El ministro Wert, que venía precedido de su fama como tertuliano, capaz de defender una cosa y la opuesta o de retorcer un argumento hasta dejarlo sin sentido, está aplicando estos saberes al diseño de la nueva Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Y como muestra valga un botón.
Nuestro sistema educativo tiene un serio problema con el abandono escolar prematuro que, por cierto, no es achacable al propio sistema sino al mercado de trabajo que ofrecía al personal sin cualificación un puesto remunerado en la construcción. Estamos en torno al 25% de tasa de abandono y la Unión Europea nos pide que para 2020 nos situemos en el 10%. Tenemos también un problema menor, pero que conviene resolver, que consiste en aumentar el número de jóvenes en la educación secundaria postobligatoria hasta el 85%. Estas son exigencias europeas. Por otro lado, la ideología del esfuerzo imperante en la concepción de la LOMCE sugiere que todos los jóvenes tienen talento, pero que una parte de ellos debe dirigir ese talento a la formación profesional y que cuanto antes lo hagan será más rentable para ellos.
Resulta, en principio, difícil de combinar la reducción del abandono temprano y el aumento del porcentaje de alumnos en la secundaria postobligatoria con la segregación del alumnado a los 15 años, pero un trilero como el Sr. Wert es capaz de resolver este problema.
He aquí la solución: Se introduce en 3º de la E.S.O. dos itinerarios, uno de ellos conducente a la Formación Profesional. Creamos una Formación Profesional Básica de dos años. Esto significa que estos alumnos han estado escolarizados 11 años (9 en la educación obligatoria y 2 más), por tanto, ya están en educación postobligatoria y obtienen un título CINE 3. En román paladino, han convertido a los alumnos de los antiguos PCPI, cuya mayoría no titulaba y por tanto se contabilizaban como abandono temprano, en titulados postobligatorios, aunque no hayan aprobado la ESO y tengan que presentarse a la reválida para obtener el título. Teniendo en cuenta que se espera que vayan a la Formación Profesional Básica entre el 10 y el 12 por ciento del alumnado (es el porcentaje que ahora se dirige a las PCPI), quiere decir que, con esta obra de ingeniería contable (conocida como la magia del trilero), habrán rebajado el nivel de abandono escolar en unos 10-12 puntos.
Pero eso no es todo, porque al ser la Formación Profesional Básica estudios de CINE 3, también aumentará varios puntos el porcentaje de alumnos que se mantienen en la educación secundaria postobligatoria. ¿Alguien duda de la capacidad trilera de Wert? ¿Es que, acaso, no es esto una auténtica mejora de la calidad de la educación?
La operación tiene un pequeño fallo, de escasa importancia: esos chicos que saldrán de la Formación Profesional Básica con un certificado de profesionalidad de nivel 1, lo más probable es que vayan directamente al paro o a la marginación. Bueno, son daños colaterales, pero se habrán cumplido los objetivos europeos, que es lo importante.
Muchas gracias.
Nuestro sistema educativo tiene un serio problema con el abandono escolar prematuro que, por cierto, no es achacable al propio sistema sino al mercado de trabajo que ofrecía al personal sin cualificación un puesto remunerado en la construcción. Estamos en torno al 25% de tasa de abandono y la Unión Europea nos pide que para 2020 nos situemos en el 10%. Tenemos también un problema menor, pero que conviene resolver, que consiste en aumentar el número de jóvenes en la educación secundaria postobligatoria hasta el 85%. Estas son exigencias europeas. Por otro lado, la ideología del esfuerzo imperante en la concepción de la LOMCE sugiere que todos los jóvenes tienen talento, pero que una parte de ellos debe dirigir ese talento a la formación profesional y que cuanto antes lo hagan será más rentable para ellos.
Resulta, en principio, difícil de combinar la reducción del abandono temprano y el aumento del porcentaje de alumnos en la secundaria postobligatoria con la segregación del alumnado a los 15 años, pero un trilero como el Sr. Wert es capaz de resolver este problema.
He aquí la solución: Se introduce en 3º de la E.S.O. dos itinerarios, uno de ellos conducente a la Formación Profesional. Creamos una Formación Profesional Básica de dos años. Esto significa que estos alumnos han estado escolarizados 11 años (9 en la educación obligatoria y 2 más), por tanto, ya están en educación postobligatoria y obtienen un título CINE 3. En román paladino, han convertido a los alumnos de los antiguos PCPI, cuya mayoría no titulaba y por tanto se contabilizaban como abandono temprano, en titulados postobligatorios, aunque no hayan aprobado la ESO y tengan que presentarse a la reválida para obtener el título. Teniendo en cuenta que se espera que vayan a la Formación Profesional Básica entre el 10 y el 12 por ciento del alumnado (es el porcentaje que ahora se dirige a las PCPI), quiere decir que, con esta obra de ingeniería contable (conocida como la magia del trilero), habrán rebajado el nivel de abandono escolar en unos 10-12 puntos.
Pero eso no es todo, porque al ser la Formación Profesional Básica estudios de CINE 3, también aumentará varios puntos el porcentaje de alumnos que se mantienen en la educación secundaria postobligatoria. ¿Alguien duda de la capacidad trilera de Wert? ¿Es que, acaso, no es esto una auténtica mejora de la calidad de la educación?
La operación tiene un pequeño fallo, de escasa importancia: esos chicos que saldrán de la Formación Profesional Básica con un certificado de profesionalidad de nivel 1, lo más probable es que vayan directamente al paro o a la marginación. Bueno, son daños colaterales, pero se habrán cumplido los objetivos europeos, que es lo importante.
Muchas gracias.
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