Estoy leyendo "En la orilla", la última novela de Rafael Chirbes, y no he podido resistir el impulso de animaros a su lectura.
Después de una ya larguísima temporada repleta de Bárcenas, Gúrtel, EREs y demás casos de corrupción -sin que nadie explique por qué se producen-, resulta gratificante encontrarse con una novela que nos da muchas pautas para comprender lo que estamos viviendo.
La excelente pluma de Chirbes se convierte en un bisturí que, con precisión y profundidad, disecciona la realidad en que vivimos. Y lo hace con un dominio del lenguaje, y un conocimiento de la naturaleza humana, que nos deja sorprendidos a la vez que extasiados.
Chirbes es un escritor realista, no precisamente mágico, -pues la magia brilla por su ausencia en la realidad que describe-, que penetra con gran habilidad y excelente pluma en el interior de la naturaleza humana, en sus contradicciones, en su maldad y en su inocencia.
Valenciano de nacimiento y gran conocedor de ese banco de pruebas de la corrupción que ha sido la comunidad valenciana nos describe con brillantez la codicia, el poder, la mentira y la infamia que rodean la vida de esos "triunfadores" que han conseguido empobrecer a nuestro país. Nos describe también la envidia, la condescendencia, la permisividad con que se ha visto esta plaga que nos azota.
La trama de la novela, situada en ese mundo imaginario que ya utilizara en "Crematorio" de Misent y Olba, -tan realista por otro lado que lo podemos identificar con cualquier zona del litoral valenciano-, se desarrolla en torno a personajes que se han enriquecido al calor del boom inmobiliario, y que a su vez son los hijos de los que se enriquecieron al calor del franquismo.
Un elemento central en la novela es el pantano, el marjal, como muchos de los que hay en esa zona. Allí se tira lo que no sirve, allí se caza o se pesca, allí se esconde uno cuando lo necesita, allí se vive -en medio de ese fango-. Allí nos quieren mandar a vivir los que han convertido este país en una ciénaga nauseabunda y pestilente.
Muchas gracias.
Después de una ya larguísima temporada repleta de Bárcenas, Gúrtel, EREs y demás casos de corrupción -sin que nadie explique por qué se producen-, resulta gratificante encontrarse con una novela que nos da muchas pautas para comprender lo que estamos viviendo.
La excelente pluma de Chirbes se convierte en un bisturí que, con precisión y profundidad, disecciona la realidad en que vivimos. Y lo hace con un dominio del lenguaje, y un conocimiento de la naturaleza humana, que nos deja sorprendidos a la vez que extasiados.
Chirbes es un escritor realista, no precisamente mágico, -pues la magia brilla por su ausencia en la realidad que describe-, que penetra con gran habilidad y excelente pluma en el interior de la naturaleza humana, en sus contradicciones, en su maldad y en su inocencia.
Valenciano de nacimiento y gran conocedor de ese banco de pruebas de la corrupción que ha sido la comunidad valenciana nos describe con brillantez la codicia, el poder, la mentira y la infamia que rodean la vida de esos "triunfadores" que han conseguido empobrecer a nuestro país. Nos describe también la envidia, la condescendencia, la permisividad con que se ha visto esta plaga que nos azota.
La trama de la novela, situada en ese mundo imaginario que ya utilizara en "Crematorio" de Misent y Olba, -tan realista por otro lado que lo podemos identificar con cualquier zona del litoral valenciano-, se desarrolla en torno a personajes que se han enriquecido al calor del boom inmobiliario, y que a su vez son los hijos de los que se enriquecieron al calor del franquismo.
Un elemento central en la novela es el pantano, el marjal, como muchos de los que hay en esa zona. Allí se tira lo que no sirve, allí se caza o se pesca, allí se esconde uno cuando lo necesita, allí se vive -en medio de ese fango-. Allí nos quieren mandar a vivir los que han convertido este país en una ciénaga nauseabunda y pestilente.
Muchas gracias.
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