Estoy leyendo en el patio de mi casa del pueblo. En un descanso fijo mi mirada en el suelo que, extrañamente, está lleno de puntos negros. Levanto la vista hacia la pared, preguntándome de dónde podrían venir. Los observo con más detenimiento y compruebo que se trata de pavesas, pequeños trocitos de madera de árbol calcinados por el fuego. Pienso que los habrá traído el viento de un incendio que esa misma mañana se había desatado en Cebreros. ¡Pero Cebreros está demasiado lejos!
Me llega la noticia de que se está incendiando el bosque entre Gavilanes y Mijares, dos pueblos cercanos al que me encuentro, y que debemos estar pendientes por si la Guardia Civil nos avisa de que tengamos que desalojar la vivienda. Esto no ocurre, las pavesas dejan de llegar, limpiamos el patio y nos metemos en casa.
Una horas más tarde, mientras veo las noticias en la tele, me entero de que ha habido un incendio más en otro sitio cercano. ¡Tres incendios el mismo día en un radio de cien kilómetros!. Uno que de joven estudió estadística, sabe que un fenómeno así es prácticamente improbable. Sin embargo, ha sucedido. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que todos los veranos siga quemándose media España, como pasaba en el siglo XIX?
La escasa probabilidad se convierte en alta debido, como casi siempre, a la mano del hombre. En primer lugar de esos políticos de medio pelo que ocupan nuestras instituciones y que solo se preocupan de mantenerse en el poder, no importa lo que haya que hacer para ello. La disculpa ahora es que no hay dinero y no se han podido limpiar los bosques, pero igual o más pasaba cuando sí había dinero. La realidad es que no les preocupa nuestro medio ambiente, el país que estamos dejando a nuestros hijos. No parece tan difícil poner en marcha una política de prevención de incendios que sea eficaz y acompañarla de una legislación más dura para los que queman nuestros bosques.
Este desinterés de los políticos viene reforzado por la irresponsabilidad de miles de ciudadanos, que siguen funcionando con la misma escala de valores que el franquismo les inculcó. Absolutamente despreocupados por el bien común, actúan a su antojo sin pensar en las posibles consecuencias, llenan nuestros bosques de las basuras que van dejando, encienden una hoguera aunque esté prohibido, fuman en cualquier lugar aunque suponga un riesgo y hacen de su capa un sayo porque para eso se llaman José o Manuel.
¿Para cuándo la regeneración democrática? ¿Para cuándo la defensa de los valores democráticos por todos los ciudadanos? ¿Es posible que, algún día, dejemos de ser la "España de charanga y pandereta" que denunciaba Antonio Machado?
Muchas gracias.
Me llega la noticia de que se está incendiando el bosque entre Gavilanes y Mijares, dos pueblos cercanos al que me encuentro, y que debemos estar pendientes por si la Guardia Civil nos avisa de que tengamos que desalojar la vivienda. Esto no ocurre, las pavesas dejan de llegar, limpiamos el patio y nos metemos en casa.
Una horas más tarde, mientras veo las noticias en la tele, me entero de que ha habido un incendio más en otro sitio cercano. ¡Tres incendios el mismo día en un radio de cien kilómetros!. Uno que de joven estudió estadística, sabe que un fenómeno así es prácticamente improbable. Sin embargo, ha sucedido. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que todos los veranos siga quemándose media España, como pasaba en el siglo XIX?
La escasa probabilidad se convierte en alta debido, como casi siempre, a la mano del hombre. En primer lugar de esos políticos de medio pelo que ocupan nuestras instituciones y que solo se preocupan de mantenerse en el poder, no importa lo que haya que hacer para ello. La disculpa ahora es que no hay dinero y no se han podido limpiar los bosques, pero igual o más pasaba cuando sí había dinero. La realidad es que no les preocupa nuestro medio ambiente, el país que estamos dejando a nuestros hijos. No parece tan difícil poner en marcha una política de prevención de incendios que sea eficaz y acompañarla de una legislación más dura para los que queman nuestros bosques.
Este desinterés de los políticos viene reforzado por la irresponsabilidad de miles de ciudadanos, que siguen funcionando con la misma escala de valores que el franquismo les inculcó. Absolutamente despreocupados por el bien común, actúan a su antojo sin pensar en las posibles consecuencias, llenan nuestros bosques de las basuras que van dejando, encienden una hoguera aunque esté prohibido, fuman en cualquier lugar aunque suponga un riesgo y hacen de su capa un sayo porque para eso se llaman José o Manuel.
¿Para cuándo la regeneración democrática? ¿Para cuándo la defensa de los valores democráticos por todos los ciudadanos? ¿Es posible que, algún día, dejemos de ser la "España de charanga y pandereta" que denunciaba Antonio Machado?
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