La izquierda antifranquista, tras la muerte del dictador, calificaba al actual rey como "Juan Carlos, el breve" o "el pelele". Había un consenso generalizado de que ese rey, impuesto por Franco, iba a durar muy poco, lo poco que le quedaba de vida al franquismo. Sin embargo, no fue así y el reinado de Juan Carlos dura ya 35 años.
La izquierda, específicamente el PSOE y el entonces PCE, abandonaron sus posiciones republicanas en aras de una salida reformista, y a la vez favorable a sus intereses, a la caida de la dictadura. Sobre esa base, y otras como el olvido y la no exigencia de responsabilidades a los culpables del genocidio franquista, se conformó la famosa "transición española a la democracia".
No es mi intención analizar las bondades o los errores de la transición. Doy por hecho que así fue. Pero si que me gustaría analizar en qué manera ese modelo de transición ha afectado o condicionado a la monarquía que hoy tenemos. La imagen de la institución monárquica que se ha creado para el consumo ciudadano está basada en estos dos conceptos:
Nunca se ha hablado de sus negocios --hubo un intento que se acalló rápidamente en la época de los Mario Conde, los Albertos y compañía. Pero, ¿alguien se puede creer que nadie sabía lo de la herencia millonaria que ahora ha salido en la prensa? o ¿que Urdangarin se habría metido en sus "negocios" si no hubiera visto que así se actuaba en esa familia?
La crisis que nos asola está zarandeando nuestras vidas, pero también aquello que parecía intangible como es la monarquía. Lo que antes se aceptaba o se callaba, hoy ya no se admite y se pone en cuestión. La monarquiá, junto a otras instituciones de esta democracia alicorta, está en entredicho. Y ya se empieza a hablar de posibles alternativas a este rey, como la abdicación en su hijo Felipe.
Probablemente sea mejor tener a Felipe que al actual Juan Carlos como jefe del estado, pero eso no es lo que España necesita. El modelo democrático, configurado por la transición, ya no nos sirve. Tenemos que cambiar nuestro modelo, reforzar los valores democráticos, cambiar esa ley electoral tan injusta, transformar esos partidos inoperantes y convertidos en castas de poder. Se tiene que dar voz a los ciudadanos. Ya sé que esto no es fácil, pero es el único camino y hacia él debemos dirigirnos.
Muchas gracias.
La izquierda, específicamente el PSOE y el entonces PCE, abandonaron sus posiciones republicanas en aras de una salida reformista, y a la vez favorable a sus intereses, a la caida de la dictadura. Sobre esa base, y otras como el olvido y la no exigencia de responsabilidades a los culpables del genocidio franquista, se conformó la famosa "transición española a la democracia".
No es mi intención analizar las bondades o los errores de la transición. Doy por hecho que así fue. Pero si que me gustaría analizar en qué manera ese modelo de transición ha afectado o condicionado a la monarquía que hoy tenemos. La imagen de la institución monárquica que se ha creado para el consumo ciudadano está basada en estos dos conceptos:
- El rey nos trajo la democracia. ¡Mentira! La democracia la trajeron las luchas durante 40 años de miles de antifranquistas, con gran sacrificio y dolor. Decir lo contrario es un insulto a su memoria. Como mucho, podemos admitir que Juan Carlos fue lo suficientemente habilidoso como para apuntarse al carro ganador. Por tanto, nada le tenemos que agradecer.
- El rey paró el golpe militar del 23-F. Mentira a medias. Sobre este tema se ha escrito mucho y existe, como poco, suficientes indicios como para pensar que su actitud no fue totalmente clara.
Nunca se ha hablado de sus negocios --hubo un intento que se acalló rápidamente en la época de los Mario Conde, los Albertos y compañía. Pero, ¿alguien se puede creer que nadie sabía lo de la herencia millonaria que ahora ha salido en la prensa? o ¿que Urdangarin se habría metido en sus "negocios" si no hubiera visto que así se actuaba en esa familia?
La crisis que nos asola está zarandeando nuestras vidas, pero también aquello que parecía intangible como es la monarquía. Lo que antes se aceptaba o se callaba, hoy ya no se admite y se pone en cuestión. La monarquiá, junto a otras instituciones de esta democracia alicorta, está en entredicho. Y ya se empieza a hablar de posibles alternativas a este rey, como la abdicación en su hijo Felipe.
Probablemente sea mejor tener a Felipe que al actual Juan Carlos como jefe del estado, pero eso no es lo que España necesita. El modelo democrático, configurado por la transición, ya no nos sirve. Tenemos que cambiar nuestro modelo, reforzar los valores democráticos, cambiar esa ley electoral tan injusta, transformar esos partidos inoperantes y convertidos en castas de poder. Se tiene que dar voz a los ciudadanos. Ya sé que esto no es fácil, pero es el único camino y hacia él debemos dirigirnos.
Muchas gracias.
No creo en la monarquía, pero viendo lo que está pasando en la democracia española, que los políticos se han creado un castillo, se han atrincherado y se han rodeado de privilegios, lo que ha pasado en la casa real me parece un episodio más. Lo gordo empezó en 1982, el resto es historia. Gracias por aportar pruebas contundentes e irrefutables sobre que la monarquía no hizo nada por la democracia, y que el rey estaba en actitud indefinida en el 23-f.
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