El valle de Franco
Llevamos unos días -demasiados, en mi opinión- con la noticia de la exhumación del cadaver del dictador en lugar preeminente de noticieros televisivos, periódicos o boletines informativos de radio.
Que el dictador no debería estar enterrado en un lugar que han denominado como "valle de los caídos" parece obvio, pues no solo no es un "caído" -puesto que murió "dulcemente" en su cama- sino el culpable de miles de caídos durante los cuarenta años de dictadura.
Resulta, cuando menos curioso, que sea ahora -después de cuarenta años de democracia- cuando se plantee qué hacer con los restos del dictador. En los más de veinte años de gobiernos socialistas a ningún gobernante se le ocurrió pensar en ello. "Había cosas más importantes que hacer", nos dirían si les preguntásemos. Pues sí, es verdad.
Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa. ¿Que hacemos con el valle de los caídos? La propuesta que más me ha gustado, y que comparto, es la de Gabriel Rufián: "demolerlo". Puede sonar duro, pero sería lo correcto.
Vamos a suponer que no es practicable. ¿Qué hacer entonces? Pedro Sánchez, que sigue dando una de cal y otra de arena, ha dicho que "tiene que ser un lugar de reposo, un cementerio civil para las víctimas de la contienda y el franquismo" olvidándose de lo que siempre dijo el PSOE: "convertir el Valle de los Caídos en centro nacional de Memoria, desde donde se impulsara la cultura de la reconciliación y el reconocimiento de las víctimas a través de proyectos museísticos y de investigación".
Esta mañana, Jorge M. Reverte en EL PAÍS, hacía una propuesta que me ha parecido atractiva: "no tengo ninguna idea que aportar, salvo la de que nuestro Congreso de los Diputados se diera a sí mismo la capacidad de declarar lugares como de "ninguna parte".
De esta manera el problema de a quien le damos la custodia de ese lugar desaparecería pues al ser de ninguna parte no necesita custodia. Nos evitaríamos también el tener que ofrecer esa custodia a la Iglesia, que después de la denuncia de abusos a menores de Irlanda, no está para custodiar nada.
¿Quién iba a querer visitar un "lugar de ninguna parte"? ¿Cómo llegar a él? Bastaría con cerrar el monumento y en la valla de la entrada poner un cartel que dijera "este lugar es de ninguna parte"
Llevamos unos días -demasiados, en mi opinión- con la noticia de la exhumación del cadaver del dictador en lugar preeminente de noticieros televisivos, periódicos o boletines informativos de radio.
Que el dictador no debería estar enterrado en un lugar que han denominado como "valle de los caídos" parece obvio, pues no solo no es un "caído" -puesto que murió "dulcemente" en su cama- sino el culpable de miles de caídos durante los cuarenta años de dictadura.
Resulta, cuando menos curioso, que sea ahora -después de cuarenta años de democracia- cuando se plantee qué hacer con los restos del dictador. En los más de veinte años de gobiernos socialistas a ningún gobernante se le ocurrió pensar en ello. "Había cosas más importantes que hacer", nos dirían si les preguntásemos. Pues sí, es verdad.
Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa. ¿Que hacemos con el valle de los caídos? La propuesta que más me ha gustado, y que comparto, es la de Gabriel Rufián: "demolerlo". Puede sonar duro, pero sería lo correcto.
Vamos a suponer que no es practicable. ¿Qué hacer entonces? Pedro Sánchez, que sigue dando una de cal y otra de arena, ha dicho que "tiene que ser un lugar de reposo, un cementerio civil para las víctimas de la contienda y el franquismo" olvidándose de lo que siempre dijo el PSOE: "convertir el Valle de los Caídos en centro nacional de Memoria, desde donde se impulsara la cultura de la reconciliación y el reconocimiento de las víctimas a través de proyectos museísticos y de investigación".
Esta mañana, Jorge M. Reverte en EL PAÍS, hacía una propuesta que me ha parecido atractiva: "no tengo ninguna idea que aportar, salvo la de que nuestro Congreso de los Diputados se diera a sí mismo la capacidad de declarar lugares como de "ninguna parte".
De esta manera el problema de a quien le damos la custodia de ese lugar desaparecería pues al ser de ninguna parte no necesita custodia. Nos evitaríamos también el tener que ofrecer esa custodia a la Iglesia, que después de la denuncia de abusos a menores de Irlanda, no está para custodiar nada.
¿Quién iba a querer visitar un "lugar de ninguna parte"? ¿Cómo llegar a él? Bastaría con cerrar el monumento y en la valla de la entrada poner un cartel que dijera "este lugar es de ninguna parte"