contradicción? ¿De que exijamos a quien quiera gobernar que se comprometa a potenciar estos sectores con medidas concretas fácilmente contrastables?, no con palabras, que se las lleva el viento. 

Dentro de unos meses tendremos elecciones. Trabajemos para que así sea.

Muchas gracias.

sábado, 23 de agosto de 2014

No se nace demócrata

Aunque es una obviedad, conviene recordar que no se nace con el espíritu democrático incorporado. Si así fuera, la democracia sería un régimen generalizado en el mundo, las dictaduras no existirían y el comportamiento democrático, el respeto a los derechos humanos, sería la norma. Revisando brevemente la historia y la realidad actual, es fácil comprobar que esto no es así.

Hace más de treinta años, España pasó de ser una feroz dictadura (cinco fusilados por motivos políticos poco antes de morir Franco) a convertirse en una joven democracia. Nadie pone en duda que el régimen cambió, que pudimos votar y expresar libremente nuestras opiniones políticas, que mejoraron las carreteras, que se instauró un razonable estado del bienestar, que muchos derechos que habían sido regularmente pisoteados por el franquismo dejaron de serlo...

Pero, ¿qué pasó con los ciudadanos? ¿Se convirtieron todos, por designio divino, en demócratas? ¿Qué pasó con los valores que el franquismo había inculcado en la ciudadanía durante más de cuarenta años? ¿Desaparecieron? La corrupción, la insolidaridad, la falta de respeto a los demás, el individualismo más feroz, la irresponsabilidad ante lo público... ¿dejaron de existir? Yo creo que no.  Basta con mirar alrededor para comprobar que tras más de treinta años de democracia muchos de esos falsos valores siguen existiendo y siendo dominantes en muchos sectores de la sociedad. ¿Cómo, si no, se explica la transigencia ante la corrupción, el fraude fiscal, la falta de respeto al vecino ..?

Un ejemplo para ilustrar esta situación: El presidente de la república alemana dimite de su puesto porque se descubre que copió cuando presentó su tesis doctoral, ¡chapeau! Un ejemplo de responsabilidad democrática (un presidente de la república no puede ser un tipo que copia). Y uno se pregunta ¿por qué se produce un comportamiento tan cívico? ¿Porque el presidente es un auténtico demócrata? Sí, pero no solo por eso, sino sobre todo porque la ciudadanía alemana no permite ese tipo de comportamientos. Esa es la autentica razón.

Volvamos a España: el tesorero del partido en el gobierno roba, el honorable President Pujol roba, hay cientos de imputados por corrupción en los partidos, y no pasa nada. Nadie dimite y esos partidos siguen cosechando votos. ¿Cómo es posible? La respuesta es sencilla: la ciudadanía lo admite; los valores democráticos no han calado en la sociedad española.

¿Cómo puede ser? se pregunta uno, después de más de treinta años de democracia. Y ahí llegamos a la pregunta clave ¿Se ha ocupado alguien de fomentar esos valores democráticos, de llevar a cabo esa pedagogía diaria que va calando en la sociedad y convierte a sus integrantes en auténticos ciudadanos?
La respuesta es no. Y así nos va. Y esa responsabilidad, aunque es compartida por muchos actores, no es igual para todos. El PSOE, que ha gobernado este país durante más de veinte años, y que es un partido de izquierda, tiene una gran responsabilidad en esta situación.

¿Alguien me puede explicar por qué no se ha roto el Concordato con la Santa Sede y se sigue subvencionando con dinero público la enseñanza religiosa¿, ¿por qué aún no tenemos leyes que condenen la corrupción, medidas ejemplarizantes de los partidos contra los corruptos?... Y así una larga lista más.

Si el PSOE quiere recuperar a esos millones de votantes que le hemos abandonado tendrá que empezar por hacer autocrítica y adoptar medidas concluyentes en estos temas.

Muchas gracias.


martes, 19 de agosto de 2014

Las universidades españolas, ¿de las mejores del mundo?

 "Hace unos días, como todos los años, se publicó el ranking de Shanghai y todos los periódicos titulaban que España tenía sólo una universidad entre las 200 primeras. No os fiéis de esos rankings. Todas las universidades españolas son muy buenas". Estas son palabras de Jorge Sainz, Director General de Política Universitaria del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Acaba de pronunciarlas en un curso de verano de la Universidad Menéndez Pelayo. 
No quiero aparecer como defensor de rankings, ya sea el de Shanghai u otros similares, pues siempre me han parecido interesados y basados en criterios no necesariamente acertados, pero sí que me siento obligado a denunciar la petulancia, la prepotencia y el descaro con que nuestro Director General afirma que "las universidades españolas son de las mejores del mundo". ¡Menos lobos, Caperucita! 
Que entre las doscientas "mejores" universidades del mundo, según este ranking, haya solo una española --la Universidad de Barcelona-- y en el puesto 151, debería ser una noticia que preocupase a nuestros dirigentes educativos. Y es que existen muchas razones, independientemente de los criterios de los rankings internacionales, para afirmar que las universidades españolas necesitan mejorar notablemente y que arrastran deficiencias ancestrales que no llegan a corregirse. Si a eso añadimos la política de recortes de este gobierno que está ahogando financieramente a las universidades, recortando el número de profesores, aumentado las cuotas de matricula y reduciendo la ya escasa capacidad investigadora, resulta verdaderamente insultante oír las afirmaciones del Sr. Sainz. 
Pero ya conocemos cómo funciona el Partido Popular, y de manera especial el ministro Wert y su equipo: la mentira como norma y la propaganda en lugar de la información. Si se recortan las becas, resulta que se ha aumentado el presupuesto destinado a ellas; si la universidad está en crisis y todos los rectores, profesores y estudiantes soliviantados ante las medidas adoptadas, resulta que tenemos las mejores universidades del mundo. 
Por mucho que se repitan las mentiras, no se convierten en verdad, como pretendía Goebbels. Y los ciudadanos ya no nos creemos una palabra de lo que dicen los Wert y sus acólitos. 
Muchas gracias.

jueves, 14 de agosto de 2014

¿Una ley de transparencia?

Cuantos más casos de corrupción salen a la luz pública, cuantos más Pujoles y Bárcenas aparecen en la escena política, más se habla de la necesidad de aprobar leyes de transparencias a nivel nacional o de comunidad autónoma. A todos los partidos, sobre todo a los más corruptos, como el PP o CIU, se les llena la boca con la palabra transparencia.

Parece como si la corrupción no fuera producto de unos sinvergüenzas, de unos partidos corrompidos, de unos individuos que se toman la democracia por montera, sino de la falta de una Ley de Transparencia. La Ley, cuando consiga aprobarse (que hasta para eso ponen dificultades), permitirá que la corrupción desaparezca. ¡Qué bonito!

Y yo me pregunto, ¿es necesaria una ley para que un servidor público sepa que no puede llevarse dinero público a su casa?, ¿es necesaria una ley para que los partidos políticos echen de sus filas a cualquiera que se aproveche de su militancia para enriquecerse?, ¿es necesaria una ley para que un concejal de urbanismo de un ayuntamiento sepa que no puede recibir comisiones para favorecer a un constructor desaprensivo?

Yo creo que no es necesaria; basta con que los ciudadanos, las instituciones democráticas, exijan esos comportamientos y repudien a cualquiera que los protagonice. Y después la Ley, no la de Transparencia, sino el Código Penal, meta en la cárcel a los sinvergüenzas que aceptan los comportamientos corruptos.

La Ley de Transparencia parece, más bien, que lo que busca es establecer un marco que "condene" algunos comportamientos especialmente escandalosos y permita que sigan otros más subrepticios. No nos olvidemos que quien hace la ley hace la trampa.

¿Por qué no dedicamos los esfuerzos a concienciar a la ciudadanía de que se debe tener tolerancia cero con los corruptos? Y para ello, empezar dando ejemplo. Meter a Pujol en la cárcel, a pesar de sus años, no sería un mal comienzo.

Y luego, si se quiere, que se apruebe una Ley de Transparencia, para terminar de consolidar los comportamientos democráticos de los servidores públicos. Pero antes que se adopten medidas ejemplarizantes contra los corruptos y la corrupción. Si esto no se hace, de nada servirá la Ley.

Muchas gracias.